EDITORIAL
SEPTIEMBRE 2014 Nº 232
La famosa frase laissez faire, laissez passer
es una expresión francesa que significa «dejen
hacer, dejen pasar», se refiere a la completa libertad económica, el libre
mercado, la libre manufactura sin control, los bajos o nulos impuestos y el escaso
control laboral por parte de los gobiernos.
En la segunda mitad de aquel siglo, en el calor de la Revolución Industrial
inglesa, Adam Smith desempeñó un papel muy importante en la popularización del
laissez-faire, tanto que es considerado el padre de las teorías de libre mercado o librecambismo. La idea principal era la no injerencia de los estados en
asuntos económicos.
Según Adam Smith, había una mano invisible del mercado que guiaba a la economía capitalista
por la cual la suma de los egoísmos responsables repercutiría en
beneficio de toda la sociedad y el desarrollo económico. Las regulaciones
sociales, desde este punto de vista, resultaban poco deseables.
Hoy día la expresión francesa se
utiliza como símbolo o sinónimo de liberalismo
económico, o del moderno neoliberalismo. Sin embargo, hasta la propia Unión
Europea tiene leyes de defensa del consumidor y la competencia.
Es lamentable, pero es real, que en pleno siglo XXI existan
políticos opositores apolillados que
pretendan resucitar esas viejas y perimidas prácticas que se creían superadas, pero el
tema es más complejo, estos políticos apolillados, responden a aquella “mano
invisible” camuflada, que pretende dejar al Estado sin
armas de defensa para el resguardo de los sectores más vulnerables de la
sociedad frente a la cartelización, el monopolio y el oligopolio, figuras todas
creadas para fortificar aquel liberalismo brutal.
El escándalo viene a raíz de los tres proyectos que el Poder Ejecutivo presentó al Parlamento para terminar
con la trampa empresarial de culpar al
“gran bonete” por la suba injustificada de precios, y el escamoteo de la mercadería
con los nuevos “precios cuidados”; fallaron la sanciones porque faltaron las
clausuras y la prisión de los agiotistas especuladores.
Los mercenarios de la
política llaman “gasto público” a toda inversión que se destine a favorecer la
educación, la vivienda, la salud y el bolsillo de los trabajadores. Casi todos
los precandidatos a presidente opositores, preparados en las gateras para
lanzarse al ruedo, coinciden al respecto, no vale nombrarlos, todos los
conocen, están fuertemente publicitados por el Grupo Clarín (un puro de Adam Smith), como pata necesaria.
Esos proyectos son consecuencia del
abuso de las multinacionales y el empresario cipayo en el incumplimiento de las
leyes ya vigentes, como la de Abastecimiento.
Tienen como fin evitar los abusos por parte de los grupos económicos
concentrados, defender el interés de los usuarios, mediante un nuevo foro judicial, rápido y expeditivo
que evite la "apropiación indebida
de los excedentes de la cadena de valores", y "brindarles
nuevas herramientas a los consumidores para que puedan ejercer efectivamente
los derechos consagrados por la Constitución”, según lo especificó el secretario de Comercio.
La justicia tardía no es
justicia (como ocurre hoy con miles de jubilados empantanados en los vericuetos
del poder judicial por más de 10 años).
Por algo ladran desde la Asociación Empresaria Argentina, la Unión
Industrial, la Cámara de Comercio y por lógica, la siempre activa Sociedad
Rural. Sangran por su herida de empedernidos especuladores, aprovechadores que
se apropian de la riqueza que el trabajador produce, porque sin el trabajador
no hay riqueza, y sin riqueza no hay país.
Por otro lado avanza en el Congreso el proyecto
de “Pago soberano de la Deuda externa”,
proponiendo la jurisdicción local, para desactivar las injerencias externas en
asuntos soberanos del país por el Juez Griesa,
tal como opina el economista y Premio Nobel de
la Paz, el norteamericano Joseph Stiglitz.
Atención
señores, guárdense el laissez faire, la mano invisible del capital, y el fallo del juez de los holdouts en el cofre de los recuerdos de
una historia trágica, la que hoy pretenden reeditar como hipocresía de los insaciables
poderosos.
Estén tranquilos señores, que el
pueblo ya es adulto, no consume vidrio molido, y les impedirá volver al pasado,
a ese pasado que supieron construir con la destrucción y el endeudamiento del
país, la desocupación y el empobrecimiento del pueblo trabajador.
Hasta la Próxima