LA MUERTE DE UN GENOCIDA
El 17 de mayo de
2013 marcará, tal vez, un hito en la historia (en Argentina y Sudamérica): ha muerto el
dictador, el genocida, el asesino de lesa humanidad Jorge Rafael Videla. Murió el verdugo
principal de la dictadura más sanguinaria de las que padeció el país.
Murió juzgado,
condenado y preso por las leyes del Estado, las que él y sus súbditos no
respetaron y violaron.
Será éste un hito
histórico, pero no el final de una odisea de sangre que aún no cierra y solo
cerrará cuando todos los genocidas estén juzgados, condenados y presos en
cárcel común.
Murió la cabeza principal de una asociación macabra que desde el Estado pergeñó un plan criminal de exterminio, y que con la complicidad de civiles elucubraron el plan económico sistemático que sentó las bases de la dependencia, el hambre y la miseria de todo un pueblo.
Murió la cabeza principal de una asociación macabra que desde el Estado pergeñó un plan criminal de exterminio, y que con la complicidad de civiles elucubraron el plan económico sistemático que sentó las bases de la dependencia, el hambre y la miseria de todo un pueblo.
Nadie festeja una
muerte, y menos los que lloramos a nuestros familiares, amigos y camaradas
muertos en las condiciones más brutales de la clandestinidad oficial, pero la
muerte de Videla tampoco es un motivo de tristeza e indiferencia.
Hubiera sido justo
que su cárcel se prolongara eternamente, como el purgatorio hoy eliminado por la iglesia católica,
la que nunca se atrevió a excomulgarlo. Allí estará junto a los otros más grandes criminales de Latinoamérica: Ríos Montt,
Pinochet, Somoza y Stroessner.
Este 17 de mayo de
2013 debe ser recordado por nuestros hijos, nietos y descendientes como “El
nunca más dictadores en nuestras tierras”.
Clarea hoy en
América Latina un nuevo momento de cambios, impensable años atrás, en una
América Latina en la que se respira un aire fresco que vivifica las causas
populares, la justicia social y la democracia.
¡Nunca más
dictadores en la América de Bolívar y San Martín!
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