jueves, 2 de octubre de 2014

INSTITUTO BIOLÓGICO ARGENTINO



Instituto Biológico Argentino de Avenida Rivadavia 1739/1745




Posteriormente: Instituto de Previsión Social; en 1990 ANSES; hoy Auditoría General de la Nación

Tras la inauguración de la Plaza Congreso en 1910 y del monumento a Los Dos Congresos en 1914, la zona se fue poblando de importantes edificios, como el de la Ex Caja Nacional de Ahorro Postal, sobre Hipólito Yrigoyen, en 1915, y el que aquí nos ocupa, del Instituto Biológico Argentino de Rivadavia 1739/45.
El edificio cuenta con 10 pisos. Fue proyectado por el arquitecto milanés Atilio Locati, con la idea y a petición del prestigioso médico bacteriológo italiano Silvio Dessy, para alojar allí este Instituto.
Las obras comenzaron en el año 1924 a cargo de la compañía Constructora GEOPÉ (Compañía General de Oras Públicas SA.), de capitales alemanes, responsable de otras obras trascendentales en Buenos Aires y otros lugares del país, como la Galería Güemes, el Correo Central, el Colegio Nacional  Buenos Aires, el Obelisco porteño, el estadio del club Boca Juniors, la actual sede de la avenida Las Heras de la Facultad de Ingeniería, el primer subterráneo de Buenos Aires, la rambla de hormigón armado de Necochea, ramales ferroviarios, cloacas, caminos pavimentados, plantas industriales (Loma Negra, Ferrum, Noel, Frigorífico Municipal, Gran Usina Eléctrica de Dock Sud, Super-Usina Eléctrica de Puerto Nuevo, etc.), casas particulares, edificios de vivienda colectiva, oficinas, sedes bancarias (Banco de Boston, Banco Tornquist, Banco Alemán Transatlántico y Banco Popular Argentino) y los primeros rascacielos racionalistas de Buenos Aires (edificios SAFICO y COMEGA). Entre otros encargos, GEOPÉ realizó la estructura de hormigón armado de la Confitería del Molino, el ensanche del Plaza Hotel y la construcción de 650 casas del Barrio Varela en Buenos Aires.
El edificio del Instituto fue inaugurado en el año 1927. Los tres primeros pisos se destinaron al Instituto Biológico mientras que los siete restantes se dispusieron para departamentos de renta. Cada piso se dividía en dos partes, la de mayores dimensiones era para familias acomodadas, y la otra se subdividía en cuatro, destinadas a familias de menores recursos.
En el subsuelo funcionaban las calderas, depósitos, tanques y cámaras refrigeradoras. En la planta baja se destacaban tres portones con paredes y pisos de mármol y cielorrasos decorados. Toda la carpintería era de hierro y estaba revestida con láminas de bronce. Un detalle: el ascensor es una cabina de hierro forjado, forrada en madera de roble previamente tallada. En el primer piso se hallaba la dirección y administración; en el segundo se encontraba todo lo relacionado con los gabinetes y laboratorios científicos.




La fachada del edificio está diseñada en estilo neoveneciano; la construcción se hizo a la usanza de los grandes palacios renacentistas vénetos y el elemento sobresaliente por sobre todo, es el imponente conjunto escultórico de más de cuatro toneladas de peso, con una campana de bronce y plata en la cornisa, que encierra un reloj. Aparentemente estaría inspirado en el famoso campanario de la Torre dell'Orologio, de Venecia (también llamado “Reloj de los Moros). Esta obra de arte del Instituto fue realizada por la firma Fratelli Miroglio de Turín (Italia) e instalada en 1926. El grupo posee dos grandes figuras (cada una mide tres metros y medio) hechas en bronce y fundición de hierro y aparentan golpear la campana de dos toneladas que está sobre el reloj. El cuadrante mide dos metros y medio de diámetro, su mecanismo posee un contrapeso de 500 kg, contenido en un hueco que llega hasta el sótano del edificio. El reloj funcionó hasta 1976, fue reparado una vez, nuevamente en 1988, y siguió en marcha por más de un año. Hoy el reloj permanece en silencio, y, junto con el emblemático edificio espera pacientemente volver a lucir su antiguo esplendor.
Una mala administración llevó al Instituto a la quiebra en 1940. En 1949 el gobierno expropió el edificio. A partir de ese momento instaló allí una serie de administraciones públicas: el Instituto Nacional de Previsión Social (institución que agrupaba entonces a todas las Cajas de Jubilaciones); en la década de 1990
pasó por manos de la ANSES y la DGI, hasta que finalmente, en 1997, fue destinado a la Auditoría General de la Nación. El edificio fue declarado Monumento Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
Desde el año 2006 el inmueble se encuentra desocupado, mientras la Presidencia de la Nación, en colaboración con la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos iniciaron una obra de restauración general, que fue suspendida en 2007 y retomada en 2012.
Entre sus curiosidades figura la visita de la señora Eva Perón, que por un tiempo utilizó uno de sus pisos como despacho; también el general Joäo Baptista Figueredo vivió allí, en el departamento 92 del 9º piso, a raíz del exilio de su padre.  El 18 de octubre de 1928 se instaló en el lugar Telefunken Service, con el prefijo L.S.4. Fue la antecesora de Radio Porteña (de 1930), luego llamada Continental (1969). Allí funcionó la Compañía Internacional de Radio (1929) como pionera en América latina en el servicio público de onda corta.
El Instituto Biológico Argentino nace, como ya hemos visto, a partir de una idea del doctor Silvio Dessy, médico bacteriólogo de reconocida trayectoria, quien al momento de concebirlo no contaba con muchos adherentes. Intentó sumar a su osado proyecto a muchas personas, pero se lo descartaba por considerarlo descabellado. Los médicos argentinos nunca habían recetado productos biológicos de origen nacional, y era de suponer que nunca lo harían.
Sin embargo, las aspiraciones del doctor Dessy se concretaron el 7 de enero de 1909, cuando el decreto del Superior Gobierno de la Nación autorizó la fundación de este Instituto. A pesar de la autorización debió seguir luchando contra el prejuicio de muchos y la creencia general de que aún no había llegado el momento para que la Argentina se independizara de los laboratorios biológicos extranjeros. Quien sí confió en su idea y ayudó a concretarla fue uno de sus discípulos y gran colaborador, el doctor Armando Marotta.
La nueva entidad no pudo comenzar a funcionar hasta mediados de 1911. El Laboratorio fármaco-industrial que elaboraba sueros y vacunas inició sus tareas en
Florencio Varela, en el consultorio particular del doctor Dessy. Hoy, una calle de aquella localidad lleva su nombre.
Este laboratorio tuvo la distinción de ser el primero de su especie en la Argentina. Eligieron la localidad de Florencio Varela por encontrarse a mitad de camino entre la Capital y la ciudad de La Plata, lugares donde los contactos eran más fluidos y los vínculos científicos más estrechos.
Optaron por un terreno de seis hectáreas, y convinieron con el dueño un precio de ocho mil pesos, a pagar en parte con acciones del Instituto. Las instalaciones se hicieron sobre la base de los planos trazados por el mismo Dessy con la ayuda de los ingenieros Landi y Ballerini (más tarde Landi sería el administrador del Instituto). El equipamiento se obtuvo en base a la confianza que en la época se depositaba en la ciencia, gracias a lo cual se consiguió la financiación necesaria, a cambio sólo de la palabra.
El primer Directorio estableció como postulado que el Instituto Biológico Argentino difundiese el nombre de la República Argentina en América y en Europa; la investigación y la divulgación científica eran su carta fundamental. Al principio atravesó grandes restricciones, ya que apenas se alcanzaban a cubrir los gastos, pero al poco tiempo el sueño fue tomando forma. Así comenzó un proceso de gran expansión, en particular a partir del éxito comercial de productos como la Tuberculina, el matamoscas Fu-Fu, las Sales de Epecuén y el Pan Biol. A partir de este éxito, se hizo necesario alquilar un petit hotel en Avenida de Mayo al 1200 para la sección Ventas y Administración del Instituto.
Desde entonces hubo un crecimiento permanente, y en poco tiempo llegó a ser un laboratorio bien conocido por hombres de ciencias del país y del extranjero. De hecho, en 1922 el Instituto ya tenía representantes en las principales ciudades del país, como así también en toda América latina y en Europa.
Corría el año 1923 cuando se anunció en un periódico local de Florencio Varela que “el Instituto Biológico Argentino adquirió un terreno de 1100 varas cuadradas en la calle Rivadavia al 1700, casi esquina Callao, en el que levantará una importante construcción de estilo moderno, de diez pisos de alto, en la que se invertirá cerca de un millón y medio de pesos”.
Las obras de la calle Rivadavia se iniciaron en 1924 y continuaron por casi tres años. Finalmente, el 3 de agosto de 1927 se inaugura, con gran apoyatura científica, política e internacional, la nueva sede del Instituto Biológico Argentino. Concurrieron al acto el ministro del Interior, doctor José Tamborini; el embajador de Italia, señor Martín Franklin; el presidente del Departamento Nacional de Higiene, doctor Gregorio Aráoz Alfaro, y reconocidas personalidades del mundo científico.
Lamentablemente, cuenta el doctor Dessy en Mi vida en América, el peso de los años torció el destino del Instituto, víctima de la mala administración (que no estaba a su cargo, pues siempre había sido Director Científico). Para los años 40 la situación se volvió preocupante; los balances mostraban que el Instituto iba barranca abajo. Dessy planteó la necesidad de reinvertir los dividendos, propuesta que no tuvo consenso alguno entre quienes se habían acostumbrado a exprimir la institución. Como último recurso se organizó un sindicato de accionistas, con el fin de cambiar el carácter científico del directorio a uno de composición más comercial y administrativo. El doctor Dessy confíó la presidencia del sindicato al doctor Marotta, hasta ese entonces su hombre leal, con quien había compartido la idea romántica de la ciencia. Indudablemente esta decisión fue letal para el Instituto porque, según explica Dessy en su libro, Marotta le dio una orientación exclusivamente comercial.
En un principio Dessy quedará encargado de una de las publicaciones de la institución, la Revista Sudamericana de Endocrinología, cargo que pasó en poco tiempo a ser sólo una formalidad. En 1944, el fundador e ideólogo del Instituto Biológico Argentino se aleja de su obra para siempre.
Se desconoce la suerte del edificio en los años inmediatamente siguientes, lo concreto es que en 1949 pasó a manos del Instituto Nacional de Previsión Social, y el Instituto entonces mudó sus oficinas a la calle Uriburu.
Hoy el Instituto Biológico Argentino sigue abierto en esta última sede. Los laboratorios de Florencio Varela, Biol (tal el nombre comercial que utilizan) están a cargo de la familia López, que adquirió la institución décadas atrás.

Miguel Eugenio Germino

Fuentes:
http://www.elarcadigital.com.ar/modules/textos/texto.php?id=175 Eduardo Parise, Clarin 27 de junio de 2011
http://www.acciontv.com.ar/soca/bsas/fotos1/biologico.htm
https://www.google.com.ar/?gws_rd=cr#q=Cupula+del+Instituto+Biol%C3%B3gico+argentino
http://ar.ask.com/wiki/Edificio_Instituto_Biol%C3%B3gico_Argentino?lang=es




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