2 de septiembre de 1878: primera huelga
obrera declarada por un gremio argentino: los tipógrafos
Edificio que perteneció a la Sociedad de Tipógrafos en la avenida San Juan 3244. En 1904 declarado Sitio de interés Cultural
Si bien es cierto que ya antes se habían realizado distintas
huelgas sectoriales, la génesis del proletariado organizado de la Argentina fue
la huelga declarada por la Sociedad Tipográfica
Bonaerense en 1878, cuando en una imponente asamblea, más de mil tipógrafos y linotipistas decidieron “insistir nuevamente ante los propietarios de diarios y regentes
de imprentas para que aceptasen las nuevas tarifas, ya que, en caso contrario,
se produciría la huelga”.
El origen del conflicto fue la decisión de una imprenta de rebajar los salarios
de su personal, la iniciativa fue seguida por otras empresas y los trabajadores
reaccionaron con la huelga.
LA
ÉPOCA Y SUS CONTRADICCIONES
Sobre aquellos protagonistas
de la lucha, Roberto Payró (el
conocido autor de “Canción trágica”, “El triunfo de los otros” y “Cuentos de
pago chico”) escribía: “El gremio tipográfico bonaerense no fue
nunca una masa inerte, manejada a capricho, sino la clase más independiente y
levantisca que haya existido en nuestra Capital... Entusiastas y arrebatados,
del taller pasaron al comité, a las manifestaciones, a los atrios y muchas
veces, en la imprenta, con el cañón apoyado en el burro, componían con el fusil
al alcance de la mano, y luego dormían junto a las cajas, prontos a impedir con
su sangre un empastelamiento... Todavía me parece estarlos viendo, a la puerta
de las imprentas, como apretado enjambre, a la hora de entrar al taller, a la
hora de salir del trabajo, bulliciosos y juguetones, con el chambergo puesto de
tal forma, que resultaba un distintivo, comentando, afirmando, proclamando sus
ideas en los días de agitación...”.
En cambio Dalmacio Vélez Sarsfield (autor del Código Civil), escribía en El
Nacional: "El socialismo usa las huelgas como instrumento de perturbación,
pero el socialismo no es una necesidad en América. No se pueden admitir las
huelgas porque eso significaría subvertir las reglas del trabajo".
Dos visiones
opuestas del momento que señaló el despertar de una clase obrera hasta entonces
oprimida, que con el correr del tiempo marcará jornadas históricas de una lucha
que fue alcanzando reivindicaciones, no sin derramar sangre, hasta lograr sino
el respeto, al menos ser tenidos en cuenta por las clases dominantes.
Esta lucha llegará a nuestros días con sucesivos
logros y reveses aunque el balance histórico marque un balance positivo de las
reivindicaciones de los que solo tienen la fuerza de trabajo como patrimonio.
TIPÓGRAFOS EN PLENA LABOR FOTO DE 1878 |
ANTECEDENTES
A partir de mediados del siglo XIX,
con la inserción agro-ganadera exportadora en la nueva división internacional del trabajo del capitalismo liberal y con el proceso de consolidación del
Estado nacional, empiezan a extenderse en
nuestro país las relaciones de producción capitalistas en las ciudades y el
campo, entremezclándose en las zonas rurales con persistencias precapitalistas.
En los años 1860, acompañando el auge
de la ganadería ovina, se trazan las primeras vías ferroviarias con capitales
locales e ingleses y se produce una primera oleada de inmigración europea.
En este período la actividad
industrial era un sector rudimentario, artesanal y secundario de la economía
nacional, obturada por las importaciones de manufacturas británicas y la falta
de una política que la promoviera. Principalmente se encontraba vinculada a la
elaboración de productos agrarios, como los saladeros, graserías, ingenios,
molinos o bodegas.
Con el crecimiento y modernización de
la ciudad de Buenos Aires se desarrolla la industria de la construcción y
surgen una serie de talleres o pequeñas fábricas destinadas al mercado
doméstico: panaderías, sastrerías, herrerías, carpinterías, fabricantes de
velas, jabones, licores, cigarrillos, dulces, etc. Ya en 1855 había 1.265 de
estos talleres. En el Censo Nacional de 1869 se registra la existencia de
34.552 trabajadores manuales, de los cuales 14.000 eran carpinteros, 9.000
albañiles y 1.100 pintores. También aparecen 15.681 trabajadores vinculados a
los talleres que producían para el consumo local y unos 30.000 trabajadores de
servicios, como carreros, cocheros, lavanderas, planchadoras, trabajadores
domésticos o jornaleros. El 50% de la población porteña ya era extranjera, en
su mayoría italianos y españoles.
Otro de los sectores que concentraban
trabajadores asalariados eran las imprentas que realizaban los diarios, como El
Nacional, La Prensa o La Nación. El Censo de 1869 registra 460 empleados en
este sector. Los tipógrafos eran mayoritariamente argentinos de nacimiento y
sabían leer y escribir, lo que no era frecuente entre los trabajadores en esa
época y fue uno de los factores que favoreció su organización. En ese momento
no existía ninguna reglamentación de la duración de la jornada laboral ni de
los salarios, lo que posibilitaba una gran arbitrariedad patronal, que además
empleaba trabajo infantil.
Los tipógrafos fueron uno de los
primeros sectores obreros en crear una organización autónoma: la Sociedad
Tipográfica Bonaerense, en 1857. Todavía no era una organización propiamente sindical,
sino una asociación por oficio, de tipo mutualista, que se proponía una ayuda y
colaboración colectiva ante situaciones como enfermedades o desempleo y la
defensa y el fomento de la profesión.
Por otra parte, también los
tipógrafos fueron los primeros en establecer vínculos con la Primera
Internacional. En los años 60 y 70 empiezan a aparecer en Buenos Aires
distintos periódicos socialistas y anarquistas, a lo que se sumará la llegada
de varios exiliados de Francia tras la represión a la Comuna de París de 1871,
con lo que se constituirán secciones de la Internacional en Argentina,
manteniendo un intenso intercambio de cartas con el propio Marx.
Ya en 1855, por ejemplo –apenas
tres años después de la caída de Rosas–, las
coristas del Teatro Argentino (actividad, obviamente, enmarcada por el
prejuicio, inclusive en ámbitos de avanzada) encabezaron el primer movimiento
de protesta reclamando una función anual en su beneficio. Les siguieron los
lancheros de la Boca que, en 1871, ante la intención patronal de rebajar sus
salarios, decidieron levantar sus remos.
A partir de entonces los obreros comenzaron a forjar sus
organizaciones, primero como mutuales pero con el tiempo se fortalecerían
organizaciones poderosas que reivindicaran el salario y las condiciones de
trabajo.
Los talabarteros, a mediados de 1874, entre otros tantos sectores
laborales, se reunieron en el Teatro Alcázar –ubicado
al 800 de la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) entre Piedras y Tacuarí–; allí intentaron construir su “unión profesional”, pero la
asamblea concluyó en una verdadera batalla campal.
Los trabajadores hacían así sus primeras experiencias
organizacionales y varios maleamientos –antes y
después de los talabarteros–
consiguieron superar sus contradicciones internas y sus enfoques antagónicos,
conformando sus respectivas estructuras gremiales: la Internacional de
Carpinteros, Ebanistas y Anexos, en 1855; los panaderos, en 1856; y los obreros
ferroviarios que crearon La Fraternidad en 1877.
De cualquier manera es cierto que la fecha clave en la génesis del
proletariado organizado de la Argentina es el citado 2 de septiembre de 1878,
cuando una imponente asamblea de “mil y tantos tipógrafos” (de acuerdo al
testimonio del periodista Rafael Barreda) decidió “insistir nuevamente ante los
propietarios de diarios y regentes de imprentas para que aceptasen las nuevas
tarifas, ya que, en caso contrario, se produciría la huelga”.
LA
HUELGA
Mientras duró el conflicto, los diarios menos importantes dejaron
de publicarse y los más grandes, como La Prensa y El Nacional, intentaron
contratar tipógrafos en el Uruguay, pero se encontraron con la firme
solidaridad de los trabajadores afiliados al gremio de Montevideo que se
negaron a reemplazar a sus compañeros argentinos, pese a
los elevados sueldos ofrecidos. Nace también así la solidaridad internacional
entre iguales.
La huelga fue ganada por los
obreros y las patronales aceptaron
volver a los sueldos originales y reducir la jornada laboral a 10 horas en invierno
y 12 en verano y se excluía contratar a niños menores de doce años. El líder de aquellos tipógrafos
corajudos fue un inmigrante de origen francés llamado M. Gauthier, que por
supuesto nada tenía que ver con la dama de las camelias.
Sin embargo, producto de las contradicciones, al poco tiempo, se
reimplantarían las viejas condiciones de trabajo y el sindicato desaparece.
Luego de la huelga de los tipógrafos
siguieron su ejemplo lo cigarreros, empleados de comercio, albañiles, yeseros,
carteros y otros sectores obreros. Durante la década de 1880, la clase obrera y
el movimiento sindical argentino crecerá en extensión y organización, lo que
generará las condiciones para los primeros
intentos de construir una organización representativa
de toda la clase.
Alentados por la creación de la Segunda
Internacional en 1889, y con el impulso del club marxista de alemanes en
Argentina Vorwärts, en 1890 por primera vez se realizó un acto obrero en
nuestro país por el 1º de Mayo. Con discursos en varios idiomas, se reivindicó
a los mártires de Chicago, se planteó la demanda de la jornada de 8 horas y
otras reivindicaciones y se afirmó la solidaridad internacional de todos los
trabajadores del mundo. La clase obrera argentina salía así a la luz como una
fuerza unida e independiente, iniciando un largo camino de organización y lucha
por sus reivindicaciones y por una nueva sociedad.
Así llegarán
las jornadas de Plaza Lorea y la Semana Trágica, por solo marcar dos hitos de
los tantos protagonizados por los trabajadores organizados, en una lucha que
continúa.
Miguel
Eugenio Germino
Fuentes:
--http://comunismorevolucionario.org/crpmlm/1878-la-primera-huelga-obrera-en-la-argentina/
--http://www.laopinionpopular.com.ar/noticia/20275-en-1878-fue-declarada-por-un-gremio-argentino-la-primera-huelga-obrera.html
--https://www.pagina12.com.ar/2001/suple/Madres/01-06/01-06-08/index.htm
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