lunes, 24 de noviembre de 2014

LA VUELTA DE OBLIGADO


20 de noviembre de 1845 - La Vuelta de Obligado                 
La Vuelta  de Obligado
UNA GESTA EN DEFENSA DE LA SOBERANÍA NACIONAL


El 20 de noviembre de 1845, siendo el general Juan Manuel de Rosas responsable de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, tuvo lugar el  enfrentamiento con fuerzas anglofrancesas conocido como la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro. La escuadra anglofrancesa intentaba obtener la libre navegación del río Paraná para auxiliar a Corrientes, provincia opositora al gobierno de Rosas. Esto permitiría que la sitiada Montevideo pudiera comerciar tanto con Paraguay como con las provincias del litoral. El encargado de la defensa del territorio nacional fue el general Lucio N. Mansilla, quien tendió de costa a costa barcos “acorderados” sujetos por cadenas. La escuadra invasora contaba con fuerzas muy superiores a las locales. A pesar de la heroica resistencia de Mansilla y sus fuerzas, la flota extranjera rompió las cadenas y se adentró en el Río Paraná.
Fuente: Extracto para El Historiador del libro Los mitos de la historia argentina 2, de Felipe Pigna, Buenos Aires, Planeta. 2004.
Quizás uno de los aspectos más notables e indiscutidamente positivos del régimen de Rosas haya sido el de la defensa de la integridad territorial de lo que hoy es nuestro país. Debió enfrentar conflictos armados con Uruguay, Bolivia, Brasil, Francia e Inglaterra. De todos ellos salió airoso en la convicción –que compartía con su clase social- de que el Estado era su patrimonio y no podía entregarse a ninguna potencia extranjera. No había tanto una actitud nacionalista fanática que se transformaría en xenofobia ni mucho menos, sino una política pragmática que entendía como deseable que los ingleses manejasen nuestro comercio exterior, pero que no admitía que se apropiaran de un solo palmo de territorio nacional que les diera ulteriores derechos a copar el Estado, fuente de todos los negocios y privilegios de nuestra burguesía terrateniente.
En el Parlamento británico se debatía en estos términos el pedido brasileño y de algunos comerciantes ingleses para intervenir militarmente en el Plata a fin de proteger sus intereses: “El duque de Richmond presenta una petición de los banqueros, mercaderes y tratantes de Liverpool, solicitando la adopción de medidas para conseguir la libre navegación de el Río de la Plata. También presenta una petición del mismo tenor de los banqueros, tenderos y tratantes de Manchester. El conde de Aberdeen (jefe del gobierno) dijo que se sentiría muy feliz contribuyendo por cualquier medio a su alcance a la libertad de la navegación en el Río de la Plata, o de cualquier otro río del mundo, a fin de facilitar y extender el comercio británico. Pero no era asunto tan fácil abrir lo que allí habían cerrado las autoridades legales. Este país (la Argentina) se encuentra en la actualidad preocupado en el esfuerzo de restaurar la paz en el Río de la Plata, y abrigo la esperanza de que con este resultado se obtendrá un mejoramiento del presente estado de cosas y una gran extensión de nuestro comercio en esas regiones; pero perderíamos más de lo que posiblemente podríamos ganar, si al tratar con este Estado, nos apartáramos de los principios de la justicia. Pueden estar equivocados en su política comercial y pueden obstinarse siguiendo un sistema que nosotros podríamos creer impertinente e injurioso para sus intereses tanto como para los nuestros, pero estamos obligados a respetar los derechos de las naciones independientes, sean débiles, sean fuertes.
El canciller Arana decía ante la legislatura: ¿Con qué título la Inglaterra y la Francia vienen a imponer restricciones al derecho eminente de la Confederación Argentina de reglamentar la navegación de sus ríos interiores? ¿Y cuál es la ley general de las naciones ante la cual deben callar los derechos del poder soberano del Estado, cuyos territorios cruzan las aguas de estos ríos? ¿Y que la opinión de los abogados de Inglaterra, aunque sean los de la Corona, se sobrepondrá a la voluntad y las prerrogativas de una nación que ha jurado no depender de ningún poder extraño? Pero los argentinos no han de pasar por estas demasías; tienen la conciencia de sus derechos y no ceden a ninguna pretensión indiscreta. El general Rosas les ha enseñado prácticamente que pueden desbaratar las tramas de sus enemigos por más poderosos que sean. Nuestro Código internacional es muy corto. Paz y amistad con los que nos respetan, y la guerra a muerte a los que se atreven a insultarlo”.
Se ve que Su Graciosa Majestad decía una cosa y hacía otra, porque en la mañana del 20 de noviembre de 1845 pudieron divisarse claramente las siluetas de cientos de barcos. El puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente, esta vez por las dos flotas más poderosas del mundo, la francesa y la inglesa, históricas enemigas que debutan como aliadas, como no podía ser de otra manera, en estas tierras.
La precaria defensa argentina estaba armada según el ingenio criollo. Tres enormes cadenas atravesaban el imponente Paraná de costa a costa sostenidas en 24 barquitos, diez de ellos cargados de explosivos. Detrás de todo el dispositivo, esperaba heroicamente a la flota más poderosa del mundo una goleta nacional.
Aquella mañana el general Lucio N. Mansilla, cuñado de Rosas y padre del genial escritor Lucio Víctor, arengó a las tropas: “¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea”.
Mientras las fanfarrias todavía tocaban las estrofas del himno, desde las barrancas del Paraná nuestras baterías abrieron fuego sobre el enemigo. La lucha, claramente desigual, duró varias horas hasta que por la tarde la flota franco-inglesa desembarcó y se apoderó de las baterías. La escuadra invasora pudo cortar las cadenas y continuar su viaje hacia el norte. En la acción de la Vuelta de Obligado murieron doscientos cincuenta argentinos y medio centenar de invasores europeos.
Al conocer los pormenores del combate, San Martín escribía desde su exilio francés: “Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside a la República Argentina; nadie ignora el ascendiente que posee en la vasta campaña de Buenos Aires y el resto de las demás provincias, y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido, que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero; ello es que la totalidad se le unirán (…). Por otra parte, es menester conocer (como la experiencia lo tiene ya mostrado) que el bloqueo que se ha declarado no tiene en las nuevas repúblicas de América la misma influencia que lo sería en Europa; éste sólo afectará a un corto número de propietarios, pero a la mesa del pueblo que no conoce las necesidades de estos países le será bien diferente su continuación. Si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante sus hostilidades, es decir, declarar la guerra, yo no dudo que con más o menos pérdidas de hombres y gastos se apoderen de Buenos Aires (…) pero aun en ese caso estoy convencido, que no podrán sostenerse por largo tiempo en la capital; el primer alimento o por mejor decir el único del pueblo es la carne, y es sabido con qué facilidad pueden retirarse todos los ganados en muy pocos días a muchas leguas de distancia, igualmente que las caballadas y todo medio de transporte, en una palabra, formar un desierto dilatado, imposible de ser atravesado por una fuerza europea; estoy persuadido será muy corto el número de argentinos que quiera enrolarse con el extranjero, en conclusión, con siete u ocho mil hombres de caballería del país y 25 o 30 piezas de artillería volante, fuerza que con una gran facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires”.
Juan Bautista Alberdi, claro enemigo del Restaurador, comentaba desde su exilio chileno: “En el suelo extranjero en que resido, en el lindo país que me hospeda sin hacer agravio a su bandera, beso con amor los colores argentinos y me siento vano al verlos más ufanos y dignos que nunca. Guarden sus lágrimas los generosos llorones de nuestras desgracias aunque opuesto a Rosas como hombre de partido, he dicho que escribo con colores argentinos: Rosas no es un simple tirano a mis ojos; si en su mano hay una vara sangrienta de hierro, también veo en su cabeza la escarapela de Belgrano. No me ciega tanto el amor de partido para no conocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos. Sé, por ejemplo, que Simón Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires; sé que el nombre de Washington es adorado en el mundo pero no más conocido que el de Rosas; sería necesario no ser argentino para desconocer la verdad de estos hechos y no envanecerse de ellos”.
El embajador norteamericano en Buenos Aires, William Harris, le escribió a su gobierno: “Esta lucha entre el débil y el poderoso es ciertamente un espectáculo interesante y sería divertido si no fuese porque (…) se perjudican los negocios de todas las naciones”.
Dice el historiador H. S. Ferns: “Los resultados políticos y económicos de esa acción fueron, por desgracia, insignificantes. Desde el punto de vista comercial la aventura fue un fiasco. Las ventas fueron pobres y algunos barcos volvieron a sus puntos de partida tan cargado como habían salido, pues los sobrecargos no pudieron colocar nada”.
Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, mientras que los franceses lo hicieron un año después. La firme actitud de Rosas durante los bloqueos le valió la felicitación del general San Martín y un apartado especial en su testamento: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Artículos relacionados:
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar                





           

miércoles, 5 de noviembre de 2014

SÁBADO 8 DE NOVIEMBRE ACTIVIDAD SOCIO CULTURAL EN PLAZA PRIMERO DE MAYO
A PARTIR DE LAS 15 HORAS





ORGANIZA; CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN: PRESENTACIÓN DE LOS 21 PUNTOS PARA UNA LEY NACIONAL FEDERAL DE CULTURAS A CARGO DEL FRENTE DE ARTISTAS Y  TRABAJADORES DE LA CULTURA

MÚSICA EN VIVO, TÍTERES Y TEATRO PARA NIÑOS, DANZA Y PERCUSIÓN.

                     CIERRE CON "LA CHILINGA"

INVITA: PERIÓDICO PRIMERA PÁGINA



 

                


sábado, 1 de noviembre de 2014

EDITORIAL Nº 234 PERIÓDICO PRIMERA PÁGINA




EDITORIAL Nº 234 NOVIEMBRE DE 2014

"EL GRAN GARROTE" UN SÍMBOLO DEL IMPERIO




 
 “…La sangre es un mar inmenso
que baña todas las playas…

Sobre sangre van los hombres
navegando en sus barcazas:
reman, que reman, que reman,
¡nunca de remar descansan!…”

               Nicolás Guillén



América Latina fue considerada en su historia post hispánica como “el patio trasero de los EE. UU.”, asiento de los más sanguinarios dictadores, tolerados, ayudados, favorecidos, y socorridos por “la gran democracia del norte”.

De nada interesaban entonces los tan mentados Derechos Humanos de aquella “democracia” para la que solo valía “la Doctrina Monroe”, obra del presidente James Monroe, anunciada en 1823. Como si fuera poco, Theodore Roosevelt introduciría la política del Big Stick o Gran Garrote, o más clarito: del uso de la fuerza como medio para someter a los gobiernos democráticos latinoamericanos. Se puede afirmar con certeza que fue éste el inicio del ciclo imperial de los Estados Unidos. Así la raza humana se vio obligada a navegar en frágiles barcazas en un mar inmenso impregnado de su propia sangre.

Y… proliferarán al sur del Río Bravo, y a lo largo de los ríos Orinoco, Amazonas y Paraná los más sangrientos dictadores que la amnesia del mundo y el encubrimiento de la “historia oficial” relegan al olvido: Stroessner en Paraguay, Somoza en Nicaragua, Duvalier en Haití, Trujillo en República Dominicana, Batista en Cuba, Pinochet en Chile, Videla en Argentina… y tantos otros…

Sin embargo, nuevos vientos soplan por estas latitudes, y ya las garras sangrientas de aquellas doctrinas no pueden continuar con su obra, al menos con los mismos métodos…



“¡Que salga la vida al sol,
de donde tantos la aguardan,
y veréis cómo la vida
corre de sol empapada!”



Otros serán los tiempos y otras las historias, y junto a éstos surgieron nuevos líderes americanos que vendrán a completar la obra de Bolívar y San Martín, vendrán a implementar nuevas políticas de distribución contra las de acumulación, de liberación contra las de dependencia, de justicia social contra las de ajuste…

Todo es cuestión de tiempo, porque los agoreros y adoradores de tiranos, los amantes de “lo foráneo”, los encubridores desde los medios aún en manos del “Big Stick”, no podrán doblegar la voluntad liberadora de los pueblos… Y por el Paraná, el Orinoco, el Amazonas, correrán otras aguas, y por más que hagan abuso de la palabra por TV, la  Prensa y la radios, no lograrán retroceder la historia.




“… ¡Ay del que separa niños,
porque a los hombres separa!
El sol sale cada día,
va tocando en cada casa,
da un golpe con su bastón,
y suelta una carcajada...”


En el orden particular de nuestro país no podrán aquellos recitadores de catecismos errabundos, que como el “radical” Sanz, o el “socialista” Binner, o los Tonelli, los Aranda, los Bullrich… y tantos otros ¡tantos otros! (“toda la oposición junta no junta un balde de bosta”, según Lanata, el “comunicador estrella”).

Traducido: Lanata y Magnetto se desayunaron que aquellos políticos “no miden… les falta capacidad”

No podrán derogar las conquistas logradas: jubilación para todos, TV digital gratuita para todos, Fútbol gratuito para todos, YPF recuperado, el nuevo Código Civil, la Ley de Medios, la Asignación Universal por Hijo, y por sobre todo el derecho a ver y escuchar libremente, a pensar y decidir sin injerencias extranjeras, ni de los cipayos locales.

Puede faltar todavía mucho camino por recorrer, sí, pero… ¡nunca hacia atrás, siempre hacia adelante! ¡Siempre adelante… adelante!


 
“…Ay de quien no tenga sangre,
porque de remar acaba,
y si acaba de remar,
da con su cuerpo en la playa,
un cuerpo seco y vacío,
un cuerpo roto y sin alma,
¡un cuerpo roto y sin alma! . . .”


Hasta la Próxima