miércoles, 23 de marzo de 2011

BARRAS BRAVAS


VELEZ-SAN LORENZO: barras bravas indomables. Policía sin criterio ni cordura. Y dirigencia que sólo produce acciones superficiales para la prensa.

Un par de aclaraciones necesarias antes del relato de los hechos: lo sucedido en el estadio de Vélez en la previa y durante el partido y su suspensión es un episodio contemporáneo del salvajismo patoteril de los grupetes conocidos como “barras bravas” que constituyen no más del 5% de los simpatizantes de un equipo que presencian un partido, cuando se trata de un compromiso futbolístico de importancia. De ninguna manera reflejan un episodio de “nuestra inseguridad de todos los días”, como ya salieron a agitar los agitadores, cuyo tema específico no es el fútbol, precisamente. Delincuentes siempre hubo -¿y habrá?- dentro de las hinchadas. E incidentes siempre hubo -¿y habrá?- con muertos incluidos. Que antes las peleas eran por los colores y ahora por la caja es otra discusión que no exime de la existencia de los desmanes. Que la policía se desorbita y revolea a quien tenga a mano -sin identificar patoteros- y que, frecuentemente, elige para blandir bastones a aquellos que les puedan hacer menos “contra” así pueden justificar su “guardia adicional” con menos riesgo, es otro de los ingredientes. Que no hay suceso que suceda, sea cual fuere su naturaleza, que no pretenda ser aprovechado por la prensa amarilla para erosionar al Gobierno Nacional: había que escuchar a Niembro afirmando que “si un dirigente sindical pretende instalar un paro nacional para ponerse a recaudo de la justicia, qué se le puede pedir a un barra brava…”, dejando de lado el análisis que sí le corresponde hacer con respecto a este incidente de fútbol, materia en la que, se supone, tiene su saber específico.

Hechas estas previas salvedades, para ubicar el contexto habría que agregar que el San Lorenzo – Vélez ha dejado de ser, desde hace rato, un partido más del fixture. En 2008, un incidente entre barras en las inmediaciones del Nuevo Gasómetro, le costó la vida a un simpatizante de Vélez y abrió las puertas al mote de “conflictivos” a los enfrentamientos entre ambos equipos. Las autoridades de las instituciones adoptan actitudes que pueden calificarse de ambiguas cuando lo que está en juego no es la rivalidad deportiva. Parecen olvidar que las sonrisitas “cachongueras” o pequeñas “gastadas” son bromas inocentes sólo para inocentes, de esos que al fútbol opacan por su ausencia. ¿Creen que no se vé en cámara que la impuesta bandera adversaria es tomada por más de un jugador que la porta con la punta de los dedos, como con asco?

¿Ignoran que los “pitecantropus bravensis” llevaban, hasta hoy, un tanteador que refriegan por las narices enemigas: San Lorenzo 1, Vélez 0 -por los muertos acumulados?

La pregunta que sigue es: ¿Cuál es la razón -que no sea miedo o conveniencia- por la que las multimillonarias inversiones en cámaras de vigilancia no identifican a los agresores y si con ellas no alcanza por qué no se recurre a las detalladísimas imágenes que brinda el “Fútbol para todos”? Y no estamos hablando, “a la represora usanza”, de cagarlos a palos, producir muertes, ni siquiera detenciones: tipo que se porta mal no entra más a un estadio de fútbol; tan simple como eso.

Después de este introito, lo de hoy:

16 hs. Salida a la cancha en forma simultánea de los equipos, cada uno portando la bandera del adversario. Saludo, sorteo y a sus arcos. Es un decir: Migliore al querer ocupar el suyo es recibido por una lluvia -literal- de serpentina de rollos de máquina registradora, la mayoría de ellos sin desplegarse, constituyendo un proyectil que pesa alrededor de un cuarto kilo (tienen un cilindro de madera en su interior).

16.09 hs. Da comienzo el partido luego de haber demorado todo ese tiempo para lograr en el enésimo intento -¿se les habrán acabado los rollos?- que no le arrojaran más nada al arquero.

Los primeros minutos trascurren con un leve dominio territorial de Vélez con alguna llegada riesgosa. Y en una réplica un misilazo del endulzado Aureliano Torres, que pasó cerca.

16.16 hs. Foul favorable a Vélez a 25 metros del arco de Migliore. Trabajoso armado de barrera. Se extienden los prolegómenos hasta que se vé caer a Migliore como alcanzado por el disparo de un Fal. Detención del juego y atención del lesionado.

A esta altura es necesario aclarar a Migliore no se lo llama “el loco” por que predomine en él su cordura -vaya para los que aseveran su teatralización-. Sea que el rollo le acertó en el medio de la nuca o que apenas le rozó un hombro, el jugador agredido desde el comienzo de las acciones no puede esperar “la primera sangre” y depender las acciones del partido y su atención hacia el mismo de la actitud delincuencial de un barra brava. Está claramente justificado que adopte una actitud que haga detener el juego hasta que la agresión cese.

16.18 hs. La parcialidad de San Lorenzo, hasta aquí desatendida por la dirección de cámaras, pasa a protagonizar, logrando destrozar la alambrada a espaldas del arco de Barovero. Las versiones más coincidentes aseguran que es el momento en que se enteran del deceso de Ramón Aramayo, un hincha del Ciclón que, según las primeras versiones periodísticas, se negó al cacheo policial y fue apaleado salvajemente produciéndole lesiones que desembocarían en su muerte en Barragán al 200, a pocas cuadras del estadio.

Alrededor de las 16.30 hs. Pezzotta decide suspender el partido ya que no están dadas las garantías -según la fórmula convencional que se invoca- mientras que se observa que un nutrido grupo de barras de Vélez abandonan el estadio. Reglamentariamente no pueden hacerlo los hinchas locales para evitar incidentes, pero parece que esta vez a la policía se le escapó el detalle, más preocupada en bañar con las mangueras a “toda” la tribuna de San Lorenzo en lugar de encargarse de los 10 o 12 exaltados que seguían rompiendo el alambrado perimetral.

A la hora de este informe ignoramos acontecimientos posteriores vinculados con la evacuación. Pero, sin disfrazarnos de Lilita Carrió -Dios nos proteja de tal dislate- podríamos asegurar con certeza que escucharemos: “Esto no puede volver a suceder”, “si hay que detener el campeonato, lo detendremos”, “con la inseguridad que hay en las calles, qué querés que pase en una cancha”, “el Gobierno debería tomar cartas en el asunto” y el infaltable “¡es una vergüenza!”. Pero todo seguirá igual, Doña Porota. Como desde principios del siglo pasado sucede con el fútbol y nadie se anima a ponerle el cascabel al gato.

¡Hasta la muerte que viene!

Mario Bellocchio

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