martes, 2 de junio de 2015

RELATOS BREVES



EL ESPEJO CHINO



Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.
Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.
Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.
La mujer le dio el espejo y le dijo:
-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
-No tienes de qué preocuparte, es una vieja.
                                                                     
 Anónimo

 

 LA TRISTEZA

El profe me ha dado una nota para mi madre. La he leído. Dice que necesita hablar con ella porque yo estoy mal. Se la he puesto en la mesilla, debajo del tazón lleno de leche que le dejé por la mañana. He metido en el microondas la tortilla congelada que compré en el supermercado y me he comido la mitad. La otra mitad la puse en un plato en la mesilla, al lado del tazón de leche. Mi madre sigue igual, con los ojos rojos que miran sin ver y el pelo, que ya no brilla, desparramado sobre la almohada. Huele a sudor la habitación, pero cuando abrí la persiana ella me gritó. Dice que si no se ve el sol es como si no corriesen los días, pero eso no es cierto. Yo sé que los días corren porque la lavadora está llena de ropa sucia y en el lavavajillas no cabe nada más, pero sobre todo lo sé por la tristeza que está encima de los muebles. La tristeza es un polvo blanco que lo llena todo. Al principio es divertida. Se puede escribir sobre ella, “tonto el que lo lea”, pero, al día siguiente, las palabras no se ven porque hay más tristeza sobre ellas. El profesor dice que estoy mal porque en clase me distraigo y es que no puedo dejar de pensar que un día ese polvo blanco cubrirá del todo a mi madre y lo hará conmigo. Y cuando mi padre vuelva, la tristeza habrá borrado el “te quiero” que le escribo cada noche sobre la mesa del comedor.

                                                    

Rosario Barros Peña (España, 1935)


                                        EL JUEGO

Más vale que quería jugar un poco más, pero pensaba que no lo dejarían...
Sabía que quedaban muchas cosas por hacer, debería dejarlo para después, sin embargo era fundamental para él terminar la batalla, muchos soldaditos habían quedado sin su líder, el más valiente de todos habría quedado herido en un rincón oscuro desde el último juego...
Quién sabe como estaría festejando todo ese grupo de bastardos que a él ninguna gracia le hacía estuvieran con ventaja... tendría que idear como revertir esa situación, quizás podría pedirle prestado a algún amiguito refuerzos, pero tendría que planear como hacerlo sin dañar el honor de los demás.
Lo aturdía no saber que era más importante... seguir con el juego, terminar los deberes, hacer los mandados, continuar con su tediosa rutina protocolar, prepararse para la reunión de gabinete o dedicarse a concluir con ese tan esperado discurso que como presidente, el país entero está esperando...






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