lunes, 10 de octubre de 2011

LOS 80 AÑOS DEL CHE












¡Ochenta años cumple el Che!
Increíble.
A esa edad y está como nuevo.
¿Será un caso único en la historia de la medicina?
¿Un error del tiempo, que por una vez viaja al revés?
¿O será milagro? ¿Milagro de la vitamina f, f de fe? No la fe en el alto cielo, sino en esta baja tierra, tierra maldita, y en el luminoso destino que ella espera.

Eduardo Galeano
















TONADA DEL ALBEDRÍO

Dijo Guevara el hermoso,
viendo al África llorar:
en el imperio mañoso
nunca se debe confiar.

Y dijo el Che legendario,
como sembrando una flor:
al buen revolucionario
sólo lo mueve el amor.

Dijo Guevara el humano
que ningún intelectual
debe ser asalariado
del pensamiento oficial.

―Debe dar tristeza y frío
ser un hombre artificial,
cabeza sin albedrío,
corazón condicional.

Mínimamente soy mío,
ay, pedacito mortal.

Silvio Rodríguez
2008
















CHE 1997


Lo han cubierto de afiches / de pancartas
de voces en los muros
de agravios retroactivos
de honores a destiempo
lo han transformado en pieza de consumo
en memoria trivial
en ayer sin retorno
en rabia embalsamada
han decidido usarlo como epílogo
como última thule de la inocencia vana
como añejo arquetipo de santo o satanás
y quizás han resuelto que la única forma
de desprenderse de él
o dejarlo al garete
es vaciarlo de lumbre
convertirlo en un héroe
de mármol o de yeso
y por lo tanto inmóvil
o mejor como mito
o silueta o fantasma
del pasado pisado
sin embargo los ojos incerrables del che
miran como si no pudieran no mirar
asombrados tal vez de que el mundo no entienda
que treinta años después sigue bregando
dulce y tenaz por la dicha del hombre

Mario Benedetti












A ochenta años de su luz

No puedo imaginarme a Che con ochenta años: el cabello cano, la barba rala ahora menos copiosa, más abundantes las arrugas a ambos lados de los ojos, como cuando reía, irónicamente, asemejándose tanto a la madre; el paso lento, la mirada menos acerada, sus manos finas moteadas por la edad, tal vez menos firme la voz, pero siempre recio el carácter y la broma a flor de labios, a veces incomprendida por sus hermanos de la Isla que no conocen el humor argentino. Le veo como hace 54 años, recién llegado a México de Guatemala, donde no pudo defender con las armas—como quiso--al gobierno de Jacobo Arbenz de la traición fraguada por la CIA y perpetrada por Castillo Armas con apoyo yanqui.

Parecía, incluso, más joven que sus veintiséis primaveras. Su frente limpia y pronunciada denotaba inteligencia y su conversación era culta y amena. Sabía poemas de Neruda que a veces repetíamos, sobre todo del “Canto General”, pero también algunos, inolvidables, de sus “Veinte poemas de amor y una canción desesperada.” De ahí, de su amor por la poesía, nació su amistad con León Felipe, la voz más alta de la España peregrina en América.. Y su fraternidad con El Quijote, que le hizo llevar la adarga al hombro y empeñarse en luchar contra los imposibles: el asma que le asaltaba en la Sierra Maestra, en las selvas del Congo o en las montañas de Bolivia y que sometía a fuerza de voluntad; los rigores de la guerra de guerrilla, y la muerte de hermanos quemándole las entrañas… Y, encima de todo, resplandecía su bondad profunda: aquella que detuvo el disparo contra los soldaditos bolivianos, blancos fáciles, que se acercaban buscándole por la quebrada.

Puedo en cambio verle, como Martí a Bolívar, despierto y ceñudo, indicando el camino a los pueblos de América. Su ejemplo vive entre los que hoy pugnan con Evo Morales por una nueva patria de igualdad y justicia para todos; con los del “bravo pueblo” amanecido en el ALBA proclamada por Chávez; con los sin tierra, que luchan por ver cumplidos sus derechos en el ancho Brasil; hijos de San Martín, de Juárez, de O’Higgins y de Artigas, que han echado de nuevo a andar en pos de “la segunda y verdadera independencia”. Con los seguidores de Fidel, que se aprestan a dar cima a la construcción de una nueva sociedad, cuya raíz esté fincada en la justicia y su objetivo en la liberación del hombre. Con quienes seguimos dispuestos a tornar realidad lo mejor de “sus sueños de constructor” y lo más valioso de su aporte de revolucionario comunista, que rechazó por falsa la ilusión de que se podía fundar el socialismo con los patrones del capitalismo.

A ochenta años de su luz, su figura de guerrillero legendario se agiganta y, aunque la burguesía imperialista y sus acólitos hayan tratado de convertir su efigie en mercancía, cada vez son más quienes le identifican con los cimeros valores del espíritu; con la brega por la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los hombres de todos los credos, colores y latitudes; con la firmeza de principios y la altura de miras; con la decisión unívoca de luchar y avanzar hacia la victoria siempre. Y puesto que, como decía José Martí, “la muerte es tránsito y no fin,” Che sigue venciendo batallas desde su muerte, redivivo en el corazón de los hombres, mujeres y niños de la América nuestra.

Raúl Roa Kourí
Roma, 14 de junio de 2008

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