CARLOS GARDEL; UN GRAN
ANECDOTARIO
La vida de Carlos Gardel dio lugar a muchísimas
anécdotas, tal vez algunas no sean absolutamente ciertas. Otras pueden ser
fábulas, leyendas, alegorías, mitos, otras quizás patrañas, chismes o
engañifas. Los personajes famosos suelen decir más con sus silencios que con
sus palabras.
Son muchas las atesoradas historias de sus años en
la barriada del Abasto, de sus varios domicilios en la zona, de sus estudios
primarios (como Carlos Gardès) en el Colegio San Estanislao de Tucumán 2648,
también de los cursados junto a Ceferino Namuncurá en el colegio Salesiano de
Artes y Oficios (el Pío IX, conocido también como Colegio Don Bosco).
En su mocedad llegó a establecerse por un tiempo en
Uruguay, cosa que mucho después daría lugar a las dudas sobre su nacionalidad; fue
entonces una etapa oscura en cuanto a que hay pocos datos ciertos. Todo
conformó una historia paralela que el mismo Gardel, por diversas razones, nunca
se ocupó de aclarar; hasta hoy se discute por ejemplo su edad cierta.
Estos hechos le imprimen a la vida de nuestro Zorzal
un halo de misterio que hace más atrapante aun su biografía. Desde las primeras
andanzas por el mítico Bar O´Rondeman, de los hermanos Traverso, lamentablemente
ya demolido, o sus cenas en el Chantacuatro (convertido hoy en el lujoso
restaurante para turistas “La Esquina de Carlos Gardel”), o sus primeras
presentaciones, o sus vínculos con el caudillo de Avellaneda Alberto Barceló,
en el Comité Conservador del Abasto.
Vale sin embargo recordar algunas de esas anécdotas,
las aportadas por fuentes cercanas que merecen confianza y que pueden ilustrar
nuevos y viejos capítulos en la historia de la agitada vida del artista.
Gardel y el fútbol
Muchas veces se insinuó la simpatía de Gardel por el
Racing Club de Avellaneda, que habría sido amigo de “Pichín” Del Giúdice,
central delantero de aquel equipo y vecino de Balvanera, quien lo acercó a esa
parcialidad. No obstante, se sabe que Guillermo Desiderio Barbieri, músico y
compositor que acompañó tantos años a Gardel, lo quería volcar al equipo de sus
amores, Huracán. Algunos memoriosos del Abasto dicen que “el francesito” supo
jugar de entreala derecho para El Porvenir del Plata, que tenía su sede en
Zelaya y Bermejo (luego Jean Jaurés).
Gardel gordito
Acostumbramos a
mirar al Gardel de las últimas fotografías con una esbelta figura de 76 kilos,
vestido de smoking y en poses de estudio. Pero nuestro artista no siempre fue
así. Por lo menos hasta 1921 los retratos lo muestran decididamente gordo, con
sombrero “rancho de paja” o con peinado de raya al medio, tipo Florencio
Sánchez. Hubo épocas en que, cuando se quitaba la faja, desplegaba un gran
grosor, ganado pacientemente con reiterados “pucheretes” en el viejo Tropezón y
en otras cantinas de las que era asiduo concurrente.
Aunque nadaba, se
aplicaba masajes, jugaba pelota vasca y hacía algo de gimnasia, era en vano,
porque a la salida de la Asociación
Cristiana de Jóvenes, en Paseo Colón 161, se internaba en la cantina
Chantacuatro donde recuperaba y con buena fortuna “lo perdido”. El sobrepeso de
entonces quedó reflejado en algunas tomas de Flor de Durazno, filme de 1917.
Hay sobre esto
un relato pintoresco, contado por el autor teatral Antonio Botta (1896-1969). Botta
se hallaba en Suiza cubriendo un torneo de tenis como enviado de un diario
porteño cuando trabó amistad con un tennisman
inglés. Terminado el torneo, viajó a París acompañando a un jugador de la
delegación argentina y lo primero que hizo fue ir a saludar al Zorzal, que
actuaba con notable éxito en un cabaret. Justo allí volvió a encontrarse con el
tennisman, quien lo invitó junto con Gardel
a pasar unos días en la residencia de la madre del jugador inglés. Ya se sabe
cómo son de ceremoniosos los ingleses y cómo observan la etiqueta, más en
aquellas épocas. Ocuparon unas lujosas habitaciones. La dama del palacete
anunció que recibiría a tan distinguidos invitados a la hora de la cena, debían
llegar con puntualidad y vestidos de gala. Todos a la espera para cenar y
Gardel no aparecía; llegó tarde, vestido así nomás, y con aire campechano se
acercó a la dama, entronizada en la cabecera de la larga mesa y le dijo: “Mi simpática señora, le hago una
aclaración: reconozco que el frac es una prenda muy elegante y distinguida,
pero yo lo uso solamente cuando interpreto tangos. Permiso y buen
provecho...”.
Gardel
y Sinatra
El periodista Mario González envió desde Perú esta
anécdota, poco conocida. Cuenta que entre filmación y filmación Gardel “mataba
el tiempo” cantando por radio. Ese año de 1934 la prensa neoyorkina había
anunciado que a partir del 14 de enero habría dos nuevos programas en la cadena
WEAF-NBC: uno sería semanal, con la orquesta de Richard Hommer y el otro
incluirá la presentación de Carlos Gardel, barítono argentino (textual), todos
los días a las 21 horas.
La National Broadcasting Corporation (NBC) era un
poco como Radio Belgrano en la Argentina, ni tan populachera como Radio Porteña
ni tan formal y nariz levantada como Radio El Mundo. Decenas de millones de
yankis seguían sus programas de costa a costa, tratando de olvidar las penurias
que atravesaban. Ese invierno aparece una noche a ver y escuchar el programa de
Gardel un muchacho venido de la barriada de Hoboken, en la vecina Nueva Jersey.
Era Francesco Albertino Sinatra Garavante,
hijo de genovesa y siciliano que ya a sus 18 años de edad no había dejado
macana sin hacer: expulsado de la escuela por su incorregible carácter
provocador, ya tenía hechas algunas incursiones laborales (camionero,
repartidor de diarios, cadete) que terminaba siempre por abandonar. De
costumbre al filo de la ley, era un muchacho rápido, sobre todo para los
mandados entre los mafiosos de cabotaje, así, ya contaba con más de una entrada
en las comisarías. Si esa noche concurrió a los estudios de la NBC a escuchar a
Gardel era un poco porque le gustaba la música y mucho porque quien le insistió
a ir, para alejarlo de las malas compañías, fue su novia Nancy Barbato.
Sinatra quedó embelesado al escuchar a Gardel. Cuando
termina el programa se atreve a acercarse junto a Nancy para saludarlo. Medio
en italiano y medio en castellano se establece el diálogo. Gardel le pregunta a
qué se dedica y Sinatra calla, un poco avergonzado. Nancy entonces le cuenta a
Gardel que su novio está desperdiciando talento, ya que tiene una voz muy
hermosa y en vez de cultivarla anda todo el día con otros muchachones de dudosa
conducta. Gardel entonces le pone una mano en el hombro y le dice: “Mirá ragazzino, cuando yo tenía tu edad,
andaba allá en Buenos Aires como vos andás ahora en Nueva York. Pasaba todo el
día en compañías no muy recomendables cerca del mercado de Abasto, compañías
casi iguales a las que vos frecuentás”.
Gardel y Julio De
Caro
De
la relación personal que surgió entre el Morocho y Julio de Caro han quedado
muchos testimonios, como los que refieren a sus encuentros en el café Real de
Corrientes y Talcahuano o las frecuentes visitas al Hipódromo de Palermo. Pero
en una entrevista publicada en 1957 en la revista Mundo Argentino, De Caro recordaría la primera vez que vio al
Zorzal y en qué circunstancias quedó sellada desde el principio aquella
amistad: “En 1918 yo tocaba con Eduardo Arolas. En el ambiente artístico se
hablaba mucho de un cantor que había hecho famoso el tango ‘Mi noche triste’ y
que cantaba con José Razzano en el Teatro Esmeralda (hoy Maipo). Movido por la
curiosidad, hasta allí me dirigí una noche y quedé (como todos) admirado.
Cuando finalizó la función me hice presente en el camarín de Gardel para
saludarlo y felicitarlo. Al verme, Carlitos exclamó: '¡Pero vos sos el pibe que
toca el violín con Arolas!' Sin habernos tratado, los dos nos conocíamos. Así
empezó mi amistad con él, que habría de perdurar tantos años”.
Estas cuatro anécdotas son apenas unas pocas de las tantas memorables que
se conocen del Morocho del Abasto, pero que elegimos especialmente por ser poco
difundidas y porque reflejan su carácter un tanto impredecible que lo acompañó
toda la vida.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-http://www.lptango.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=168:gardel-y-de-caro&catid=7:carlos-gardel&Itemid=5
Nancy Sinatra fue su hija,no su novia.
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