Honduras sigue
hundida en el pantano del fraude
Honduras fue el primer peón sacrificado en la
ofensiva general contra los gobiernos populistas. El presidente hondureño Manuel Zelaya, que había sido elegido por el pueblo,
fue destituido en 2009 por un golpe de Estado que
lo sacó en pijama de la Casa de Gobierno. Más tarde esa misma ola reaccionaria se llevó puesto al presidente de Paraguay, y luego se sucedieron las distintas caídas en Argentina
y Brasil.
Pero el sufrimiento del pueblo hondureño no
cesa, ni siquiera luego de las victorias de la derecha en el continente. Ahora
otro nuevo episodio pone fuera de juego a la voluntad popular: el fraude
electoral fue el arma utilizada por el gobierno golpista para perpetuarse en e
l poder.
La alianza opositora que encabeza Salvador Nasralla, fue la víctima de la
maniobra electoral, que dio vuelta un conteo que en principio lo favorecía
claramente. El Tribunal Superior Electoral jugó para el presidente reelecto y convalidó la maniobra, pese a que Nasralla
llegó a aventajar a Hernández por
cinco puntos. El pueblo hondureño no se creyó la opereta y salió a la calle a
parar el fraude. La represión no tardó en llegar y se llevó la vida de casi una
veintena de personas.
Está claro que la lucha para recuperar la
democracia popular en América latina será un largo camino sembrado de tristezas
y obstáculos que sólo podrán ser salvados si quienes se oponen se unen contra
el enemigo común. Habrá que apelar a la paciencia y a
las estrategias de largo alcance, que protejan lo mejor posible a quienes
luchan para que la dependencia económica se desmorone en nuestro Continente.
Pablo
Salcito
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