sábado, 4 de enero de 2014

TEATRO EL PICADERO



TEATRO “EL PICADERO”


EL PASAJE DISCÉPOLO Y EL TEATRO


              La larga historia de este rincón del barrio se remonta a la apertura de una estrecha ruta para el paso del primer ferrocarril argentino, de la “Sociedad Camino de Hierro al Oeste”, cuando la locomotora “La Porteña” atronando las tranquilas calles de la naciente ciudad, lanzaba hacia el cielo su bocanada de humo, un 29 de agosto de 1857.
Eran los terrenos pertenecientes a Josefa de la Quintana, transferidos al ferrocarril para facilitar su giro en “S” desde la calle Parque  (hoy Lavalle), hasta desembocar en Corrientes.

VISTA INTERIOR DE SU FORMA CIRCULAR


En 1883 este ferrocarril empezó a salir desde la estación Once, el recorrido desde Plaza Lavalle quedó en desuso y aquel pasadizo abandonado. En 1893 se levantaron los rieles, y aquel tramo que corre entre Corrientes y Callao tomó forma de pasaje. Lo llamaron Rauch en honor al coronel Federico Guillermo Rauch, un mercenario alemán que entre 1826 y 1827 organizó tres campañas contra los aborígenes pampeanos. El pasaje finalmente fue convertido en la peatonal Enrique Santos Discépolo.
En aquel callejón curvado, en el número 1857, el arquitecto italiano Benjamín Pedrotti, con la intervención del constructor A. Carte, levantará en el año 1926 un vistoso edificio de dos pisos, estilo industrial ecléctico. Con ladrillos a la vista y matices cercanos a la arquitectura inglesa enraizada en el renacimiento italiano; su fachada podría inscribirse en el estilo florentino. 


ASÍ QUEDÓ LUEGO DEL INCENDIO

Las molduras, las cornisas, las balaustradas y el frontis sobre la entrada principal dibujan símbolos particulares al ramo automotor, como ruedas con alas y medallones en mampostería, ornamentados con la figura de un aviador con gorro y antiparras, de expresión un tanto demoníaca.
Hacia 1920 don Armido Bonelli era el representante de las bujías alemanas Bosch. A causa de la Primera Guerra Mundial, la marca fue expropiada por el gobierno de Estados Unidos y pasó a llamarse American Bosch, de ahí la sigla "AB" y la cara del aviador como el logo que vemos en la fachada. La cara pertenece a Fritz, el personaje de un aviador alemán, efigie de la marca germana original.
En el lugar funcionó una imprenta, un restaurante en planta baja y un estacionamiento en el primer piso. Finalmente, el 21 de julio de 1980 nace allí un teatro, que llevará el nombre “Del Picadero” por su estructura circular, a semejanza de un circo.
 Se inaugura con La otra versión del Jardín de las Delicias, inspirada en La máscara de la muerte roja, de Edgar Allan Poe.
En este pequeño coliseo, de apenas 350 butacas, creado por iniciativa del director Antonio Mónaco y la actriz Guadalupe Noble, ambos intentarán crear un espacio diferente tanto en su forma como en su contenido. Así encararon un riesgoso emprendimiento en épocas de dictadura y censura, con obras que desafiaban al régimen.


ANTIGUA FOTO DEL TEATRO
  

Allí nace Teatro Abierto, por iniciativa de un grupo de actores, dramaturgos, escenógrafos y técnicos encabezados por Osvaldo Dragún. La peculiaridad de aquella experiencia consistió en presentar obras que denunciaban y criticaban el Proceso de manera más o menos velada. “Trataremos de mostrar de qué manera se puede resistir a un régimen autoritario gracias a las emociones estéticas, creando así participación y una cierta forma de representación política”, proclamaban. El programa inicial fue exponer 21 obras breves de autores nacionales que saldrían a escena cada tarde a las 18 hs., antes del espectáculo central de la noche.
Teatro Abierto fue más un fenómeno político que estético, una respuesta masiva de rechazo al régimen imperante que llevó a la gente a los teatros para nuclearla alrededor del tema de la libertad. Dejó una fuerte marca, especialmente a través de espectáculos en equipo, como postura política de resistencia a la dictadura.
También en el Teatro Del Picadero se pudieron apreciar obras de contenido social de autores de trayectoria como Criatura de Eugenio Grifero, Tercero excluido de Eduardo Pavlosky y Gris de ausencia de Roberto Cossa entre otras.
El grupo, dirigido por Antonio Mónaco, fomentaba la investigación actoral, donde actores jóvenes compartían el mismo tablado con aquellos experimentados como Luis Brandoni y Pepe Soriano, por ejemplo.
La reacción del régimen no se hizo esperar, fue rápida y contundente. En la madrugada del 6 de agosto de 1981 organizó un atentado con bombas incendiarias que provocaron la destrucción casi total del teatro. Solamente subsistió el sólido frente de la fachada original, que quedó como testimonio mudo frente al accionar del terrorismo de Estado.
 No contaban con el hecho de que no menos de 17 salas se propondrían para repetir los espectáculos, y que la represión sería la mejor propaganda para el grupo frente a un público que pronto haría filas de cerca de cinco cuadras para asistir a las representaciones.
 Por su suceso, y a pesar de las divisiones internas que a partir de 1983 obligaron a una recomposición y una redefinición de los objetivos, el grupo Teatro Abierto continuó, si bien cambiando de formato cada año, hasta 1985.
El ciclo se repitió durante los años siguientes a 1981, pero ya bajo otro signo. En el año 1982 la Argentina sufría el dolor producido por la nefasta Guerra de Malvinas, pero igualmente Teatro Abierto subió a escena, con 34 obras y en dos salas: la Margarita Xirgu y el Teatro Odeón. En 1983 se repitió la experiencia pero ya con profundos cambios en su organización, puesto que muchos artistas se preguntaron sobre la necesidad del ciclo. En 1984 no se lo llevó a cabo y volvió por última vez en 1985 bajo la forma de un Teatrazo, consistente en una jornada de 48 horas de teatro en las calles, plazas, galpones, clubes, bibliotecas y trenes.
La experiencia lograba sobrevivir a la dictadura, como logró sobrevivir el teatro a los regímenes más fascistas de la historia de la humanidad.
Reconstruida la sala, ahora con el nombre “El Picadero” resurge de sus cenizas hacia 1985, ya en épocas de la recuperación de la democracia. La sala es alquilada al productor Lázaro Droznes, que la transformará en un estudio de filmación, en donde se grabarán programas como: El galpón de la memoria, Caloi en su tinta y Los siete locos.
Años más tarde, en 1991 Droznes compra el edificio. Pero será recién diez años después, en sociedad con el productor teatral Hugo Midón, cuando el teatro se reabre, merced a una inversión de 200 mil dólares. El nuevo emprendimiento duraría poco, debido al estallido de la crisis económica y política del “que se vayan todos”. Entonces serán las calles de Buenos Aires las que reflejarán un teatro vivo de reclamos populares y nuevamente El Picadero cerrará sus puertas.
En el año 2007, como parte de un emprendimiento inmobiliario, se comienza la demolición interior del teatro, lo que produce una reacción popular de respaldo a la preservación de un patrimonio que se había constituido en “intocable”. Paralizada así la demolición, El Picadero pasa a manos de Sebastián Blutrach en el año 2011, quien se compromete a reabrirlo.
El nuevo Picadero fue reformulado por el arquitecto Gustavo Keller con la consultoría técnica de Marcelo Cuervo. Tiene 260 butacas y un pullman con 32 localidades más, y se está terminando el hall principal, donde habrá una barra y un bar.
La tercera inauguración se produjo el 29 de mayo de 2012, con una obra de origen noruego Forever Young, aunque la reducida capacidad de la sala hace poco rentable el emprendimiento. Blutrach logra un acuerdo con el GCABA que traslada algunos espectáculos del San Martin a su espacio teatral. Así El Picadero consigue sobrevivir a una accidentada historia y se transforma en una atractiva opción entre las tantas salas de Buenos Aires y de los barrios de Balvanera y Almagro.



Anécdota:

Con relación al incendio del Picadero, circuló en aquella época una anécdota protagonizada por el entonces Jefe de Policía de la dictadura Juan B. Sasiañ, que relata su sobresalto al ser despertado en la mañana del 6 de agosto, para informarle del siniestro en el teatro. Su reacción fue instantánea: “¿Pero cómo? ¡ya son las seis!”.
¡Sin palabras!



                                   Miguel Eugenio Germino


Fuentes:
-Buenos Aires no cuenta, nº 8 de abril de 1988.
-http://www.teatropicadero.com.ar/website2013/teatro.
-http://benjaminpedrotti.blogspot.com.ar/2008/11/foto-guia-peuser-1951-constructor.html
-http://www.audiovideotecaba.gov.ar/areas/com_social/audiovideoteca
 /teatro/contextos_teatroabierto81_es.php
-Periódico Primera Página, nº 21 de julio de 1995; nº 30 de mayo de 1996; nº 179 de nov. de 2009 y nº 187 de agosto de 2010.







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