El 12 de octubre de 1916 asume la presidencia Hipólito Yrigoyen
¡Radicales al gobierno! ¿Y al poder quiénes?
“Nuestra misión no es la ocupación de los gobiernos, sino la reparación cardinal del origen y sistema de ellos como el único medio para restablecer la moralidad política, las instituciones de la República y el bienestar general”.
Hipólito Yrigoyen (septiembre 1919)
La decadencia del poder oligárquico, el fraude electoral, la revolución del 90, las sucesivas insurrecciones radicales, y la agudización de las luchas obreras fueron algunas de las razones que llevaron al radicalismo al gobierno.
Tras un largo período de abstencionismo, y al inaugurarse la nueva Ley Electoral de 1912, la llamada ley Sáenz Peña, en 1916 es elegido presidente Hipólito Yrigoyen, con lo cual se abre un período de 14 años de gobiernos radicales.
El suceso significó el ascenso de la clase media con apoyo plebeyo y popular, aunque en un clima de dura confrontación obrera, que llegó a su culminación durante la Semana Trágica de 1919 y la rebelión en la Patagonia en 1921.
HIPÓLITO YRIGOYEN
Juan Hipólito del Corazón de Jesús Yrigoyen, tal su nombre completo, nació en la histórica quinta familiar de Rivadavia y Matheu, el 12 de julio de 1852. Se crió y estudió en el barrio porteño de Balvanera.
Era hijo de un vasco francés, Martín, cuidador de caballos de Rosas, y de Marcelina Alem (con m y sin acento), cuyo padre fue Leandro Antonio Alén, vigilante de a caballo de la Mazorca, fusilado tras la caída de Rosas en 1852.
Estudió en el Colegio San José, de Cangallo y Azcuénaga; cursó abogacía en la Universidad de Buenos Aires, también se desempeñó siendo muy joven como empleado en una empresa ferroviaria y en un estudio jurídico.
Su vida política comenzó junto a su tío Leandro y a Bartolomé Mitre en las filas del Partido Autonomista. En 1872 fue nombrado comisario del barrio de Balvanera, seis años más tarde resultó electo diputado provincial. En ese mismo tiempo comenzarían las discrepancias con su tío acerca de la federalización de Buenos Aires, ya que para Alem la transferencia de territorios a la nación entronizaría aun más el centralismo porteño.
Acerca de la grafía Yrigoyen o Irigoyen surgen a la vez discordancias: Gabriel Del Mazo, de FORJA, recomendaba utilizar la Y, en clara diferenciación hacia quienes respondían a Marcelo T. de Alvear, el ala más conservadora del Partido Radical.
LA REVOLUCIÓN DEL 90 Y LA UNIÓN CÍVICA RADICAL
En septiembre de 1889 surge a la luz en la Confitería Jardín Florida, de Córdoba y Florida, una nueva fuerza opositora al sistema conservador imperante, la Unión Cívica de la Juventud, conformada principalmente por jóvenes universitarios. Esta agrupación buscaba desterrar el fraude electoral, todo un sistema de voto cantado efectuado en los atrios de las iglesias, teñidos de caudillismo y matonaje. Había que ser muy valiente para votar entonces contra “El Doctor” de turno. Un guapo del 900, el libro de Samuel Eichelbaum, llevado al cine por Leopoldo Torre Nilsson, pinta perfectamente aquella época nefasta.
Fue el 13 de abril de 1880, en el Frontón Buenos Aires de la calle Córdoba 1130, que nació la Unión Cívica, ahora sí como un partido opositor estructurado para disputar el gobierno.
El partido tendrá su bautismo de fuego en la Revolución del Parque, también conocida como Revolución del 90, el levantamiento cívico militar que toma el Parque de Artillería, en una acción liderada por Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña. Durante tres días ocupan el Cuartel y la Plaza del mismo nombre, que entonces más que plaza era un potrero y que hoy es la Plaza Lavalle.
Aunque la revolución es derrotada por el gobierno, de todos modos, oscuras negociaciones llevaron a la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman y a su reemplazo por el vicepresidente Carlos Pellegrini.
En 1891, luego de desacuerdos en el seno de la Unión Cívica, el sector más intransigente se separa y funda la Unión Cívica Radical, con Alem e Yrigoyen, mientras que Mitre, en el sector conservador, forma la Unión Cívica Nacional.
Las bases de la carta orgánica radical pregonarán el libre ejercicio del sufragio, la pureza de la moral administrativa, las autonomías provinciales y el régimen municipal. En ese sentido diría entonces Alem: “No derrotamos al gobierno de Juárez Celman por separar hombres y sustituirlos en el mando; lo derrocamos para devolverlo al pueblo a fin de que el pueblo lo reconstituya sobre la base de la voluntad nacional”.
EL ABSTENCIONISMO Y NUEVOS MOVIMIENTOS ARMADOS
A lo largo de 1893 se suceden levantamientos radicales en San Luis, Santa Fe, Corrientes, Tucumán y Rosario. En la provincia de Buenos Aires, bajo la conducción de Hipólito Yrigoyen, los radicales logran un triunfo aplastante e Yrigoyen es nombrado gobernador de la provincia, con la adhesión de 88 municipios. No obstante, la oligarquía revierte la situación con suma energía.
En una paradójica mezcla de rebeliones y luchas electorales, en 1894 la UCR logra 12 diputados nacionales, aunque con tan escaso margen de posibilidades que sus fuerzas se fueron desgastando. Al mismo tiempo se ahondan las diferencias entre tío y sobrino, ya que Yrigoyen desconfiaba del grupo que rodeaba a Alem, proclive a acuerdos por sobre las masas partidarias. Alem, quebrado y sintiéndose traicionado, se suicida el 1º de julio de 1896.
Había quedado atrás la esperanza de un triunfo radical rápido. “El régimen” –como Yrigoyen solía llamar al gobierno– resistió, logró recomponerse y se reacomodó a las nuevas circunstancias, lo cual obligará a la dirección del partido a cambiar de tácticas. Hipólito Yrigoyen era el hombre indicado para conducir aquel período y retomar la intransigencia.
Algunos sectores afines a la burguesía terrateniente, como Bernardo de Irigoyen, se reincorporan al régimen, tanto es así que el partido radical vuelve a su postura intransigente y a ejercer el abstencionismo.
El 4 de febrero de 1905 los radicales producen un nuevo alzamiento armado, con el apoyo de importantes sectores del ejército, alzamiento que se extiende nuevamente por todo el país, con epicentros en Mendoza, Rosario, Bahía Blanca y Córdoba; pero nuevamente son derrotados.
Junto con la lucha política se produce en el país una creciente agitación social, protagonizada por el sector obrero, que padecía paupérrimas condiciones de trabajo, con jornadas de 14 horas diarias. Los gremios anarquistas y socialistas se ponen a la cabeza de los reclamos, produciéndose sangrientos choques y represiones contra los obreros.
LAS ELECCIONES DEL 2 DE ABRIL DE 1916
La nueva Ley Electoral Sáenz Peña se aplica por primera vez. Sobre una población de 7 millones y medio votarán 745.000 ciudadanos (varones), un porcentaje inesperado en comparación con las elecciones anteriores, que habían sido de muy escasa y selecta participación.
La fórmula Hipólito Yrigoyen - Pelagio Luna logra el 45% del electorado con 339.000 votos, contra 153.000 del conservadorismo, 124.000 de los demoprogresistas y 53.000 del socialismo. Sin embargo no obtienen mayoría parlamentaria, por lo que Yrigoyen queda en un delicado equilibrio político, que le traerá no pocas dificultades. Además tendrá en su contra a muchas provincias, a la Corte Suprema y a los grandes diarios, que se jugarán por el antiguo régimen (cualquier parecido con la actualidad del año 2011 son sólo coincidencias).
Con todo, la UCR no formula un programa revolucionario, sino apenas reformista, en consecuencia no desbarata el anterior régimen, que seguirá enquistado en el poder. Se mantendrá el modelo de país agro-exportador dependiente; si bien se intenta reparar el sistema, no se llega al punto de cambiarlo. Tampoco se tocará la política sobre las tierras, que seguirán en unas pocas manos, a pesar de lo proclamado: “La riqueza de la tierra, como la del subsuelo de la República, no puede ni debe ser objeto de otras explotaciones que las de la Nación misma”.
La realidad será muy otra. Cinco de los ocho ministerios radicales estarán dirigidos por terratenientes, y los cinco restantes por profesionales. A pesar de ello el conservadorismo más ortodoxo se sentía inquieto.
Los sectores desplazados del gobierno harán todo lo posible para desestabilizar a Yrigoyen, a quien acusan de convertir la Casa de Gobierno en un nido de la “chusma” iletrada. Desatada la polémica Manuel Gálvez replica: “La Casa de Gobierno ha cambiado de aspecto. Ya no es el lugar frío, casi abandonado, que ha sido hasta ayer. No se veía antes, en los corredores, ni un alma, fuera de los empleados. Era un templo sin fieles. Ahora es como una mezquita marroquí, hormigueante de devotos, oliente de multitudes, llena de rumores, de pasiones y de esperanzas. El gobierno de Hipólito Yrigoyen, lo mismo que el Partido Radical, es muy viviente. Tiene color y acento populares”.
Importantes proyectos como el reparto de la tierra, la creación del Banco Agrícola y del Banco de la República, la formación de una Flota Mercante Nacional, la implantación del Impuesto a los Réditos y la sanción de una Ley de Enseñanza son bloqueados en el Congreso. De ochenta proyectos que beneficiaban a los sectores menos pudientes, sólo pudieron sancionarse veintiséis, menos de la tercera parte. Así, el radicalismo mantuvo inalterables las relaciones privilegiadas con Gran Bretaña (el imperio reinante entonces), como también la continuación del modelo de país productor de materias primas del agro para exportación.
Las relaciones de Yrigoyen con el movimiento obrero pasarán por una etapa de grandes conflictos. Aunque su gobierno impulsó alguna legislación laboral avanzada, ésta también fue bloqueada en el Parlamento, en momentos en que las luchas obreras adquirían un cariz violento. A diferencia de los anarquistas y los socialistas, el radicalismo negaba la lucha de clases, al tiempo que abogaba por una conciliación entre patrones y obreros, lo que llevó a reacciones y grandes represiones, con muchas muertes, como el conflicto de San Martín del Tabacal en 1918, la Semana Trágica en 1919, la huelga en La Forestal en 1919 y la tristemente conocida “Patagonia rebelde” en 1921/22.
En 1922 el radicalismo gana nuevamente las elecciones, pero esta vez con Marcelo T. de Alvear, un candidato corrido más a la derecha que Yrigoyen. Esta situación provoca una división partidaria entre los llamados “Galeritas”, más conservadores, y el personalismo pseudoprogresista de Yrigoyen, a quien denostaban como “El Peludo”, por sus hábitos (vivía encerrado, salía poco y tenía escasas relaciones públicas).
El 12 de octubre de 1928 Yrigoyen asume nuevamente la presidencia, justo cuando se acercaba la Gran Depresión económica de 1929. Esta misma crisis, que afectó al mundo entero, marcará también el fin de medio siglo de bonanza y expansión argentina, caracterizado por la dependencia como país agroexportador.
Termina la época del derroche de la oligarquía, acostumbrada a los viajes de placer por Europa y a “tirar manteca al techo”. El radicalismo, preso de sus propias contradicciones e incapacidades, entra en decadencia: se estaba gestando un golpe que no podrá impedir; “llegó la hora de la espada”, dijo Leopoldo Lugones.
Finalmente, el 6 de septiembre de 1930 se hace efectivo el golpe cívico-militar que derroca a Yrigoyen. Será el primer golpe post-Ley Sáenz Peña, la ley del voto secreto y obligatorio, tras 14 años de gobierno radical. Comienza así un período triste para la nación, que será conocido como la “década infame”.
Yrigoyen es detenido y confinado a la Isla Martín García donde permanece 17 meses. Igualmente, las pertenencias de su humilde casa son arrojadas a la calle e incendiadas.
Más tarde, luego de una corta permanencia en Montevideo, ya deprimido y enfermo, Hipólito Yrigoyen muere, el 3 de julio de 1933. Dos meses antes, y como una ironía de la historia, se había firmado el Pacto Roca-Runciman, que sella la definitiva dependencia económica y política del país. Muerto el líder, se hace cargo del partido Alvear, que da una vuelta de tuerca más a la derecha.
Como otra paradoja, miles de personas despiden a Yrigoyen, que es velado durante varios días; una muchedumbre lo acompaña al Cementerio de La Recoleta.
No murió repentinamente, fiel a su estilo se tomó su tiempo. Su vida fue apagándose despacio, pero controló la situación casi hasta el final.
Fue un hombre austero, como austera era su casa, así lo pintó Ramos Mejía cuando escribió: "Es más el lugar de penitencia de un monje laico que la mansión de un poderoso".
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Cavilliotti, Marta H., Yrigoyen. La causa contra el régimen en la Argentina, Centro Editor, 1984.
-http://es.wikipedia.org/wiki/Hip%C3%B3lito_Yrigoyen
-http://institutoyrigoyen.tripod.com/vida.htm
-http://html.rincondelvago.com/hipolito-yrigoyen.html
-http://www.biografiasyvidas.com/biografia/y/yrigoyen.htm
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