martes, 3 de junio de 2014

TEATRO "EL CUIDADOR"



EL CUIDADOR
de Harold Pinter con dirección de Agustín Alezzo



  
Otro clásico del teatro del absurdo, pero vigente aún a través de los temas que aborda. Premio Nobel en el 2005, Harold Pinter no solo fue un excelente dramaturgo, sino también guionista, poeta, actor y director. Escribe esta obra en 1959 y se transforma en el autor inglés más importante de la segunda mitad del siglo XX.
Dos jóvenes hermanos y un hombre mayor que vive en la calle protagonizan escenas en las que la palabra, la solidaridad, la comprensión y la piedad carecen de sentido, y no pueden evitar el fracaso de los protagonistas.
Todo transcurre dentro de una habitación, un microcosmos que refleja al macrocosmos, al mundo, la realidad que los rodea, en ese cuarto: opresivo, oscuro, lleno de objetos que no sirven para nada, frío, hostil, incómodo, los tres personajes dialogan aunque, en rigor de verdad, monologan. Cada uno dice su verdad, expone su intimidad y sus obsesiones más ocultas.
Los diálogos de Pinter tienen algunas características que reflejan su pertenencia al teatro del absurdo: las repeticiones, la violencia, el humor, la incoherencia, la dificultad que tienen los personajes para expresarse. En este sentido, las palabras que éstos pronuncian son intercambiables entre ellos porque en el fondo los tres están solos, buscan desesperadamente algo que les dé sentido a su vida, se engañan con planes que nunca van a cumplir y pasan alternativamente de la euforia al silencio, o de la tranquilidad a la agresión.
Las actuaciones de José María López, Santiago Caamaño y Federico Tombetti encuentran el tono justo para hacer visible al espectador ese horror a lo desconocido que, según declaraba Pinter, forma parte de nuestra vida cotidiana. Los matices en las voces, las expresiones y hasta la postura corporal les dan cierta individualidad a los personajes que se transforman en un intento desesperado por conseguir esa salvación o esa redención que jamás llegará.
Un acierto de la puesta es la escenografía que apunta a otra de las constantes en Pinter: los objetos y los espacios como algo amenazador, sin orden y sin sentido, a modo de metáfora de la vida misma, una cocina desconectada, papeles, pinturas, maderas, restos de objetos, etc., todos en exceso y usurpando el lugar de los personajes. Es significativo que muchos de los diálogos giren en torno a arreglar el lugar, transformarlo, limpiarlo y ordenarlo, como un intento inútil de acomodar la vida de cada uno.
Alezzo traduce en las actuaciones de los personajes, en las que se ve la mano de alguien que sabe cómo conseguir que la puesta de una obra teatral refleje lo que el texto y el autor quisieron transmitir. Un buen director establece una orientación, confiere unidad a la representación, deja su huella, tal como se ve en esta versión. Hay que destacar que la iluminación y la musicalización son parte fundamental de esa representación del universo Pinter.
Un párrafo aparte merece la traducción de El cuidador, a cargo de uno de los actores, Federico Tombetti. A través de ésta, él supo mantenerse fiel al original inglés, pero con algunas licencias que acercan el texto a un espectador de Buenos Aires y permiten que no sienta el texto tan ajeno e imposible no salir pensando después de ver la obra.
Iluminación: Félix “Chango” Monti, escenografía: Marcelo Salvioli, vestuario: Agustín Alezzo y Andrea Lambertini. Asistencia de dirección: Germán Gayol. Diseño gráfico y fotografía: Ramiro Gómez. Traducción de textos: Federico Tombetti.
 Sábados 20 y 22 hs. y domingos 18 hs. en “El Camarín de las musas“, Mario Bravo 960.

                                                                             Marta Romero




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