jueves, 2 de mayo de 2019


El mítico cine de Corrientes 2046: “del Cataluña al Cosmos 70 y al nuevo Cosmos UBA”

EL ANTIGUO CINE CATALUÑA


La historia del lugar –Corrientes 2046– se remonta al antiguo Cine-Teatro “Cataluña”, emplazado en un edificio estilo art decó proyectado por el arquitecto belga Albert Bourdón y construido en el año 1929 por la compañía del ingeniero Jacques América. Los pisos superiores fueron destinados a vivienda familiar de amplios departamentos de 5 ambientes. El cine-teatro ocupaba la planta baja –con 900 butacas– y el primer piso donde se ubicaban las plateas altas y los palcos con capacidad para 450 espectadores, totalizando 1.350 localidades, uno de los cines más grandes de Buenos Aires.
En la década de 1960, se vivía el momento fundacional de un estilo de cine que plantó la semilla de un “nuevo cine”, que dejaría de ser el de un mero entretenimiento pasatista, para convertirse en otro de reflexión culta, profundísima, de los sentimientos y emociones humanas, un cine que tantas cosas destruyó y creó al mismo tiempo.
Llega con films de la talla de “El año pasado en Marienbad” (Alain Resnaisem, 1961), “La noche” (Michelangelo Antonioni), “Como en un espejo” (Ingmar Bergman), “La aventura” (Antonioni, 1960) y “Sombras” (John Cassavetes, 1959).
Luis Buñuel y Akira Kurosawa llegan a la plenitud de su trayectoria con las obras más personales (y probablemente las más completas) que han hecho hasta entonces, como “Viridiana” (1961), “El ángel exterminador” (1962), “Simón del desierto” (1965), “Los canallas duermen en paz” (1960), “Yojimbo” (1961) y “Sanjuro” (1962).
Los mejores frutos de la nouvelle vage francesa (con François Truffaut y Eric Rohmer a la cabeza) y del free cinema británico llegan en los sesenta, muchos directores televisivos comienzan a pasarse al cine y a dotarlo de una inmediatez impensable hasta entonces.
Finalmente, de nuevo en 1960, Jean-Luc Godard firma “Al final de la escapada” (À bout de souffle) y el cine vuelve a ser tan libre como lo era en sus inicios, al margen de industrias, de público, de ganancias mercantiles y de academicismos.
Sin olvidar corrientes anteriores como las del neorrealismo italiano, que se inicia en 1945 y deja una huella fresca y naciente, con “Roma, ciudad abierta de Roberto Rossellini, que continúa con cineastas tan destacados como Vittorio De Sica con Ladrón de bicicletas y Luchino Visconti con “La tierra tiembla”, ambas en 1948. Ni tampoco la etapa del cine de Ingmar Bergman que desde 1956 recoge la influencia formal del expresionismo y de la tradición sueca, con un gran sentido plástico, casi pictórico, aprovechando las posibilidades del blanco y negro, planteando temáticas, en especial la muerte y el amor, marcadas por las preocupaciones existencialistas y religiosas del autor que abordan el drama psicológico o filosófico más profundo. Su película más emblemática es El séptimo sello (1956), una lúgubre alegoría que indaga en la relación del hombre con Dios y la muerte. Su virtuosismo técnico se hace evidente en Fresas salvajes (1957), recreación de su propia infancia para la que utilizó una estructura de narraciones superpuestas, que se consolida con obras de la talla de “Persona (1966).
Argentina se incorpora a aquellas corrientes con películas y directores de calidad que inaugura Torre Nilsson con “Fin de fiesta” (1960), “Piel de verano” (1961), “Un guapo del 900” y “La mano en la trampa”. También con “Tres veces Ana” de David José Kohon (1961), “Los jóvenes viejos” (1962) y “Pajarito Gómez” (1965) de Rodolfo Kuhn (1965); “Circe” (1964), “La cifra impar” e “Intimidad de los parques”, de Manuel Antín; “El negoción” (1959) y “Los de la mesa 10” (1960), de Simón Feldman; “Los inundados(1961) de Fernando Birri; “Crónica de un niño solo” (1964) y “El romance del Aniceto y la Francisca” (1967), de Leonardo Favio. Durante esta época además se destacó “La hora de los hornos” (1968) de Fernando ‘Pino’ Solanas, entre muchos otros films y directores que hicieron historia.
Es un renacer y algunas salas de Buenos Aires adquieren una dimensión inusitada, como el Cosmos 70, el Lorraine y otras, que son secundadas por un creciente grupo de “Cine-Clubes”, como el Núcleo y otros que contribuirán a forjar una nueva historia de la cinematografía.


ISAAC ARGENTINO VAINIKOFF


Vainicoff y guralnik, dos épocas del Cine Cosmos


No es posible desligar la historia de este mítico templo del cine, que fuera famoso como “Cosmos 70”, con quien lo administrara durante 28 años, Isaac Argentino Vainikoff (27 de septiembre de 1910 - 15 de noviembre de 2003), periodista del diario Crítica y hombre de la cultura, esencialmente del cine, ligado a la exhibición de films de origen soviético y de otros países de Europa Oriental.
Le tocó vivir en tiempos políticos difíciles, durante “la década infame”, sufriendo censura, cárcel y destierro, que lo que lo llevó a tener que cambiarse su nombre por el de Argentino Lamas. Fundó en 1937 junto a otros socios la distribuidora de cine soviético Artkino Picture, en los también dramáticos momentos de la Guerra Civil española, su idea era la de juntar fondos para sostener aquella resistencia, y una vez finalizada la contienda, la distribuidora comienza a importar películas rusas con el doble propósito de "impugnar el avance del fascismo en el mundo y para formar en una alternativa al cine norteamericano", que por entonces monopolizaba el mercado.
A mediados de los años cincuenta Vainikoff alquiló primero y compró después el entonces Cine Teatro Cataluña, reinaugurado como Cosmos '70. El nombre era en homenaje a los avances soviéticos en el espacio, y en alusión al ancho de las películas de 7O mm. Sobrevivió a los duros años de dictaduras militares y se convirtió en un santuario de los amantes del séptimo arte y del cine soviético en particular.
Desde sus butacas, los jóvenes rebeldes de melena larga que descubrían el rock y que estaban dispuestos a cambiar el mundo, devoraban las películas de Andrei Tarkovski, los emblemáticos filmes de Serguei Eisenstein como “El acorazado Potemkin” y “Octubre”, la monumental “Guerra y paz”, de Serguei Bondarchuk, ganadora del Óscar en 1968 y otros tesoros del séptimo arte soviético y de Europa oriental.
"Antes ya llegaban películas rusas a través de Natalio Botana, director del célebre diario Crítica, con la idea de juntar fondos y de hacer campaña contra el nazismo que se avecinaba en Europa. Se reunía dinero para la Brigadas Rojas en España porque había muchos refugiados republicanos en Argentina", relata su hijo Luis, en un reportaje a Sputnik, quien agrega que casi todo el negocio cinematográfico era de inmigrantes europeos movilizados por el tema de la guerra.
"Las películas soviéticas tenían muchísimo éxito, porque en los años treinta los sindicatos en Argentina eran dominados por el Partido Comunista y todo lo que venía de la URSS tenía una fuerza muy especial para ellos. Dieras lo que dieras, eran colas y colas", continúa.
Entre 1947 y 1951 las películas soviéticas estuvieron prohibidas por decreto de Raúl Apold, jefe de Prensa y Difusión del gobierno de Juan Domingo Perón, censura que terminó en el año 1951, cuando Vainikoff y el secretario político de la Presidencia, Martín Carlos Martínez, convencieron a Perón de levantar la prohibición, pese a las reticencias de Apold, incluso Perón le pidió a Vainikoff padre que trajera películas rusas para el primer Festival Internacional de Cine Mar del Plata en 1954, en el cual participó una delegación soviética encabezada por el célebre director Serguei Bondarchuk. Según comentarios, el mismo Perón veía siempre cine ruso y le gustaba mucho.
Poco a poco, el archivo se fue formando, y en esto fue decisiva la cuidadosa actitud de Argentino Vainikoff, que guardaba todas las copias, las imágenes eran lo único que nos iba a quedar en el futuro y por eso nunca destruyó una copia, muchas se perdieron en incendios, o por el paso del tiempo, pero él tenía la visión de que la imagen era lo único que iba a perdurar", recuerda su hijo. "Eso traía problemas, porque cuando se terminaban los derechos de las películas, había que devolver o destruir las copias, pero mi padre las conservaba".
El Cosmos 70 fue un oasis de la cultura porteña en las épocas oscuras de la represión militar. "Inauguramos el cine después del golpe de Estado de Juan Carlos Onganía en 1966. Es que el cine funciona gracias a los golpes militares. Las mejores películas argentinas se hicieron cuando había represión o una gran crisis económica, que es cuando la gente se refugia en el arte. Cuando todo va bien, la gente va al cine pero a ver otras cosas", reflexiona Luis.
Los Vainikoff resistieron el embate del cine comercial: "Teníamos una visión distinta porque no queríamos dejar de distribuir este material para pasar a las grandes películas. Todos los distribuidores independientes, cuando hacían dinero con algunas películas, se pasaban a las comerciales que eran más fáciles de explotar. Nosotros nos mantuvimos hasta que pudimos", comenta.
A pesar de las persecuciones y de las distintas veces que la sala fue cerrada, las películas soviéticas se seguían viendo en cine clubes o en otras salas comerciales. "Cuando se venía una crisis económica muy grande o un movimiento político, ahí reabríamos el cine, porque en esos momentos la gente trata de agruparse con los que tienen cosas en común".
Los militares no se atrevieron a tocar el Cosmos y nunca secuestraron ni detuvieron a nadie allí.
Gabriel Guralnik, actual director del Cine Cosmos UBA, recuerda que tenía 17 años cuando fue el golpe militar de 1976: "Para la gente de mi generación, durante la segunda mitad de la década del 70 y los primeros años de los ochenta, el Cosmos era un lugar de referencia. Allí  conocimos a Ingmar Bergman, las películas soviéticas y de Europa oriental. Era un punto de encuentro que se mantuvo durante toda la dictadura".
Lo sorprendente es que la audiencia era de lo más variada: desde el almirante Isaac Rojas, uno de los líderes del golpe que derribó al gobierno de Juan Domingo Perón en 1955, cuya película favorita era “El acorazado Potemkin”, hasta los activistas de izquierda, todos iban a ver las películas rusas.
Con períodos de cierres y reaperturas se reinaugura el 30 de agosto de 1966, comenzando con la proyección de filmes famosos como “Dominique”. Pero su gran éxito fue el laureado film checoeslovaco “La tienda de la Calle Mayor”, que se mantuvo 23 semanas en pantalla.
Otras producciones de Europa del Este que pasaron por su pantalla fueron "Pasaron las grullas", "Las arenas del circo", "Flores de piedra", "La batalla por Moscú", "Trenes rigurosamente vigilados", "Los amores de una rubia", "El frío verano del 53", "Joe Cola Loca", "El destino de un hombre", "Una niña busca a su padre". También hubo lugar para ciclos de clásicos del cine soviético como "La guerra y la paz", "Huelga" y "El acorazado Potemkin".



EL ACTUAL COSMOS  UBA

El Cine Cosmos cerró otra vez a finales de 1987. Ocupó su sala la Discoteca “Halley”, hasta que el 26 de noviembre de 1997 pudo reabrir, nuevamente en manos de Isaac Vainikoff, ya con 87 años de edad. No se recuperó la sala original, cuyo lugar fue ocupado por un restaurante chino, si no que se construyó una nueva de menor tamaño, con una entrada lateral pequeña por un costado del edificio. Luego de la muerte de Vainikoff en 2003, sus hijos Luis y Alba se hicieron cargo del cine.
El Cosmos se vio obligado a ponerse en venta en 2006, y aunque en esa oportunidad no se concretó una propuesta para transformarlo en hotel, terminó cerrando nuevamente a finales de 2008.​ Fue adquirido en el 2010 por la Universidad de Buenos Aires y ahora se denomina Cine Cosmos UBA. En el viejo edificio de la calle Corrientes, todavía se encuentran los reflectores Prevost italianos, los mismos de la nostálgica película Cinema Paradiso.

Miguel Eugenio Germino

Fuentes:
-Calderón Elisa Casella, en Bs. As. nos cuenta, nº 8 de abril de 1988.
-Graña Dolores, “Mientras miro las nuevas olas”, en Radar del 15/10/2000.
-https://diasdehistoria.com.ar/content/reabren-el-cine-cosmos/
-https://www.espinof.com/proyectos/1960-70-la-cumbre-del-cine
-https://lalibrearteylibros.wordpress.com/2016/10/07/artkino-y-la-difusion-del-cine-sovietico-en-argentina/






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