sábado, 3 de marzo de 2012

MONSEÑOR ARNULFO ROMERO



EL 24 DE MARZO DE 1980

ASESINAN EN EL SALVADOR

AL ARZOBISPO ÓSCAR ARNULFO ROMERO

“En El Salvador, el arzobispo Óscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, solo muerde a los descalzos. Él murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano o condenados por delito de nacimiento.”

Eduardo Galeano

A Monseñor Romero le tocó coexistir con un difícil período en uno de los países más pequeños de Latinoamérica. Un país que arrastraba un grave conflicto irresuelto entre la oligarquía terrateniente en el poder y el pueblo “descalzo”, hambreado, perseguido y asesinado que reaccionaba contra esas injusticias.

Denunció –siendo ya arzobispo de San Salvador– las tremendas y múltiples violaciones a los derechos humanos solidarizándose con las víctimas y pagando con su vida tal atrevimiento.

EL SALVADOR

Ubicado en el noroeste de América Central y bañado por el Océano Pacifico, tiene una superficie de apenas 20.742 km2. Con 5.744.000 pobladores, registra una alta densidad de 373 habitantes por kilómetro cuadrado.

El 85% de la población es mestiza, el 12% blanca y el 1% indígena; por su orientación al Pacífico no recibió esclavos procedentes de África.

El territorio fue conquistado por Pedro de Alvarado en 1524; se independizó en 1821 y formó parte de la efímera Federación Centroamericana disuelta en 1839.

Basado en una economía agraria, depende fundamentalmente y según las épocas, del monocultivo del añil, el cacao, el algodón y el café.

FARABUNDO MARTÍ Y EL LEVANTAMIENTO DE 1932

Farabundo Martí fue un revolucionario salvadoreño (1893-1932). En diciembre de 1931 el general golpista Hernández Martínez derroca al gobierno civil de Arturo Araujo, lo que inicia una sucesión de gobiernos militares dictatoriales que recién finalizará en 1979.

Se produce entonces un gran despojo de tierras indígenas y campesinas, que pasan a manos de los dueños del poder y del gobierno. La naciente oligarquía escalaba rápidamente posiciones, a expensas de las grandes mayorías que se quedaban sin sus tierras.

Farabundo Martí ingresa en la actividad social, gremial y política como miembro de la Liga Anti-imperialista de las Américas, del Socorro Rojo Internacional. Organiza los primeros sindicatos obreros y participa de la creación del Partido Comunista Centroamericano.

Combatió junto a Sandino en la guerra de liberación de Nicaragua, ahogada en sangre por la invasión norteamericana. Entre 1920 y 1932 es encarcelado en nueve ocasiones, seis veces en su país y las otras tres en Guatemala, Estados Unidos y México.

La insurrección de 1932 se extendió por toda la zona occidental durante la cual fueron tomados diversos cuarteles militares. Pero la falta de un plan estratégico de los insurrectos y el escaso armamento que poseían, determinan su derrota. Con una cifra nunca precisada de muertos y desaparecidos ―se calculan que entre 15 mil y 30 mil―, aquello fue un verdadero baño de sangre.

Los líderes de la revuelta, Martí, Luna y Zapata fueron juzgados por tribunales militares y fusilados el 1º de febrero de 1932.

Décadas después, en 1980, se crea el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Éste protagoniza una nueva insurrección, una guerra no declarada que se prolongó entre 1980 y 1992 y que se transformó en una cruenta guerra civil que Monseñor Romero intentó evitar, sin éxito.

El conflicto resultó en 75.000 muertos y desaparecidos. Se habían enfrentado dos fuerzas desproporcionadas: el ejército oficial de 63.000 efectivos, apoyado por los Estados Unidos, y las fuerzas irregulares que llegaron a movilizar 10.000 guerrilleros bajo el mando de Schafik Handal.

En 1992 se firma la paz. En 1993 el Parlamento, con mayoría del partido ARENA (el bando oficial de la guerra civil) aprueba una Amnistía General que perdona por igual todos los crímenes cometidos, entre ellos el de Monseñor Óscar Arnulfo Romero. De poco valieron las voces de protesta levantadas en nombre de los derechos humanos.

ÓSCAR ARNULFO ROMERO

Nació el 15 de agosto de 1917 en la pequeña Ciudad Barrios. Allí cursó los primeros estudios, solamente hasta tercer grado, límite entonces de la enseñanza oficial.

Desde muy joven eligió la carrera eclesial. Asistió a seminarios de su país hasta que en 1937 ganó una beca para la Universidad Pontificia en Roma, donde completó sus estudios teológicos y en 1942 fue ordenado sacerdote.

De regreso a El Salvador se dedicó de lleno a la labor pastoral y a la oración, entregado así a actividades exentas de toda connotación política.

En 1968 fue elegido secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y el 23 de febrero de 1977 nombrado arzobispo de San Salvador, con el beneplácito del gobierno, que vio en él un posible freno al creciente movimiento de sacerdotes comprometidos con las causas populares, avasalladas por las autoridades y por unas fuerzas armadas sedientas de represión. Sin embargo, y pese a su posición moderada, la escalada de violencia militar y paramilitar lo disuadió de su actitud conservadora cercana al Opus Dei y lo llevaron a posiciones más allegadas al pueblo sometido y reprimido.

A pocos meses de su nombramiento como arzobispo, conmovido por el asesinato a mansalva de su amigo Rutilio Grande, un clérigo progresista que colaboraba activamente con la creación de grupos campesinos de autoayuda, le exigió al gobierno una investigación que nunca llegó. Desde entonces su discurso se tornó más crítico y su posición más dura, al extremo de que la Iglesia terminó ausentándose de los actos oficiales.

El presidente del país, Carlos Humberto Romero, elegido fraudulentamente, manchó sus manos de sangre en las sucesivas represiones, que dejaron miles de muertos, detenidos y desaparecidos. Con el tiempo este presidente Romero va entrando en una espiral de compromisos de los que le resulta imposible volverse atrás.

Monseñor Romero visitó a Pablo II en El Vaticano, oportunidad en que le transmitió sus inquietudes por la terrible situación que vivía El Salvador. La propia iglesia salvadoreña calculó que entre enero y marzo de 1980 habían sido muertos más de 900 civiles por las fuerzas de seguridad y grupos paramilitares sustentados por el régimen. En febrero de aquel año le envió una carta al presidente James Carter reclamándole el cese de la ayuda militar al gobierno de su país, dado que era utilizada para reprimir al pueblo. Como respuesta, el país del Norte mandó una petición al Papa para que reprendiera al Arzobispo por su osado reclamo, lo que demuestra el compromiso de la primera potencia mundial con un régimen represor y asesino de su pueblo.

Lejos de acobardarse, Romero continuó con su prédica contra la violencia y por el imperio de la justicia.

EL ASESINATO

En la víspera del día en que lo asesinaron, lanzó un enérgico llamado a los hombres del ejército que los instaba a la desobediencia:

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cesen la represión.”

Así llega el fatídico día lunes 24 de marzo de 1980. Mientras oficiaba misa en la capilla del Hospital de La Divina Providencia, en la Colonia Miramonte de San Salvador, el certero balazo de un sicario profesional bastó para partirle el corazón justo en el momento de la consagración. Contaba apenas con 62 años.

EL JUEZ Y LA INVESTIGACIÓN

El juez a quien correspondía la investigación, Atilio Ramírez, no pudo siquiera iniciar su labor, ya que inicialmente fue amenazado e interferido. No se designó ni un solo agente policial para custodiar la escena del crimen, ni para colectar elementos de prueba; tampoco se supervisó la realización de la autopsia.

Posteriormente un “grupo de tareas” invadió el domicilio del juez Ramírez, quien salva milagrosamente la vida defendiéndose con un arma. Debió refugiarse rápidamente en la casa de un amigo, y desde allí partir al exilio.

Muchos años debieron transcurrir para que se aceptara oficialmente una verdad mantenida en suspenso, ya que desde el mismo día del crimen se sospechó del Mayor Roberto d’Aubuisson ―líder del Partido ARENA― como autor intelectual del hecho, y del Capitán Álvaro Saravia como el brazo ejecutor de la orden. Éste siempre rechazó su vinculación con el crimen, en cambio Saravia reconoció años más tarde su autoría, implicando también en el hecho al hijo del presidente Molina. Se destapó así un escándalo que aún no ha concluido.

Recién el 6 de noviembre de 2009 Carlos Mauricio Funes, el nuevo presidente salvadoreño (del Frente Farabundo Martí), ordenó una investigación oficial, nada menos que a 29 años del magnicidio.

Fue en 1994 cuando se inició el proceso de canonización, que concluyó en el año 1995. Los escritos y homilías de Monseñor Romero fueron motivo de un detenido estudio por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe (dirigida entonces por el cardenal Joseph Ratzinger, el actual Papa). Dicho estudio llevó al siguiente dictamen: “Romero no era un obispo revolucionario, sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y de los Pobres.”

El cuerpo del Arzobispo descansa en la Catedral de San Salvador. Su figura es parte de la galería de Mártires del siglo XX en la Abadía de Westminster, junto a la Madre Isabel de Rusia, a Martin Luther King y al pastor Dietrich Bonhoeffer.

Varios filmes evocan su figura, el principal de ellos Romero del año 1989, dirigido por John Duigan y protagonizado por Raúl Juliá, con la producción de los Padres Paulistas.

Otra obra cinematográfica es Salvador, de 1986, con Oliver Stone, además de otros largos y corto metrajes documentales sobre esta epopeya.

Miguel Eugenio Germino

FUENTES

- http://bib.cervantesvirtual.com/bib_autor/romero/presentacion.shtml

- http://www.elfaro.net/es/201003/noticias/1403/

- http://www.uca.edu.sv/publica/eca/593com1.html

- http://www.taringa.net/posts/info/5741342/El-asesinato-de-Monsenor- Romero__.html

- http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/6362739/causas-por-las-

que-asesinaron-a-monsenor-Romero.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario