martes, 4 de marzo de 2014

EDITORIAL PERIÓDICO PRIMERA PÁGINA Nº 226 DE MARZO DE 2014



EDITORIAL Nº 226 MARZO 14 





Desde comienzos de la Revolución Industrial (hacia 1750) hasta nuestros días, mucha agua pasó bajos los puentes. Sin embargo, Argentina como país agrario por mandato de los imperios, hoy se ve obligada a someterse a una “revolución agrícolo-ganadera” artificial y falsa, adulterada en los últimos tiempos por la manipulación de la naturaleza con agroquímicos, sustancias cuyo objetivo es mantener y mejorar cultivos, aunque perdiendo de vista los efectos nocivos que éstos provocan en la salud de vegetales y animales. Además de la creación de especies modificadas (transgénicas: transformados- transmutados).

La valiente periodista francesa Marie Monique Robin, viene denunciando desde hace más de 20 años la magnitud del desastre ecológico mundial producido por estos elementos.

Campañas de ocultamiento, sobornos, asesinatos y complicidad oficial, especialmente de la hoy primera potencia mundial, se sucedieron y se suceden para continuar envenenando al mundo, sobre todo a los más vulnerables, que son las primeras víctimas.

 El documental de Robin, llamado El mundo según Monsanto, está basado en el testimonio de agricultores, científicos, políticos, documentación inédita y evidencias concretas, que ponen en evidencia el daño real producido. Asimismo sobre la evolución y desarrollo expansivo de Monsanto, la primera empresa del mundo productora de semillas transgénicas, con presencia destacada en más de 46 países y que ha contaminado el planeta entero. Incluso se habla de niveles no aceptables de PCB en la sangre (Bifeniles Policlorados) de todos los seres humanos.

 El único objetivo ha sido y es el beneficio económico, ganado mediante la venta de productos claramente perjudiciales para la naturaleza y el ser humano como son el PCB, los OMG (Organismos Modificados Genéticamente), el Agente Naranja (usado en Vietnam por los Estados Unidos), la Hormona bovina o Somatotropina bovina y su popular Roundup (Glifosato).

 Los beneficios económicos que obtiene esta multinacional son incalculables. En la actualidad controla más del 90% del mercado mundial de semillas transgénicas y un importante volumen de la producción alimentaria, con lo que expande cada vez más su poder.

Monsanto se presenta como una "Compañía Agrícola", cuyo trabajo es "ayudar a los agricultores a producir alimentos más sanos, reduciendo a la vez el impacto de la agricultura sobre el medio ambiente". Trabaja bajo la falsa premisa de "desear el bienestar de la humanidad". ¡Mentiras!, las pruebas acumuladas demuestran todo lo contrario.

Marie advierte sobre el peligro de la ingesta de alimentos transgénicos, teniendo en cuenta que comienza a concluirse sobre la incidencia que tienen los químicos y elementos artificiales en la aparición de cáncer y muchas otras enfermedades.

Si leemos sobre causas ambientales de las extinciones masivas sabremos que, en efecto, éstas han desempeñado un papel fundamental en el proceso evolutivo. Darwin no solo discutió el origen sino también la disminución y la desaparición de las especies. La evolución de una especie provoca adaptaciones en las otras y viceversa, lo que provoca cambios. Pero Monsanto, manipulando la naturaleza logró modificar las especies en forma artificial. ¿Con qué derecho mundial Monsanto nos somete a esta adaptación, sino con banales intereses económicos?

Esta periodista e historiadora francesa, mujer valiente y porfiada, se ha desplazado por diversas partes del mundo para atestiguar los acontecimientos, incluso se vio obligada a sortear peligros y, no pocas veces, afrontó amenazas de muerte a raíz de sus reportajes. En un capítulo del libro, titulado "Paraguay, Brasil, Argentina: la República unida de la soja", relata el ingreso de ese cultivo en estos países hoy entre los mayores productores del mundo, realizado a través de una política de hechos consumados que obligó a las autoridades a legalizar centenares de hectáreas plantadas con granos contrabandeados.

No existen compañías individuales compitiendo entre ellas, como pretenden decir los defensores del libre mercado. Y lo más grave es que las decisiones sobre qué producir y a quién vender han dejado de estar en manos de los agricultores y han caído en manos de unas pocas corporaciones transnacionales.

Otras empresas como Cargill, Nestlé, Unilever, ConAgra y muchas otras, además de Monsanto, se adhieren a ese tipo de manipulaciones que encierran fuertes implicaciones para las economías de los países, al modificar sus paisajes, sus comunidades rurales y hasta los hábitos alimenticios de sus sociedades y que finalmente envenenan el suelo y a quienes lo habitan.

La soja o soya es el alimento transgénico más difundido y comercializado en el mundo. ¿Se ha preguntado de dónde proviene y por qué la mayoría de los alimentos procesados contienen soja transgénica? Encontramos soja (conocido también como Glycine max) en casi todos los productos envasados: aceites, chocolates, alimentos para niños, leche, sopas, galletas, pan, cereales, etc. Un gran porcentaje de la soja está genéticamente modificado (99%), y también presenta uno de los niveles más altos de contaminación por pesticidas de entre todos los alimentos.

 Ninguno de sus productos respeta el etiquetado de transgénicos, por lo que la mayoría de las personas no tienen idea acerca de los ingredientes tóxicos genéticamente modificados que consume.

 Más de 40 países en el mundo exigen el uso de etiquetas para este tipo de alimento, así es en la mayor parte de Europa, Japón e incluso China e India. En nuestro país, empresas de agroalimentación y biotecnología como Monsanto, Dupont, Cargill, Dow, Bayer, BASF y otros han invertido millones de dólares para evitar la iniciativa del etiquetado recomendado por la OMG, conocida como Proposición 37.

 Hasta aquí el alerta. De ahora en más dependerá de cada uno de nosotros consumir productos de dudosa procedencia transgénica, y aceptar que los campos continúen contaminándose, pero es responsabilidad de los gobiernos el resguardo de la salud de sus habitantes.

 Hasta la próxima



PLAZA FUMAROLA



OTRA VEZ LA PLACITA FUMAROLA ES NOTICIA

INUNDADA TRAS LA ÚLTIMA TORMENTA


La placita Fumarola, otrora “Del mientras tanto”, urbanizada por los vecinos con su esfuerzo físico y económico, es otra vez noticia, y desgraciadamente no para bien.
Desde su remodelación e reinauguración hace pocos meses, se produjeron diferentes irregularidades.
Una de ellas es la falta de drenaje para el agua de lluvia, debido a lo cual tras cada tormenta la plaza queda anegada durante varios días.
En el sector donde antes había una mini canchita para los chicos se colocó un atracadero de bicicletas, que nadie usaba, un cambalache que se complementaba con una gran bicicleta de metal, hoy oxidada y antiestética. Finalmente se logó retirar el atracadero. Un triunfo de los vecinos, queda así liberada la canchita para los pibes.
El “famoso mural”, acordado como un homenaje a Julio César Fumarola, solo representa figuras, raras algunas de ellas pero sin ninguna alusión ni sentido al vecino homenajeado.
 El cartel que homenajeaba a Fumarola costeado por los vecinos  que se cayó durante la última tormenta, fue retirado por la cuadrilla de limpieza y se encuentra en el depósito municipal, según versión del personal de mantenimiento. Aún no ha sido reinstalado allí donde debe estar: en la placita.
Las puertas de la plaza no se cierran por las noches, y el lugar se convirtió en un dormidero al aire libre de gente de la calle.
Los dueños de los perros no utilizan el canil, sino que dejan a sus animales deambular libremente por el lugar, en consecuencia sus deposiciones quedan expuestas en el piso de la plaza donde juegan los niños.
A pesar de la gran inversión realizada en la remodelación, la placita no cuenta con agua de riego, por lo que el césped y las plantas sufren las consecuencias.
La iluminación es deficiente, una gran parte de las luminarias no funcionan.
No se colocaron los bancos que fueron retirados, y solo hay dos grandes de madera, uno de ellos ya destrozado, no se sabe por obra de quiénes.
Los numerosos reclamos hechos en la Comuna 3 no fueron suficientemente escuchados, lo que configura un silencio que atenta contra este pequeño espacio verde, de tanto valor histórico y emocional para los vecinos del barrio.

Marta Romero





HOSPITAL RAMOS MEJIA



Del Lazareto “San Roque” al Hospital Ramos Mejía

FRENTE DEL HOSPITAL SAN ROQUE EN 1883


Por tal razón la salud popular era practicada por curanderos, veterinarios que oficiaban de médicos y hasta por barberos que incursionaban en las primeras cirugías.
El hombre, a lo largo de su historia fue siempre campo fértil para las epidemias, las grandes pestes; la ciencia llegó siempre con atraso para combatirlas.
Nuestra América, especialmente después de la conquista, fue asolada por plagas y pestes, muchas de ellas traídas desde Europa por los conquistadores. En una población sin defensas desarrolladas para las nuevas enfermedades, los resultados fueron desastrosos: causaron más muertes que las muchas que produjeron las campañas militares.
 Las más mortales fueron las epidemias de cólera, en 1856, 1886 y 1894, y las de fiebre amarilla, en 1852, 1858, 1880 y 1871 (la más mortífera), esta última produjo más de 14 mil muertes, lo que hizo rebasar al antiguo Cementerio del Sur (hoy Parque Ameghino en Caseros al 2300). Allí se levanta un monumento a los caídos por la fiebre amarilla de ese año.
A raíz de la experiencia que hubo de atravesar Buenos Aires con dichas enfermedades, para 1868, durante la gestión del Dr. Juan A. Aldao como presidente de la Comisión Municipal, se buscó un sector alejado del casco urbano, alto, seco y de buena vegetación, que sirviera para aislar y tratar a los pacientes. Y lo habilitaron, en una antigua quinta del barrio de Balvanera, aproximadamente entre las actuales calles Urquiza, México, 24 de Noviembre y Venezuela: el Lazareto “San Roque”.
En el año 1869 quedaron conformadas entonces dos grandes salas-barracas de madera, de 20 metros de largo por seis metros de ancho y cinco de alto, más 10 habitaciones de barro que se utilizaban para la administración, consultorios externos, botica y recinto de peones y enfermeros. Las construcciones, además de precarias resultaron insuficientes, por lo que se resolvió ampliarlas, aunque cuando promediaban las obras éstas quedaron paralizadas por unos seis años, por falta de presupuesto. Se reanudaron en 1881, con la intendencia de Torcuato de Alvear. La dirección estuvo a cargo del arquitecto Juan Bautista Buschiazzo, quien adoptó el estilo arquitectónico que dominaba en aquella época para los edificios destinados a la salud. Un estilo sencillo pero no desprovisto de elegancia.
Sobre un terreno de 16.900 metros cuadrados, en casi dos manzanas, el antiguo Lazareto pasó a ser el “Hospital San Roque”, inaugurado oficialmente el 12 de agosto de 1883.
El frente principal del edificio presentaba un cuerpo medio sobresalido, como logia arquitectónica, a modo de galería o pórtico sostenido por columnas y arcos. En planta baja funcionaban la dirección, administración, mesa de entradas y sala de guardia. El piso superior lo ocupaban los dormitorios de médicos y practicantes; contaba con ocho pabellones con capacidad para 240 camas, en aquel entonces exclusivo para hombres.
El acceso se realizaba por un zaguán de entrada que desembocaba en un gran jardín rectangular encuadrado por galerías de altas y elegantes columnas que unían los distintos pabellones. A un costado se integraba como parte del conjunto la capilla que conservaba el mismo estilo del hospital.
Era director de la entonces Asistencia Pública el Dr. José María Ramos Mejía (1850-1914), historiador, sociólogo y psiquiatra argentino.
En 1886 incorporan al hospital el servicio de medicina infantil dirigido por el Dr. Facundo Larguía, y se instaló también un horno de esterilización.
Las instalaciones de este centro de salud sufrieron múltiples ampliaciones y reformas. La primera fue en 1888, con la construcción de cuatro nuevos pabellones, más otros dos que quedaron habilitados en 1892 y con lo que ascendió a 600 el total de camas. En su nueva edificación se aprovechó una gran cantidad de elementos de la demolición provenientes de la apertura de la Avenida de Mayo, inaugurada en el año 1894.
En el año 1904 se ubicó en el establecimiento la Cátedra de Clínica Obstétrica y Ginecológica Eliseo Cantón, dependiente de la Facultad de Medicina, con lo que los servicios se ampliaron también a las mujeres.

JARDINES INTERIORES Y LA NUEVA CAPILLA AÑO 2009

 Tras la muerte del Dr. Ramos Mejía, en 1914, el establecimiento sanitario fue rebautizado con aquel prestigioso nombre, y un busto realizado en 1935 por el escultor José Fioravanti lo recuerda justo en la entrada.
Con tantas reformas que sufrió en sus 130 años de vida, la fisonomía distintiva del proyecto inicial quedó sepultada por toneladas de cemento, comenzando por su hermosa fachada original de la calle Urquiza 609, que quedó absolutamente desvirtuada, reemplazada por una absurda mezcla de estilos.
Otro tanto ocurrió con las galerías, que fueron cerradas con hierro y vidrio, para hacerlas más funcionales, aunque eso significó desestimar su estilo arquitectónico; no caben dudas de que faltó realizar un estudio previo y un proyecto que podría haber preservado sus rasgos originales. Asimismo, la capilla fue demolida hacia la década de 1920 y en su lugar construyó  otra en el centro del parque, que para nada respetó la elegancia sencilla del edificio inicial.
Por este acreditado establecimiento de salud desfilaron los más destacados especialistas, entre ellos los doctores Pedro Chutro y los premios Nobel, Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir, como así también el Dr. Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista.
Actualmente el Hospital Ramos Mejía es el único que cubre la salud pública en la amplia zona de los barrios de Balvanera, San Cristóbal, Almagro y Boedo. Sin embargo, se integra al conjunto de establecimientos públicos de salud con grandes deficiencias edilicias por falta de adecuado mantenimiento, escasez de insumos hospitalarios así como de personal médico y de enfermería, ambos deficientemente remunerados.
Las distintas políticas de descentralización hacia niveles inferiores de gobierno, tanto en el orden hospitalario como de educación llevadas adelante en la década de los noventa, vinieron a resquebrajar aun más el alicaído sistema público. En el caso de la salud, con la pretensión de suplirlo por las Obras Sociales Sindicales y un régimen privado caro y escasamente accesible.
El progreso, como se llamó a sí mismo, actuó disfrazado de tal arrasando todo a su paso, sin pensar que la mal entendida funcionalidad moderna pueda convivir con la belleza edilicia arquitectónica de un pasado que sólo es superado en apariencia, pero no en realidad, ya sea por la calidad de los materiales utilizados como por lo poco elegante de sus líneas.

 Miguel Eugenio Germino

Fuentes:
-La Administración Sanitaria de la Ciudad de Bs. As. Tomo II, MCBA, 1908.
-Aslan, Liliana y otros, Bs. As. Balvanera 1817-1970, Facultad de Arquitectura de Bs. As.
-Piñero, Alberto G. y Trueba, Carlos M., Balvanera y El Once, Fundación Boston, 1996.
-Periódico Primera Página, nº 24 de octubre de 1995.
-http://arquitecto-buschiazzo.blogspot.com.ar/2009/10/caba-gralurquiza-609-ex-hospital-san.html
-http://www.taringa.net/posts/info/12010475/Resena-Historica-de-los-Hospitales-Portenos.html