lunes, 9 de julio de 2012

"PICHIN" DEL GIUDICE

VICENTE "PICHÍN" DEL GIÚDICE


Un forward hábil y peligroso

Tito era uno de nuestros ídolos, en los picados del barrio llegó a ser un genio del fútbol. Su esquive era, para sus adversarios, un enigma. Al enfrentarlos hacía un pase preciso a un compañero que en línea paralela avanzaba a pocos metros, éste se lo devolvía a espaldas del marcador. Repetían la maniobra una y otra vez. Esta jugada, "la pared", fue inventada por Tito cuando aún no tenía doce años. Nuestro querido Tito, que vivía en la calle Gallo, a pesar de ser todavía un chiquilín, se había convertido en la estrella indiscutida de un equipo en el que el resto había pasado los quince años y algunos, los treinta. Era el equipo del barrio que, a falta de cancha, utilizaba una de las dos cuadras de la calle Zelaya, que por casi carecer de tránsito se prestaba para ese destino.

Tito tenía una prodigiosa habilidad para manejar sus piernas, pero eso no alcanzaba para enfrentar a jugadores que le llevaban entre veinte y cincuenta kilos de ventaja. El empujón, la patada, la obstrucción o el mañoso agarre de la camiseta, pueden anular la habilidad del talentoso. ¡Cómo obviar esos inconvenientes?
Era necesario evitar la fricción con los grandotes. Y aquí la cabeza de Tito, no menos dotada que sus piernas, encontró la solución: utilizar las paredes de las casas haciendo rebotar en ellas la pelota en ángulo oblicuo, pasar al costado del marcador y recuperar el balón a sus espaldas.
Siendo todavía un pibe fue a jugar al Racing Club, integrando un muy famoso equipo de cuarta división. Una huelga de jugadores rentados fue acatada por la mayoría de los equipos, entre ellos el de Racing; no así el de Boca, que por marchar primero se negó a intervenir en el conflicto. Racing debió presentar su equipo de cuarta división, en el cual el jugador más brillante fue del Giúdice, cuando aún no alcanzaba la edad para la categoría. En aquel tiempo se había dado por reemplazar las tradicionales camisetas de algodón por blusas de rayón, todas de la misma medida, o sea, la necesaria para ser utilizada por el más grandote.
Y comenzó el partido... y con él, el asombro. Los pibes de Racing coparon la cancha. Los consagrados jugadores de Boca no atinaban a detenerlos. Sobre todo a un insider izquierdo pequeñito, que se filtraba entre los defensores con la rapidez y facilidad de una lanzadera en el telar. El viento inflaba su blusa, lo que lo hacía parecer aún más pequeño. Y no sólo se filtraba, sino que convertía golazos... A mi izquierda un hincha veterano se tapó los ojos con las manos, como para no seguir viendo, y desató su angustia diciendo: "¡Dios mío... lo van a romper!!"
El presentimiento del viejo se hizo realidad algún tiempo después. El pibe travieso se quedó con una pierna y todos sus sueños rotos. No pudo recuperarse y terminó como entrenador en Mendoza. Aún hoy, cuando hablo de este desgraciado recuerdo con algún desconocido, me responden con la socorrida frase: "Y... el fútbol es cosa de hombres". A lo que yo, amargado, contesto con una pregunta: "¿De hombres... o de bestias?"
 

Autor: Enrique Gabriel Santiso
 

Publicado en Primera Página N° 90 - Octubre de 2001

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