Un refugio para recuperar los fulgores del ayer
VISTA ACTUAL DEL INTERIOR |
Llegamos
a la esquina de Av. Independencia y
Matheu –barrio de San
Cristóbal en el límite con Balvanera Sur–
y una vidriera con un nombre fileteado nos atrae con la fuerza de un imán. Es el
Bar de Cao, un lugar emblemático y
pintoresco de Buenos Aires, que cumple cien años y está más vigente que nunca. Fue
declarado Bar Notable por el
Gobierno de la Ciudad y Sitio de Interés
Cultural por la Legislatura porteña. Este bar
pertenece a un grupo de cinco Bares Notables (junto a La Poesía, Margot, El
Federal y el Celta Bar).
En
el edificio de dos plantas en el que se emplaza, construido en 1915, al principio
funcionaba una fonda hasta que en la década del 30 los hermanos Vicente y Pepe Cao, procedentes del
pueblo de San Tirso de Abres, Asturias, instalaron el almacén con despacho de
bebidas La Armonía, que luego se
llamaría Bar de los Hermanos Cao. En
esa época los obreros portuarios se reunían allí para jugar a los naipes y a
los dados al igual que la banda de los hermanos Pérez que utilizaba el lugar
como aguantadero.
Las
especialidades del establecimiento eran los fiambres cortados en el momento, el
jamón crudo, las sardinas españolas. Otros productos característicos eran los
fideos, el azúcar, las legumbres, el arroz –que
se vendían sueltos–
las galletitas en lata, las conservas y los artículos para el hogar (kerosene,
jabón, lavandina…).
Durante
el gobierno de Perón, una reglamentación los obligó a dividir el local en dos:
por Independencia estaba el almacén y por Matheu, el bar. La separación la
marcaba la fideera actual.
Apenas
traspasamos las enormes puertas de madera y las persianas de hierro sentimos
que entramos al túnel del tiempo. Vemos los techos altos, las paredes
revestidas en madera, la vieja caja registradora –con
el dibujo de los hermanos–
fileteada como la carta y tantos carteles que anuncian los productos ofrecidos
en el lugar, el largo mostrador con mesada de mármol, la destartalada
estantería de madera y vidrio abarrotada de fideos y semillas de toda clase –continuación de la barra–, las mesas y sillas antiguas, la
vinoteca. Las paredes están estampadas de cuadritos: fotos de los antiguos
propietarios, un recibo de alquiler de 1927, el poema Bar de Cao –escrito
por Otilia Da Veiga, presidenta de la Academia Argentina del Lunfardo, en 2008–. Al fondo, se destaca un cartel gigante
fileteado que reza “Bar de los Hermanos Cao” y se conservan como verdaderas
reliquias las originales mesa ovalada, balanza roja y la máquina de café que
los dueños prometían arreglar y nunca funcionó.
Los
hermanos estuvieron nada menos que 70 años al frente del negocio. El bar fue
próspero aunque declinó con la llegada de los autoservicios y los
supermercados. En abril de 1999 falleció Vicente; Pepe siguió atendiendo seis
meses más hasta que cerró definitivamente en octubre de ese año y retornó a su
pueblo natal donde murió en 2002.
UNA DE LAS ANTIGUAS FIDEERAS QUE SE CONSERVAN INTACTAS |
Entre
2001 y 2004 el café fue administrado, primero, por un vecino y habitué, Néstor
Rosales, quien demolió la pared que separaba el bar de la vivienda de los
hermanos, con lo que el lugar ganó en profundidad, y luego, por el músico Jorge
Mehaudy, pero ambos intentos resultaron
fallidos. Afortunadamente, tras un arduo trabajo de restauración, en septiembre
de 2005, el local reabrió sus puertas con el nombre Bar de Cao, bajo la gestión del pujante empresario gastronómico Pablo Durán que le devolvió el brillo
de antaño.
“Desde
que Durán se hizo cargo, el bar es un éxito rotundo. Lo recuperó a imagen y
semejanza de lo que era pero ampliado, recreó su estética original”,
expresa Leonardo Busquet, Coordinador Cultural del Grupo Café Los
Notables.
En
el local se llevan a cabo permanentemente actividades culturales: muestras de pintura
y fotografía, recitales, presentaciones de libros, programas de radio en vivo,
charlas con artistas, ciclos de cine-debate.
“El
bar sigue teniendo vigencia porque a la gente le atrae este tipo de lugares.
Además, los bares tradicionales que había en el barrio desaparecieron todos, se
transformaron en cafés modernos. La gente reconoce la historia, le gusta este
ambiente de bodegón. Acá los fines de semana hay personas esperando afuera. El
vecindario viene acá, se hizo el boca a boca, es una referencia del barrio. La
gente dice: ‘che, ¿vamos al Bar de Cao? ¿Comemos una picada?’. Hay una oferta gastronómica de
calidad y a buen precio. Las comidas características son la picada, las pastas
caseras, los sandwiches de pavita en escabeche. En cuanto a las bebidas, la cerveza
artesanal –negra,
rubia y colorada–,
la sidra tirada, los buenos vinos. Los cafés modernos son lugares fríos, los
clientes están de paso. En cambio, acá la gente viene, se queda y comparte un
momento, es otro clima”, comenta entusiasmado
Busquet.
Con
motivo del centenario, el bar sirve de “anfitrión” de un extenso calendario de
eventos: una entrevista pública a Pipo Cipolatti –un
fanático del lugar–,
un programa de radio con la presencia de las hijas de Pepe Cao, un encuentro de
croquiseros urbanos, un concurso de poesía lunfarda –La
esquina de Cao–,
un concierto de Máximo Pujol Trío, un fileteado en vivo. La celebración
finalizará el domingo 18 de octubre con un festival abierto donde bailarán los
campeones del Mundial de Tango.
Laura
Brosio
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