EDITORIAL Nº 252 –
JUNIO DE 2016
Miles y miles de páginas fueron escritas sobre el fenómeno social del Peronismo, pero pocas hacen alusión del
odio a éste por parte de la oligarquía,
una especie de premisa capitalista.
La oligarquía es, para las ciencias políticas, la
forma de gobierno en la cual el poder es ejercido por un grupo reducido de personas que pertenecen a una misma
clase social (la alta, por supuesto), el concepto
nacido en la Antigua Grecia se refiere a la degeneración de la aristocracia,
cuando ese sistema comenzó a perpetuarse por la descendencia sanguínea y la
dirección del Estado
dejó de estar en manos de las supuestas mentes más brillantes.
Pasaron miles de años desde entonces, y del sistema esclavista se pasó al feudal y de éste al capitalista, sin embargo la oligarquía
mantuvo su poder intacto.
El Capitalismo nace con Adam Smith, economista y filósofo escocés (1723 - 1790), uno de los mayores
exponentes de la economía
clásica, y tratado
posteriormente por Ricardo, 1817; Proudhon, 1840;
Marx, 1848; Sombart, 1902; Weber, 1904.
Vale analizar la doctrina peronista nacida
hacia 1946 –hace
apenas 70 años– como
una disciplina esencialmente local, aunque trascendió las fronteras del país, y
el porqué del odio oligarca.
Ésta se presenta como un sistema multiclasista, en el que convivieron
hombres como John William Cooke, con otros exponentes como López
Rega y Carlos Saúl Menem, y
sectores como Montoneros –una organización guerrillera de la izquierda peronista que
desarrolló una lucha armada entre 1970 y 1980–, además de otros exponentes
históricos y actuales.
Puede aseverarse que en esta doctrina se
encuentran condensados principios básicos de la teoría del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831),
con su dialéctica idealista en la que la razón es el principio
fundamental para la unión y superación de contrarios. “La negatividad,
en ese desarrollo histórico que es contradictorio, lleva en sí misma el germen de su propia superación, es necesario pero
–también– transitorio y
generará su propia negación para alcanzar otro momento en donde devienen lo
conservado y lo negado, para desembocar en una síntesis”. Hegel sugiere
que se busque en la totalidad el fundamento de la verdad, lo que implica un
camino no lineal lleno de quiebres, negaciones y contradicciones o identificación autoconsciente entre lo “real” y lo “racional”…
Así
se pueden entender las contradicciones propias
del Peronismo, con marchas y contramarchas, pero
que mantiene su esencia y su vigencia, a diferencia de otras teorías más
efímeras en la historiografía nacional.
Allí radica la cuestión por la cual la
oligarquía olfatea que en dichas contradicciones pueden surgir decisiones que
hagan peligrar sus intereses de clase.
Se
llega así al momento actual en el que esta
oligarquía nativa e importada, secundada por una amplia cobertura mediática y
complicidad judicial, en un gobierno de aquel signo, sean factibles situaciones
anómalas como el actual procesamiento de la ex presidenta Cristina Fernández, parte de su gabinete y familiares directos, por un lado.
Y por
el otro, el desprocesamiento del actual
mandatario Mauricio Macri, y la
falta de investigación de delitos
como la constitución de sociedades offshore
(una palabra anglosajona que significa alejado de la costa o mar adentro). No tiene sentido constituir una o muchas de
dichas sociedades si no mediara al menos la intención de evasión impositiva y/o
de blanqueo de capitales non santos.
Pero es difícil hoy,
por la vigencia de la impunidad mediática, clarificar y separar la paja del
trigo, porque sólo hay vista y oídos en gran parte de la población para aceptar
y digerir el mensaje oficial, propalado desde casi el 100% de los medios
televisivos, radiales y escritos, sin aguzar los sentidos ni profundizar el raciocinio.
La frutilla del
postre fue el vergonzoso veto de una ley mal llamada “ley cepo” o “anti
despidos”, y la provocación que significó su anuncio desde la empresa Cresta Roja, en la que de 3.500 trabajadores que tenía la misma cuando presentó
quiebra, sólo reincorporaron a 1.300,
precarizados con un contrato a 180 días, todo un símbolo maléfico, propio de la
mentalidad podrida de Durán Barba y aplicado por el presidente que funciona
como fantoche de los factores del poder más concentrado.
Sentencia el
proverbio: “No hay mal que dure cien
años ni cuerpo que lo resista”. Hubo
una guerra denominada "De los 100
años" que duró 116 (enero de 1337 - octubre de 1453),
entre los entonces reinos de Francia e Inglaterra, guerra de
raíz feudal.
La sentencia en la actualidad es que: la
estupidez humana, el egoísmo, la mentira y el cinismo que también son males, seguramente
no podrán durar mucho tiempo, claro que todo depende de aprender a ver, escuchar
y razonar.
Hasta la próxima
Excelente editorial, como siempre, trae la información que se necesita .... afectuosos saludos
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