Los mensajeros de la antigüedad
se exponían a perder la vida cuando llevaban noticias infortunadas a los
poderosos, muchos fueron los testimonios de ello. Ya en la Edad Media era
costumbre azotar al mensajero portador de malas noticias aunque no se le daba
muerte, el solo azotarlo alcanzaba para
aplacar la ira del poderoso.
Lo natural es que en lugar de matar o
flagelar al mensajero, sería más lógico investigar a fondo el contenido del
mensaje que trae.
Sin embargo no ocurre eso en los sonados casos recientes, como el del soldado norteamericano Bradley
Manning, prisionero en las mazmorras del imperio, y el del programador, periodista y activista de
Internet australiano, conocido por ser el fundador, editor y portavoz del sitio
WikiLeaks, Julián Paul Assange. Este
último se asiló en la embajada de Ecuador en el hoy alicaído imperio Inglés. En ambos casos se actualizan los infortunios, aplicándolos
ahora a los modernos mensajeros informáticos.
Como si
fuera poco, recientemente un nuevo caso ocupa
la tapa de los diarios y la pantalla chica: el ex agente de la
NSA Edward Snowden, recluido
en el aeropuerto de Moscú, que vino a destapar
las sospechas de las escuchas telefónicas y de Internet
hechas a funcionaros y autoridades
mundiales por parte del pretendido “gendarme
del mundo”, claro está con la complicidad y participación de Google, Yahoo,
Microsoft y compañía.
No obstante las evidencias de ser espiada, Europa –el viejo, corrupto y sacudido
ombligo del planeta– no atina a
reaccionar. Más bien se aviene a desempeñar un papel
de servil “botones” del nuevo amo.
Esta anuencia cómplice
produjo la revocación infundada de los permisos de sobrevuelo, aterrizaje
y aprovisionamiento del avión presidencial con
Evo Morales a bordo, con riesgo
inminente de un magnicidio. Se violaron los
derechos civiles y políticos consagrados por la
Convención de Viena sobre
inmunidades diplomáticas, además de la Carta
de las Naciones Unidas.
España, Portugal, Francia e Italia fueron dóciles
ejecutores de la orden solapada de Washington, para satisfacer al “Señor”, y pugnan
por quién será más obsecuente.
Desde Sudamérica en cambio replicaron con contundencia la UNASUR
y el MERCOSUR, repudiando la afrenta sufrida
por Evo. Correa reaccionó
urgentemente y telefoneó a Cristina,
que lo secundó de inmediato para frenar la
vil movida.
Los nuevos países liberados de América no serán
jamás mancillados por ningún “Atila” de la tierra, por más que éste se rodee de
una caterva de adulones. Mientras Europa no reacciona al espionaje, Brasil pide
explicaciones al gobierno estadounidense por las infiltraciones yanquis y Argentina está en alerta, aunque muchos
sectores políticos “opositores” miran hacia otro lado, con
el rabillo del ojo puesto en la
Europa obediente.
A estos últimos
tal vez algún día, más temprano que tarde, les cabrá la acusación de infames traidores a la patria, a la memoria de San Martín, Bolívar y los grandes
próceres que nos legaron nuestra independencia.
No más alfombras rojas para los que en el mundo
moderno azotan, detienen, torturan y hasta matan a los mensajeros que solo
trasmiten la información.
No más alfombras rojas para los medios periodísticos también obedientes a las órdenes imperiales, que ocultan y desvirtúan
la información.
¡Solidaridad
irrestricta con Evo Morales y con los líderes de América que ponen “las bolas”
defendiendo la justicia y la dignidad de los libres del mundo!
Hasta la Próxima
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