EDITORIAL Nº 186 – JULIO 2010
“Hace más ruido un solo hombre gritando que cien mil que están callados.”
José de San Martín
José de San Martín
El falso proverbio de que “todo tiempo pasado fue mejor”, lleva a que la llamada “oposición” política mediática intente explicar en coro y a los alaridos, las bondades del primer centenario de 1910, en oposición al segundo, de 2010. Intenta encubrir a los gritos el fracaso de su pronóstico de inevitable caos y estampida social. Nada de eso ocurrió, y el festejo del bicentenario fue una muestra cabal de que millones de habitantes supieron ganar las calles (¡puro pueblo! de los barrios más pobres de Capital y del primer y segundo cordón del Gran Buenos Aires) para festejar con sus hijos pequeños en brazos y en cochecitos los 200 años de Mayo. La vieja táctica de denigrar todo lo que no venga de sus canales manejados por el empresariado multimediático, está haciendo agua. El bote se les hunde sin darles tiempo para ponerse a salvo. Decía con despecho Lilita Carrió que la gente salió a la calle por la crisis; se olvidó de aquellas gestas del “que se vayan todos” que su colega De la Rúa intentó ahogar en sangre cuando, pese a los catorce muertos, tuvo que huir en helicóptero. Dice el discurso opositor a dos, cuatro y veinte voces y a los cuatro vientos, que en el año 1910 se estaba mucho mejor, que Argentina estaba décima “en el ranking”. Vaya a saber de qué ranking hablarán estas señoras y señores, porque adolecen de falta de memoria histórica, falta de instrucción mínima, o falta de vergüenza. Porque la Argentina, supuesta décima potencia mundial, era en 1910 apenas una republiqueta agroexportadora, gobernada por la oligarquía y sometida a los dictados del imperio inglés en virtud de leoninos préstamos, condicionados a cláusulas de retraso, ajuste y explotación. Era presidente entonces el conservador Figueroa Alcorta. Como principal invitada en aquella fiesta centenaria venía la Infanta María Isabel Francisca de Asís de Borbón y Borbón, más conocida en su país como “la Chata”, hija primogénita de la reina Isabel II y de Francisco de Asís de Borbón. Desde su nacimiento fue princesa de Asturias, heredera del trono, hasta el nacimiento de su hermano, el príncipe Alfonso. Hoy tiene su monumento en España, en el Palacio Real de La Granja, en las cercanías de Segovia. Era la hereditaria imagen de nuestros verdugos colonizadores. En cambio, los invitados a este Segundo Centenario fueron otros muy distintos: Lula da Silva, Rafael Correa, Fernando Lugo, Hugo Chávez y Evo Morales, entre otros presidentes de una Latinoamérica en proceso de liberación de las garras imperiales. Mientras hoy estos líderes se desplazaban confundidos entre la multitud que los aclamaba en Plaza de Mayo, cien años atrás a la Infanta debieron ponerle custodia especial en un momento de aguda agitación obrera. Apenas habían transcurrido meses de la masacre de Plaza Lorea con doce muertos a cargo de Ramón Falcón; actuaban entonces en el país las bandas paramilitares y regían las leyes 4144 del año 1902, de expulsión, y la 7029 del año 1910, de restricción del ingreso de extranjeros. Se avecinaban tiempos más difíciles aún, con el campesino Grito de Alcorta de 1912, La Semana Trágica de 1919 y los fusilamientos de la Patagonia, de 1921. Claro que en 1910 algunos pocos estaban muy bien, debido a la sobreexplotación obrera, con 14 horas de trabajo, sin leyes sociales, sin aguinaldos, sin ley de accidentes de trabajo, sin jubilación, y con sueldos miserables. ¿Se puede saber qué se intenta comparar en estos dos aniversarios? ¿No resulta infame tal comparación? Este 2010 marca una agudización del ajuste de la Europa globalizada y los Estados Unidos. Quienes siempre lo impusieron en este sur maltratado, hoy deben beber su propio veneno y experimentar en carne propia los resultados. No obstante, descargan los efectos más drásticos sobre los trabajadores de sus metrópolis. Es la crisis del capitalismo, que se resquebraja de obsoleto. Mientras tanto, los pueblos y muchos gobiernos del sur avanzan lenta pero firmemente, rechazando las recetas neoliberales del FMI, por un nuevo camino de liberación, con otros organismos regionales y sistemas bancarios zonales, resistiendo el endeudamiento, que actúa como una espada de Damocles sobre sus espaldas, y rompiendo las cadenas de la dependencia. Buscan asimismo afianzar un intensivo proceso de industrialización y priorizar el comercio con los países del denominado “Tercer Mundo”. No es justo que unos pocos privilegiados griten mientras millones callan. Hace falta que mediante la aplicación irrestricta de la nueva Ley de Medios se ponga la radio, la televisión y la prensa al servicio de las grandes mayorías, para que deje de propalarse el mensaje único de los monopolios de la información.
Hasta la Próxima
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