Nació como medio alternativo en septiembre de 1993. Refleja la identidad y la historia de los barrios de Balvanera y Almagro, brindándo un instrumento de ayuda a mejorar la calidad de vida. En el año 200l recibió el Primer Premio de la “Orden Civil Heráldica de la Amistad”, entre más de 130 Barriales de Capital y Gran Bs As, además el Premio Mario Bonino UTPBA 2012, Palmiro Vanoli 2012 y 2014, y otros. Se lo encuentra en más de 350 lugares, y es de distribución gratuita.
miércoles, 3 de marzo de 2010
JUAN DE GARAY Y EL REPARTO DE INDIOS
EL 11 DE MARZO DE 1582
JUAN DE GARAY Y EL REPARTO DE INDIOS
EN LA NUEVA ALDEA
“Como americana pienso que la ocupación de América por los europeos ha sido una tragedia y supongo que estará en nosotros, aquellos descendientes de esos invasores, estemos mestizados o no, cambiarle la cara a esta macabra historia.”
Magdalena Roca Figueroa
Sobrina biznieta del General
Julio Argentino Roca
El 11 de junio de 1580 Juan de Garay funda definitivamente Buenos Aires. A diferencia de la primera fundación de 1536 por Don Pedro de Mendoza, esta vez la invasión fundante no provino directamente desde España, sino de Asunción del Paraguay, lugar donde se habían refugiado los sobrevivientes de la fallida expedición de Mendoza.
El grueso de este nuevo contingente 44 años después, estará integrado por los denominados “mancebos de la tierra”, producto del mestizaje del conquistador español con la india nativa.
Establecido Garay en “El Fuerte” local, repartirá primero tierras entre sus capitanes y hombres de confianza que lo acompañaron, luego, en 1582, distribuirá entre ellos indios, a fin de ocuparlos en tareas de agricultura, construcciones y servicio doméstico, faenas consideradas un tanto inaceptables para las “delicadas” manos conquistadoras.
LAS INVASIONES ESPAÑOLAS
Como por lo común se enseñó en la escuela primaria hasta no hace mucho, el 12 de octubre se celebraba el “Día de la Raza”; hoy desmitificado, ya que se lo señala en cambio como la fecha que recuerda el comienzo de las “Invasiones Españolas”.
La antigua institución española de los Adelantados se difundió durante la conquista, con la irrupción de buscavidas, mercenarios y aventureros que se animaban a los largos y riesgosos viajes, tan lejanos como inciertos, alentados por las promesas de ilimitada riqueza fácil. Estos debían fundar ciudades, cobrar impuestos, cristianizar al nativo y arrear con cuanto metal precioso se hallara en su camino. Implicaba arriesgar escasas inversiones, comparadas con los óptimos beneficios a repartirse entre estos adelantados y la Corona. No fue casual que en el Diario de Colón, en las primeras semanas de su arribo, la palabra “oro” se repitiera nada menos que 75 veces.
Así, en “América” (así llamada por referencia a Américo Vespucio) se convertían en padres y señores de las tierras conquistadas, dueños de la vida y de la muerte, exterminando al indio o, en el mejor de los casos, decretando su expulsión y confinamiento.
Lo que para los europeos –que se sentían el centro del universo–, era un “descubrimiento”, para los pueblos originarios fue la trágica realidad de que ya no podrían decidir libremente por sus vidas, religión, trabajo y costumbres.
Cristóbal Colón (1451-1506) era un joven rico y ambicioso, un comerciante de Génova que se deleitaba con la lectura de los libros de Marco Polo sobre las incursiones que había realizado por la China, así como con el estudio de los limitados mapas de la época.
La planificación de sus cuatro viajes a tierras que consideró hasta su muerte “indias”, sería para él un desafió más que atractivo y seductor. Moriría sin saber que había llegado a otro continente, uno desconocido para los europeos. Colón tenía una idea bastante sensual de la forma de la tierra; según una carta enviada a la Reina Isabel: “El mundo no es redondo, sino que tiene forma de teta de mujer, y la parte del pezón es la más alta, cerca del cielo, y por debajo de él la línea equinoccial y el fin del oriente, adonde acaban toda tierra e islas del mundo”.
El contrato de conquista, firmado el 17 de abril de 1492, tenía más de mercantilista que de científico o que del idílico espíritu aventurero que se le ha adjudicado después. Estipulaba que sería designado virrey y gobernador de los territorios a descubrir, de los que recibiría el 10% de todo el tráfico mercantil futuro.
Desembarcó en lo que el creía eran las Indias Orientales, y de allí el nombre de “indios” endilgado a los nativos occidentales, del que jamás se despegarían, además llegará con la cruz, para imponer una religión, y con la espada, para imponer “el orden”.
LA PRIMERA INVASIÓN AL RÍO DE LA PLATA:
PEDRO DE MENDOZA (1487—1537)
La de don Pedro y sus socios será la primera invasión a estas playas del Río de La Plata, que descubriera Juan Díaz de Solís (? –1516), al que bautizara “Mar Dulce” por la falta de salinidad de sus aguas. No era mar sino río, pero se internó en él pensando que era el entonces buscado paso al Pacífico. No lo encontrará, pero sí hallará su muerte, posiblemente a manos de los charrúas, que con casi seguridad comieron sus carnes. Como diría muchos años después Jorge Luis Borges: “…allí donde ayunó Juan Díaz de Solís y los indios comieron…”
Mendoza, de la nobleza castellana, llega en 1536 a la desembocadura de este río con 14 barcos, 1.200 hombres y tan sólo 15 mujeres, además introdujo 72 yeguarizos, que 40 años más tarde se propagarían por la pampa. La primera fundación –también se presume– se hizo en la zona del actual Parque Lezama.
Para los españoles América era un continente vacío, cuya población fue considerada por mucho tiempo una sub-especie algo más evolucionada que la animal. Pero el continente tenía dueños, y en estas pampas del sur ellos eran los querandíes, una etnia del pueblo “pampa”, que habitaban en pequeñas comunidades y subsistían fundamentalmente con lo obtenido mediante la caza o la pesca. Los visitantes intrusos (“conquistadores”), en su parasitaria pretensión intentaban ser abastecidos de víveres por los nativos, considerados animalejos. Se equivocaron, porque pronto se suspendería la alimentación, y lo que comenzó como una relación “amistosa” terminó abruptamente a partir del primer día en que no llegaron las vituallas.
Ante un intento de persecución sobrevino el sitio al campamento, le siguieron ataques periódicos y el inevitable fin del endeble poblado invasor, que sucumbiría por hambre. De los 1200 que llegaron sólo quedaron apenas 650. Algunos regresaron a España, Mendoza entre ellos, que moriría en el viaje afectado por la sífilis que ya padecía. El resto, al mando de Ayolas, emprendería un largo viaje al norte, donde Juan de Salazar y Espinosa fundaría Asunción del Paraguay en 1541.
Allí encontrarán en los guaraníes la recepción que los querandíes les negaron. Además de alimentación les brindaron sus mujeres, lo que en un corto plazo daría origen a una nueva ralea, denominada “mancebos de la tierra”, mestizos que pronto superarán en número al grupo español original. Más tarde se los conocerá como “criollos” (del portugués “crioullo”, que designaba al hijo del amo con su esclava negra). También se llamará criollo, con sentido más extenso, al hijo de español nacido en esta tierra.
LA SEGUNDA INVASIÓN AL RÍO DE LA PLATA Y DON JUAN DE GARAY (1528 - 1583)
Garay, residente desde 1560 en Asunción, organiza desde allí nuevas fundaciones al sur. En 1573 funda el primer emplazamiento de la actual provincia de Santa Fe, sobre el río San Javier, como puerto de las embarcaciones desde y hacia España. Ya en enero de 1580 comienza los preparativos para nuevas fundaciones aún más al sur, sobre el Río de la Plata.
El grupo principal de la expedición será el de “los mancebos de la tierra”, además de colonos españoles. A ellos les ofrecerá tierras en la nueva fundación, además de ganado cimarrón a voluntad, pero asimismo les adjudicará indios para labrar la tierra y para otros quehaceres.
La expedición constará de un grupo embarcado y otro que por tierra llevará el material más pesado. El 29 de mayo llegan a la desembocadura del Riachuelo, donde establecen un campamento inicial algo más al norte del que había instalado Mendoza en 1536.
Con la experiencia de la fracasada primera fundación, Garay salvará los iniciales escollos de la agresividad de los nativos. Por otra parte tenían ante sí una pampa en la que se estimaba que existían diseminadas 48 millones de cabezas de ganado, lo que fue dando lugar a una incipiente y redituable industria del cuero. Tal era la ambiciosa expectativa que se dio en llamar “la civilización del cuero”.
Hubo una entrega inicial de parcelas en el ejido urbano compuesto por las primeras cuarenta cuadras entre las hoy calles Independencia y Viamonte, con el límite norte de la calle Salta. Cada manzana de 150 varas (129.99 metros), se dividía en 4 solares (de aquella unidad dividida por 15 se llega a la actual medición de los terrenos de 8,66 metros, o sea 10 varas). A estas 40 cuadras se agregará una segunda línea de tierras colindantes para chacras, tambos, frutales, y huertas.
Ya afianzados en la zona, el 11 de marzo de 1582 se formalizará el reparto de indios de las distintas etnias entre los pobladores, especialmente entre sus capitanes y amigos, como pago por los “importantes servicios prestados”.
Dado que en el Río de la Plata no eran de aplicación las figuras de la mita y las encomiendas (1) ya existentes en el Norte, Alto Perú y Bolivia, el indio sería utilizado para la agricultura y los trabajos domésticos. De los distintos pueblos originarios, los que más aportaron mano de obra fueron los guaraníes, por ser más maleables que los pampas y charrúas, que muy dificultosamente podían ser reducidos.
Aunque en un primer momento muchos caciques aceptaron la reducción, pronto descubrieron que se habían convertido en esclavos en su propia tierra, y así es que comenzarían las rebeliones y las fugas. Algunos lograron escapar hacia la extensa pampa virgen, otros sucumbirían, víctimas de las pestes, el alcohol y la explotación.
Para impedir las fugas se dispuso que los indígenas debían llevar una “Cédula de su Amo”, la que no era otra cosa que una marca a fuego en su cuerpo, la misma que se utilizaba para el ganado. También se estableció que los indios sorprendidos de noche fuera de las reducciones podían ser detenidos por cualquiera para ser llevados a la real justicia, que consistía en someterlos a azotes en la plaza central.
Sin embargo, a pesar de la crueldad de estas leyes, las sublevaciones no disminuirán, por lo cual a no muy largo plazo se pasaría a suplantar al indio por los esclavos negros traídos de África.
El indio siguió siendo perseguido sistemáticamente a través de la pampa, en la que cada día se le iba reduciendo el territorio, hasta ser casi aniquilado por la Campaña del Desierto implementada por Julio Argentino Roca en 1878.
La historia secular muestra que entre 1580 y 1810 hubo de conformarse un estado colonial corrupto, en el que las leyes adquirían flexibilidad según el poder de quienes las aplicaban. Los indios fueron ciertamente las primeras víctimas, luego vendrían los gauchos, perseguidos durante la Colonia y también después de la independencia.
Siempre el Estado, como una constante, será la principal fuente de corrupción a través de sus funcionarios, implicados en robos, contrabando, abusos y crímenes de todo tipo.
Miguel Eugenio Germino
(l) La encomienda fue una institución característica de la colonización española de América y Filipinas, establecida como un derecho otorgado por el Rey en favor de un súbdito español (encomendero) con el objeto de que éste percibiera los tributos en trabajo que los indios debían pagar a la corona, en consideración a su calidad de súbitos. A cambio, el encomendero debía cuidar de su bienestar en lo espiritual y en lo terrenal, asegurándoles su mantenimiento y su protección, así como adoctrinamiento cristiano, lo que derivó en una nueva forma de esclavitud.
FUENTES
-Diario Clarín, 11 de Marzo de 1994.
- http://www.lsguia 2000.com/américa hispánica/ la_conquista_del_ Río…
-http://es.wikipedia.org/wiky/Juuan_de_Garay
-http://www.el histortiador.com.ar/artículos/conquista_y_colonia…
-http://www.rebelión.arg/noticias/2004/11/7324.pdf
-Jaureche, Arturo, El medio pelo…, Corregidor, 2001.
-Pigna, Felipe, Los mitos de la historia…, tomo 1, Norma, 2004.
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