MI BISABUELO EN EL
ABASTO
Hoy voy a escribir sobre mi bisabuelo. Vino a este país
cuando era un bebé junto a su padre, a su hermanito de 4 años y una señora que
cuidaba de ellos, porque su mamá había fallecido después del parto.
El destino quiso que por una equivocación llegaran a este
país, su padre no sabía leer bien y en vez de subirse al barco que zarpaba
hacia Australia se subió al que decía Argentina. Tal vez se guió por la primera
letra.
Buscaba una mejora económica y el olvido del triste final
de su querida amada.
El barco que venía de Polonia arribó al puerto argentino
luego de una travesía de un mes.
Se establecieron a dos cuadras del Mercado de Abasto, mi
bisabuelo fue creciendo junto a una barra de amigos, que al principio jugaban a
la pelota en la calle y luego con los años, ya adolescentes, se sentaban en el
umbral de la casa para charlar de sus momentos.
La charla se paraba cuando pasaba una señora, con mirada
muy dulce, que venía de realizar las compras. Y entonces mi bisabuelo se paraba
y le decía: –Señora, permítame acompañarla con las bolsas.
–¡Gracias muchachito!, le respondía ella. A él le encantaba entrar a su casa, pasar
por un zaguán hasta llegar a la sala principal y ver la claridad que se
traspasaba por dos grandes ventanas que daban a la calle, luego seguía por un
patio descubierto hasta llegar a la cocina.
Allí se quedaba tomando un tazón de café con leche y
escuchando las anécdotas que contaba sobre su hijo. Lo que le gustaba a mi
bisabuelo era cuando éste regresaba a la casa, luego de las giras por trabajo y
en la puerta le decía: – ¡Pibe, cuidame bien a la viejita cuando yo
no estoy!
Hasta que un día y por varias semanas, no la vio más, y
era lógico, había fallecido su único hijo en un accidente aéreo.
“La anciana ya no volvería a estar como antes, yo seguía
acompañándola, y ella me seguía hablando de él entrecortada por el llanto”.
¡Adiós doña Berta! ¡Adiós Carlitos nuestro zorzal
criollo!
Lucas Giannotti
Periodista