jueves, 2 de marzo de 2017

LA PERLA DEL ONCE



LA HISTORIA DE LA PERLA DEL ONCE



 
INTERIOR DE LA PERLA



Balvanera tiene su historia y también su pre-historia, desde antiquísimos tiempos, hacia el año 1778, cuando el español Antonio González Uria, oriundo de Ponferrada, Valle del Vienzo, Reino de León, se radicó en la entonces pequeña aldea.

Pronto decidió trasladarse “al campo” (lo que era Balvanera entonces), para fundar una quinta con pulpería, donde hoy hacen esquina Rivadavia y Azcuénaga.

Lo hizo junto a su sobrino Antonio González Varela, también inmigrante del mismo origen, quien heredará aquella propiedad una vez muerto su tío. A González Varela lo apodaron “El Miserere” (por su bonhomía). Aquella quinta le dará el nombre al barrio, pasando por los antiguos Corrales, llamados también de Miserere, y más tarde la parroquia.

La Confitería “La Perla del Once” (La Perla Vieja) también tiene su pre-historia, originalmente estaba en la ochava actual de Rivadavia, cuando Jujuy era angosta, y el local era mucho más amplio que el actual.

Fue desde los comienzos un refugio de estudiantes, políticos, poetas, artistas y personajes de la noche porteña, que poblaban sus mesas abarrotadas de libros, papeles y apuntes, pero escasamente provistas de elementos consumibles.

En su sótano se juntaban los aficionados a las carambolas en sus trasnochadas partidas de billar, y en sus primeros tiempos llegó a funcionar una de las típicas “Orquesta de Señoritas” que animaban las noches porteñas en las primeras décadas del siglo XX.

TANGUITO


La barra y el estaño se distribuía en forma curva ocupando por completo la ochava de la esquina, donde se expedía al llamado “pie de la vaca”, el café, bebidas y los riquísimos merengues de crema chantilly una especialidad de la casa, pasando por las deliciosas medialunas y otras exquisiteces de su afamada repostería.

Juan Podestá, un italiano que llegó al país en 1905, alquilará en la esquina SO de Rivadavia y Jujuy un amplio local propiedad de Aquilino Colombo (también propietario de los edificios del pasaje del mismo nombre, y de otros edificios del barrio). Allí instalará en 1915, en sociedad con Antonio Daneri, una rotisería en la ochava, un restaurante sobre Jujuy y un bar sobre Rivadavia.

No logrará Podestá que Colombo le venda la propiedad del negocio, que resultó ser un éxito, por lo que termina comprando el local de enfrente, o sea la esquina SE, en una cifra récord para aquella época, un millón de nacionales, lo que serán los inicios de la Confitería La Perla. En la esquina que dejó continuará funcionando hasta la fecha una pizzería que mantendrá el nombre de “Podestá”.

Corría la década del ’20, y Podestá no explotará en forma directa el nuevo negocio, sino que rotará las concesiones. Hacia 1950 fueron de la partida un tal Veridiano y Juan del Olmo, y en 1970 un empresario colombiano de apellido Matos, entre otros.

En el ambiente comenzó a conocérsela como “La Perla Vieja”, para diferenciarla de la Confitería “La Perla Nueva”, que se inauguró en la década del ’40 en el edificio perteneciente a la zapatería Grimoldi, en la calle Rivadavia al 2800, contigua a la sucursal del Banco Nación. En aquel local funciona en la actualidad una sucursal de una cadena de supermercados.




En este último lugar se daban cita sectores de la sociedad de posición holgada, en contraste con la clientela de la Perla Vieja, de condición más humilde, aunque con cabezas llenas de ideas, algunas locas, pero otras que marcaron un momento en las letras, la música y la política del momento.

Macedonio Fernández, uno de ellos, que vivía en la casa paterna de Bartolomé Mitre 2120 (hoy convertida en playa de estacionamiento), regenteaba una de las mesas a la que se acoplaban Raúl Scalabrini Ortíz, Francisco Luis Bernárdez, Leopoldo Marechal, Santiago Dabove y Jorge Luis Borges, todos ellos asiduos concurrentes a este templo del Once.

También lo hizo Fernando Vidal Olmos, durante su investigación sobre la ceguera producida al tipógrafo Celestino Iglesias, quien se alojaba en la pensión de la calle Paso 57, y que inspirara a Ernesto Sábato a escribir el “Informe sobre ciegos” de la novela “Sobre héroes y tumbas”.

Es de destacar que la zona elegida por Sábato es frecuentada por numerosos no videntes que asistían a la Editora Nacional Braille de Hipólito Yrigoyen 2850, y de la Biblioteca Parlante del 2828 de la misma arteria.

En el año 1955, tras el golpe militar que derrocó al gobierno peronista y la demolición a cañonazos del búnker de la Alianza Libertadora Nacionalista, de la calle Corrientes casi esquina San Martín, la Perla Vieja fue escenario de una pelea entre dos fracciones de esta agrupación protagonizada por dos de sus líderes: Juan Queraltó y Patricio Kelly.

También llegó a circular por el lugar el ex presidente Arturo Frondizi, con su prédica que luego renegará una vez llegado al gobierno.

En los años ’60, fue también La Perla Vieja un reducto del naciente rock nacional, al que concurrían los “delirantes” que venían de “La Cueva”, el emblemático boliche de Pueyrredón al 1700, para calmar por pocos pesos su apetito trasnochado, aprovechando que este local funcionaba toda la noche.

Ya en la década del ’60, la confitería bajo la dirección del empresario argentino Rodríguez Barredo, será también un rincón apropiado donde bohemios como José Alberto Iglesias (Tanguito), que también se hacía llamar Ramsés, intentaba componer algún tema que lo identificara, improvisaba música en el baño para evitar problemas con la gente y con los encargados de la misma.

Una de aquellas noches Tanguito comenzó con algo nuevo, sentado sobre un lavabo:

“Estoy muy solo y triste acá

en este mundo abandonado.

Tengo una idea: es la de irme

al lugar que yo más quiera…”



Litto Nebbia, que estaba junto a él, continuó con la letra y la música y ambos firmaron el tema. Había nacido la primera canción del Rock Nacional: “La balsa”, una especie de himno para los rockeros que hoy peinan canas o acarician su calvicie.



Tengo que conseguir mucha madera,

tengo que conseguir de donde pueda.

Y cuando la balsa esté lista

partiré

hacia la locura.

Con mi balsa yo me iré a naufragar”.



Tanguito logró su objetivo: tras rechazar las duras normas del establishment, partió en su “balsa” intentando escapar del ambiente circundante que lo atormentaba. Su balsa naufragó en la droga y la locura. Sufrió persecuciones, censura y represión, detenido en varias oportunidades y finalmente internado en el Hospital Borda, tras una fuga su convulsionada vida acabó en un accidente en el año 1972.

Marcelo Piñeiro dirigirá el film “Tango feroz” en el año 1993, inspirado en su vida.

El rock nativo vino a ocupar un lugar en las predilecciones de la juventud, se trata de una poesía inspirada en las vivencias que nos identifican y pasó a ser una forma de protesta y compromiso con la vida cotidiana.

Finalmente la vieja confitería fue mutilada por la ampliación de la calle Jujuy y ya en el año 2017 anuncia su cierre para convertirse en una sucursal de una cadena de pizzerías, arrasando con los recuerdos y a pesar de haber sido declarada en 1994 “Sitio de interés cultural”, mientras que en el 2006 la Legislatura porteña la destacó por ser la cuna del rock argentino.



 Miguel Eugenio Germino



Fuentes:

Agradezco la colaboración de los vecinos: Manuel Gómez, Antonio Petrocelli y Miguel Ángel Daneri Raffo.

-Horvath, Ricardo, Los Rockeros. La vida de los pueblos,  CEAL, 1981.

-Piñero, Alberto G. y Trueba, Carlos, Balvanera y el Once, Fundación Banco Boston, 1996.

-Romay, Héctor, Historia del Rock Nacional, Bureau Editor, 2001.

- https://buenosairesconnect.com/la-perla-bar-restaurante-once-balvanera/










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