jueves, 4 de octubre de 2012

CARLOS GARDEL



CARLOS GARDEL; UN GRAN ANECDOTARIO

La vida de Carlos Gardel dio lugar a muchísimas anécdotas, tal vez algunas no sean absolutamente ciertas. Otras pueden ser fábulas, leyendas, alegorías, mitos, otras quizás patrañas, chismes o engañifas. Los personajes famosos suelen decir más con sus silencios que con sus palabras.
Son muchas las atesoradas historias de sus años en la barriada del Abasto, de sus varios domicilios en la zona, de sus estudios primarios (como Carlos Gardès) en el Colegio San Estanislao de Tucumán 2648, también de los cursados junto a Ceferino Namuncurá en el colegio Salesiano de Artes y Oficios (el Pío IX, conocido también como Colegio Don Bosco).
En su mocedad llegó a establecerse por un tiempo en Uruguay, cosa que mucho después daría lugar a las dudas sobre su nacionalidad; fue entonces una etapa oscura en cuanto a que hay pocos datos ciertos. Todo conformó una historia paralela que el mismo Gardel, por diversas razones, nunca se ocupó de aclarar; hasta hoy se discute por ejemplo su edad cierta.
Estos hechos le imprimen a la vida de nuestro Zorzal un halo de misterio que hace más atrapante aun su biografía. Desde las primeras andanzas por el mítico Bar O´Rondeman, de los hermanos Traverso, lamentablemente ya demolido, o sus cenas en el Chantacuatro (convertido hoy en el lujoso restaurante para turistas “La Esquina de Carlos Gardel”), o sus primeras presentaciones, o sus vínculos con el caudillo de Avellaneda Alberto Barceló, en el Comité Conservador del Abasto.
Vale sin embargo recordar algunas de esas anécdotas, las aportadas por fuentes cercanas que merecen confianza y que pueden ilustrar nuevos y viejos capítulos en la historia de la agitada vida del artista.


Gardel y el fútbol

Muchas veces se insinuó la simpatía de Gardel por el Racing Club de Avellaneda, que habría sido amigo de “Pichín” Del Giúdice, central delantero de aquel equipo y vecino de Balvanera, quien lo acercó a esa parcialidad. No obstante, se sabe que Guillermo Desiderio Barbieri, músico y compositor que acompañó tantos años a Gardel, lo quería volcar al equipo de sus amores, Huracán. Algunos memoriosos del Abasto dicen que “el francesito” supo jugar de entreala derecho para El Porvenir del Plata, que tenía su sede en Zelaya y Bermejo (luego Jean Jaurés).


Gardel gordito

Acostumbramos a mirar al Gardel de las últimas fotografías con una esbelta figura de 76 kilos, vestido de smoking y en poses de estudio. Pero nuestro artista no siempre fue así. Por lo menos hasta 1921 los retratos lo muestran decididamente gordo, con sombrero “rancho de paja” o con peinado de raya al medio, tipo Florencio Sánchez. Hubo épocas en que, cuando se quitaba la faja, desplegaba un gran grosor, ganado pacientemente con reiterados “pucheretes” en el viejo Tropezón y en otras cantinas de las que era asiduo concurrente.
Aunque nadaba, se aplicaba masajes, jugaba pelota vasca y hacía algo de gimnasia, era en vano, porque a la salida de la  Asociación Cristiana de Jóvenes, en Paseo Colón 161, se internaba en la cantina Chantacuatro donde recuperaba y con buena fortuna “lo perdido”. El sobrepeso de entonces quedó reflejado en algunas tomas de Flor de Durazno, filme de 1917.
Hay sobre esto un relato pintoresco, contado por el autor teatral Antonio Botta (1896-1969). Botta se hallaba en Suiza cubriendo un torneo de tenis como enviado de un diario porteño cuando trabó amistad con un tennisman inglés. Terminado el torneo, viajó a París acompañando a un jugador de la delegación argentina y lo primero que hizo fue ir a saludar al Zorzal, que actuaba con notable éxito en un cabaret. Justo allí volvió a encontrarse con el tennisman, quien lo invitó junto con Gardel a pasar unos días en la residencia de la madre del jugador inglés. Ya se sabe cómo son de ceremoniosos los ingleses y cómo observan la etiqueta, más en aquellas épocas. Ocuparon unas lujosas habitaciones. La dama del palacete anunció que recibiría a tan distinguidos invitados a la hora de la cena, debían llegar con puntualidad y vestidos de gala. Todos a la espera para cenar y Gardel no aparecía; llegó tarde, vestido así nomás, y con aire campechano se acercó a la dama, entronizada en la cabecera de la larga mesa y le dijo: “Mi simpática señora, le hago una aclaración: reconozco que el frac es una prenda muy elegante y distinguida, pero yo lo uso solamente cuando interpreto tangos. Permiso y buen provecho...”.


Gardel y Sinatra
 

El periodista Mario González envió desde Perú esta anécdota, poco conocida. Cuenta que entre filmación y filmación Gardel “mataba el tiempo” cantando por radio. Ese año de 1934 la prensa neoyorkina había anunciado que a partir del 14 de enero habría dos nuevos programas en la cadena WEAF-NBC: uno sería semanal, con la orquesta de Richard Hommer y el otro incluirá la presentación de Carlos Gardel, barítono argentino (textual), todos los días a las 21 horas.
La National Broadcasting Corporation (NBC) era un poco como Radio Belgrano en la Argentina, ni tan populachera como Radio Porteña ni tan formal y nariz levantada como Radio El Mundo. Decenas de millones de yankis seguían sus programas de costa a costa, tratando de olvidar las penurias que atravesaban. Ese invierno aparece una noche a ver y escuchar el programa de Gardel un muchacho venido de la barriada de Hoboken, en la vecina Nueva Jersey. Era Francesco Albertino Sinatra Garavante, hijo de genovesa y siciliano que ya a sus 18 años de edad no había dejado macana sin hacer: expulsado de la escuela por su incorregible carácter provocador, ya tenía hechas algunas incursiones laborales (camionero, repartidor de diarios, cadete) que terminaba siempre por abandonar. De costumbre al filo de la ley, era un muchacho rápido, sobre todo para los mandados entre los mafiosos de cabotaje, así, ya contaba con más de una entrada en las comisarías. Si esa noche concurrió a los estudios de la NBC a escuchar a Gardel era un poco porque le gustaba la música y mucho porque quien le insistió a ir, para alejarlo de las malas compañías, fue su novia Nancy Barbato.
Sinatra quedó embelesado al escuchar a Gardel. Cuando termina el programa se atreve a acercarse junto a Nancy para saludarlo. Medio en italiano y medio en castellano se establece el diálogo. Gardel le pregunta a qué se dedica y Sinatra calla, un poco avergonzado. Nancy entonces le cuenta a Gardel que su novio está desperdiciando talento, ya que tiene una voz muy hermosa y en vez de cultivarla anda todo el día con otros muchachones de dudosa conducta. Gardel entonces le pone una mano en el hombro y le dice: “Mirá ragazzino, cuando yo tenía tu edad, andaba allá en Buenos Aires como vos andás ahora en Nueva York. Pasaba todo el día en compañías no muy recomendables cerca del mercado de Abasto, compañías casi iguales a las que vos frecuentás”.


Gardel y Julio De Caro

De la relación personal que surgió entre el Morocho y Julio de Caro han quedado muchos testimonios, como los que refieren a sus encuentros en el café Real de Corrientes y Talcahuano o las frecuentes visitas al Hipódromo de Palermo. Pero en una entrevista publicada en 1957 en la revista Mundo Argentino, De Caro recordaría la primera vez que vio al Zorzal y en qué circunstancias quedó sellada desde el principio aquella amistad: “En 1918 yo tocaba con Eduardo Arolas. En el ambiente artístico se hablaba mucho de un cantor que había hecho famoso el tango ‘Mi noche triste’ y que cantaba con José Razzano en el Teatro Esmeralda (hoy Maipo). Movido por la curiosidad, hasta allí me dirigí una noche y quedé (como todos) admirado. Cuando finalizó la función me hice presente en el camarín de Gardel para saludarlo y felicitarlo. Al verme, Carlitos exclamó: '¡Pero vos sos el pibe que toca el violín con Arolas!' Sin habernos tratado, los dos nos conocíamos. Así empezó mi amistad con él, que habría de perdurar tantos años”.
Estas cuatro anécdotas son apenas unas pocas de las tantas memorables que se conocen del Morocho del Abasto, pero que elegimos especialmente por ser poco difundidas y porque reflejan su carácter un tanto impredecible que lo acompañó toda la vida.

Miguel Eugenio Germino

Fuentes:
-http://www.lptango.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=168:gardel-y-de-caro&catid=7:carlos-gardel&Itemid=5

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nancy Sinatra fue su hija,no su novia.