Una exploración bella
y exhaustiva por un edificio emblemático y sus alrededores
En la película El mercado (2014), el
talentoso documentalista Néstor Frenkel aborda
un espacio que nos toca muy de cerca: nos propone un viaje en el tiempo a
propósito del origen, apogeo y cierre del Mercado
de Abasto, el viejo centro proveedor de frutas y verduras, hasta su
reinauguración como shopping en 1998 tras más de una década de abandono. Se
trata de un ensayo socio-histórico que muestra cómo los cambios que fue sufriendo
el icónico e imponente edificio a lo largo de los años determinaron el devenir
del barrio que lo rodea y el de sus habitantes. Así, se habla del aspecto
arquitectónico del mercado, del contexto
político de cada etapa de su existencia y de los
proyectos que quedaron en el camino, como hacer de la construcción un
esplendoroso centro cultural.
El mercado es una producción de Magoya
Films, distribuida por Mandacha Pikchers. Se presentó en la edición del BAFICI
2014 en la sección Panorama. No fue estrenada comercialmente pero circuló por
importantes festivales de Argentina y del exterior. Puede verse on line en el
sitio www.qubit.tv. Obtuvo el Premio de Mejor
Documental por el voto del público en el 8° Festival Cine del Mar (Punta del
Este) en 2015. El proceso completo del film –preproducción, rodaje y posproducción– llevó tres meses. Además de dirigir, Frenkel es autor del guión y tuvo
a su cargo el montaje.
La película fue realizada por encargo de
la empresa propietaria del shopping para celebrar los quince años de su
apertura. Frenkel no se aboca a criticar la idea del consumo frenético que representa
este centro comercial ni efectúa una promoción institucional del mismo. Se
mantiene equidistante. “Denostar al shopping es un lugar común en
el cual no quería caer, me parecía una obviedad. Yo no explico nada en la
película sino que trato de mostrar, abrir un panorama, un abanico de cosas. Cada
espectador teje sus líneas de contacto y encuentra sentidos”, afirma
convencido el director.
El film está conformado por imágenes de
archivo documentales –como las de Sucesos Argentinos– y ficcionales, como inserts de películas (Mercado de Abasto, entre otras). Sin embargo, el eje donde se
sustenta el documental reside en los valiosos testimonios recogidos tanto de
estudiosos del tema –un arquitecto, una antropóloga y un escritor– como de
algunos personajes singulares del barrio, que resultan los más jugosos: el
poeta Fernando Noy; un artista plástico; los veteranos de la fábrica de balanzas
que trabajaban con el mercado, quienes se contradicen entre sí; el joven cubano
que vive en el shopping; el pintoresco Fabián –ex combatiente de Malvinas–, que exhibe
una feria americana en la calle sobre un destartalado colectivo y se define
como el “último romántico”.
En un puntilloso peregrinar por las cuadras
que rodean el edificio, Frenkel visita varios cafés, la casa de Batato Barea,
una agencia de apuestas, un centro de jubilados, y retrata fiestas callejeras al
ritmo de los tambores como la fogata de San Pedro y San Pablo, logrando una
pintura exacta del barrio. “Para desarrollar la investigación, armamos
un equipo. Buscamos bibliografía, fuimos al Archivo General de la Nación.
Después hicimos un trabajo de campo, caminábamos esas cuadras, tratábamos de
ver qué nos llamaba la atención e íbamos tejiendo una red de contactos. La
preproducción duró dos meses y la filmación, dos semanas”, comenta
Frenkel.
Tratándose de un trabajo sobre el Abasto
no podía faltar la referencia al tango y al Zorzal Criollo, íconos
omnipresentes en el barrio. En un hallazgo entre bizarro y risueño, un cuidador
del Museo Casa Carlos Gardel refrenda el mito del fantasma del cantor, al
asegurar que de madrugada se escucha en el lugar un sonido de guitarras como si
Gardel estuviera rondando por allí.
En un tramo del documental, Frenkel recorre
el shopping junto a un guardia de seguridad, con el incesante movimiento de
gente de fondo. A su vez, se nos permite apreciar el lado desconocido del
centro comercial: cuando está cerrado, de noche, vacío, silencioso, con luces
tenues, mientras los empleados efectúan la limpieza. También podemos ver sus
entrañas, los pasillos de servicio. Asimismo, se hace un paralelo entre el
trabajo artesanal del mercado frente al despliegue tecnológico del shopping. Este
juego de contrastes enriquece en gran medida la película.
Los reiterados comentarios fuera de campo
realizados al director marcan la espontaneidad y la frescura del film, un
verdadero hallazgo. Tanto el montaje –con un
ritmo que no decae– como la fotografía –a cargo de Diego Poleri– y la música –Alina Gandini– con su pegadizo Abasto Dance van diseñando una estética
que da por resultado una obra artística bella, entretenida, atractiva y
reveladora acerca de un espacio que es muy caro a todos
los porteños.
La película cierra con la palabra de
Fabián, quien planea instalar un hostel en la zona, al cual califica de
“apoteótico, faraónico y apocalíptico”. ¿No se estará refiriendo, en realidad,
al propio mercado? En un guiño al espectador, así lo deja planteado el director.
Sin querer, Pedro Saborido –guionista y director de Peter Capusotto y sus videos– enuncia en su testimonio una de las ideas fundantes del documental: por
más que se trate de refundar el barrio, de cambiarle la personalidad, el mercado
no se termina de ir, resiste.
Laura Brosio
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