EDITORIAL
Nº 242 AGOSTO DE 2015
En infinitas
oportunidades se le escucha a la presidenta Cristina Fernández insistir sobre
el término lingüístico empoderamiento. Y no le falta razón, ya
que los sectores populares fueron en su historia vulnerados una y cien veces –desapoderados– por las fracciones
poderosas, siempre con la astucia del engaño y la mentira o, durante las
dictaduras, sin ninguna explicación atenuante.
El tema pasa hoy
por garantizarles a estos sectores más vulnerables de la sociedad que no sean
nuevamente defraudados por el llamado establishment oligárquico que viene apropiándose del poder
económico, político y mediático.
El Diccionario Panhispánico de Dudas(DPD)
–elaborado por la Real Academia Española y la
Asociación de Academias de la Lengua Española– define
"empoderar" como
"conceder poder a un colectivo desfavorecido socio-económicamente para que
mediante su autogestión mejore sus condiciones de vida". "El
verbo empoderar ya existía en español como variante desusada de apoderar. Su
resucitación con este nuevo sentido tiene la ventaja de usarse únicamente con
este significado específico", agrega el diccionario.
La
expresión empoderamiento
humano
abarca una extensa gama de significados. Las interpretaciones de este concepto,
así como sus definiciones, provienen de distintas disciplinas que van desde la
psicología y la filosofía, hasta la industria editorial y comercial de las ciencias
de la motivación y automotivación. El origen de la
filosofía del empoderamiento se halla en el enfoque de la educación popular
desarrollada en los años 60 a partir del trabajo de Paulo
Freire
(La pedagogía
del oprimido). Este enfoque participativo
apunta a "un proceso de
reducción de la vulnerabilidad e incremento
de las propias capacidades de los sectores pobres y marginados, que conduce a
promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible”.
Aunque el
empoderamiento es aplicable a todos los grupos sociales vulnerables o que sean
víctimas de la marginación, tanto su origen como su aplicación práctica más
extendida se encuentra entre el colectivo femenino.
El concepto fue propuesto por primera vez a mediados de los 80 por una
red de grupos de mujeres e investigadoras del Norte y del Sur, para referirse
al “proceso por el cual las mujeres acceden al control de los recursos
(materiales y simbólicos) y refuerzan sus capacidades y protagonismo en todos
los ámbitos”. Ampliado su campo de aplicación, el
empoderamiento ha pasado a referirse también al conjunto de colectivos
vulnerables, y los estudios relacionados a ello incluyen el desarrollo, el
trabajo comunitario y social y la cooperación para el desarrollo. Para
estos dos últimos ámbitos de aplicación, el término empoderamiento es “un
proceso multidimensional de carácter social en donde el liderazgo, la
comunicación y los grupos auto dirigidos reemplazan la estructura piramidal
mecanicista por una estructura más horizontal, en la que la participación de
todos y cada uno de los individuos dentro de un sistema forman parte activa del
control del mismo con el fin de fomentar la riqueza y el potencial del capital
humano que posteriormente se verá reflejado no solo en el individuo sino
también en la propia organización”. Significa
además que las personas se concienticen de
sus propios derechos, capacidades e intereses, y de cómo éstos se vinculan con
los intereses de otras personas, con el fin de participar desde una posición
más sólida en la toma de decisiones y estar en condiciones de influir en ellas.
Así, desde el campo
teórico se traslada al práctico, y es el resguardo social de los oprimidos
contra el abuso de los opresores.
En concreto, en
nuestro país es el resguardo social para no caer nuevamente en la trampa de
gobiernos embaucadores que, como el de Menem, con su “síganme…” logró
desmovilizar al ciudadano y aplicar las recetas liberales del FMI, justamente
opuestas al empoderamiento del pueblo. El término nos remite a la idea de “todo el poder al pueblo”, para que a su vez se produzca el
“nunca más” en materia de derechos humanos y justicia social como uno de esos derechos.
Tampoco
vale dejarse embaucar con tardíos profetas, con un falso giro copernicano de
quienes siempre apostaron al campo oligárquico y que hoy –ante la caída en las encuestas–, apuestan a cambiar su discurso en medio
del río. ¡¡¡Se los va a llevar la correntada!!!
Nunca más campañas
de prensa difamatorias. Nunca más desprestigio gratuito de la gestión de
gobierno cuando ésta es en beneficio de los más humildes, nunca más el FMI, nunca
más el desguace de las empresas nacionales, nunca más la jubilación privada,
nunca más la rebaja de sueldos, en una palabra, nunca más el liberalismo
económico-social… por todo ello, “empoderamiento
popular”.
Hasta la Próxima
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