Manuel Belgrano
El 20 de junio de 1820 muere en la absoluta pobreza
El 20 de junio de
1820 Manuel Belgrano muere en Buenos Aires en la pobreza extrema, asolado por
la guerra civil. Fue uno de los más notables economistas argentinos, precursor
del periodismo local, impulsor de la educación popular, la industria nacional y
la justicia social.
Encomendado a
conducir los ejércitos liberadores, el 23 de agosto de 1812, como General en Jefe del Ejército del
Norte, comandó el abandono estratégico de la ciudad de Jujuy (“Éxodo jujeño”),
con el objetivo de reagruparse ante el avance de las fuerzas realistas del
general Goyeneche; luego sobrevendrán los triunfos patriotas de Tucumán y Salta, y
la premiación a Belgrano con 40.000 pesos oro, que dona para la construcción de cuatro
escuelas.
Escuela nº 452 de Jujuy: la última del legado de Belgrano inaugurada 191 años después |
Quienes ya peinan canas o miman
calvicies, recuerdan las primeras enseñanzas
recibidas a través desde la escuela primaria allá por los años 1940/50, con docentes anclados en una educación
estancada en los tiempos, la revista Billiken –por entonces–
era la única que ofrecía enseñanzas alternativas a través de la gráfica, los
colores y grabados llamativos, y a los próceres deshumanizados como muñecos de
cera, y a Belgrano, con el solo mérito de creador de la bandera.
Hecho indudablemente importante,
aunque no el único ni el principal de su significativa vida pública, que venía
desde antes de la Revolución de Mayo. Ya en 1793, Belgrano desde el Consulado propuso
fomentar la educación y capacitar a la gente en oficios que pudiera aplicarlos
en beneficio de la nación (entonces colonia).
EL EXODO JUJEÑO
En 1806,
durante las invasiones inglesas, se incorporó a las milicias criollas para
defender la ciudad, y a partir de entonces compartirá su pasión por la política
y la economía con una carrera militar que no lo entusiasmaba demasiado, pensaba
que podía ser más útil aplicando sus amplios conocimientos económicos y
políticos.
Cumplió un rol protagónico en la
Revolución de Mayo y fue nombrado vocal de la Primera Junta de gobierno. Se le
encomendó la expedición al Paraguay. En su transcurso creó la bandera el 27 de
febrero de 1812. En el Norte encabezó el heroico éxodo del pueblo jujeño y
logró las grandes victorias de Tucumán (24/9/1812) y Salta (20/2/1813). Luego
vendrán las derrotas de Vilcapugio (1/10/1813) y Ayohuma (14/11/1813) y su
retiro del Ejército del Norte. En 1816 participará activamente en el Congreso
de Tucumán.
LAS
ESCUELAS DONADAS POR BELGRANO
Como premio por los triunfos de
Tucumán y Salta, la Asamblea del Año XIII le otorga 40.000 pesos oro (un
equivalente a 80 kg de oro), que donará para la
construcción de cuatro escuelas públicas, ubicadas en Tarija, Jujuy, Tucumán y
Santiago del Estero.
“He
creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de
mi patria, destinar los expresados 40.000 pesos para la dotación de cuatro
escuelas públicas de primeras letras en las que se enseñe a leer y a escribir,
la doctrina cristiana, y los primeros rudimentos y obligaciones del hombre en
sociedad”.
Belgrano redactó además un moderno
reglamento para estas escuelas que decía, por ejemplo, en su artículo primero
que el maestro de escuela debe ser bien remunerado por ser su tarea de las más
importantes de las que se puedan ejercer. Pero lamentablemente, el dinero
donado por Belgrano fue destinado por el Triunvirato y los gobiernos sucesivos
a otras necesidades, las escuelas recién se fueron construyendo muchos años después de su muerte.
También lo recompensaron con un
sable con empuñadura de oro y una medalla al valor, único objeto que Belgrano
conservó hasta su muerte, y hoy se encuentran en el Instituto Nacional
Belgraniano.
En 1818, las
provincias beneficiarias de las escuelas hicieron un reclamo en conjunto al
Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, que fue respondido recién en 1823 por Bernardino Rivadavia, quien sostuvo que no
había podido dar con aquellos fondos.
Diez años después el
gobernador de Buenos Aires, Juan Ramón Balcarce, admitió oficialmente que ese
dinero formaba parte de la enorme deuda de la provincia de Buenos Aires. En
1858, Amadeo Jacques, reflotó el tema y en 1870, el Estado bonaerense reconoció
públicamente que los fondos existían.
En 1882, los fondos
belgranianos pasaron a una ingeniosa cuenta llamada Fondos Públicos Primitivos, cuenta en la que –según la investigadora
tucumana, Marta Dichiara– durante cuarenta y cinco trimestres, el Banco Provincia dispuso
de los recursos donados por Belgrano, sin pagar un centavo de interés.
La escuela
de Santiago del Estero fue inaugurada en 1882 por el gobernador Felipe Ibarra,
con fondos propios, y funcionó hasta 1926.
La provincia de Jujuy fue la que mejor cumplió con el
legado belgraniano, las obras comenzaron en 1813, pero a los pocos meses
debieron suspenderse ante el avance de los ejércitos españoles que bajaban del
alto Perú. Luego de retomadas las obras se
inaugura, aunque pudo funcionar apenas tres
años, debió cerrarse en 1828.
En 1998, el gobierno jujeño le
adjudicó a una empresa constructora 700.000 dólares para completar la obra, que
demoró 6 años en construirse, y fue inaugurada el 7 de julio de 2004, tras apenas 191 años de la donación. Es
la Escuela Nº 452 de Jujuy, en el barrio Campo Verde.
Caso curioso el de la provincia de Tucumán, la más amada por Belgrano. En 1976, el gobernador quiso crear la Escuela de la Patria (tal como Belgrano pidió que se llamaran) y formó una comisión para cumplir con la memoria del
prócer. Todavía en 1981, el predio ubicado en la calle La Rioja al 600. e inaugurado con pompas con una piedra
fundamental, así quedó. Con
el paso del tiempo, la piedra ya no
estuvo y el presidente Menem –récord
Guiness de promesas incumplidas–,
retomó el tema, encargándole al Ministerio de Educación que se construyera
alguna de las escuelas soñadas por el prócer. Ésta se
concretaría
recién en el año 1998, pero claro, más chica y más cara que lo previsto
en el presupuesto. No se sabe qué pasó con los $ 299.033, que quedaron de
diferencia entre el monto remitido y el que pagó la provincia.
En la ciudad de Tarija (sur de Bolivia), la
"Unidad Educativa General Manuel Belgrano” se construyó con dinero argentino y abrió sus puertas recién en
1974, para convertirse en una de las más importantes de la zona, con casi 3.500
alumnos.
LA BATALLA DE TUCUMÁN |
EL EXODO JUJEÑO (23 DE AGOSTO DE 1812)
Después de la fracasada
campaña militar al Paraguay, Belgrano es designado como nuevo
comandante del Ejército del Norte, el que en julio de 1812 en Jujuy deberá
enfrentar a varios enemigos simultáneamente –a las tropas españolas bajo el mando de Pío Tristán por el
norte–, con un ejército diezmado por las
batallas, con centenares de heridos y enfermos, desmoralizado por las derrotas
y desatendido militarmente por las autoridades de Buenos Aires, el
desabastecimiento producido por la desidia del Triunvirato, al punto de que se
ve obligado a pelear sin armas, municiones, ni pólvora.
Tras los reclamos
a Buenos Aires, nunca contestados, debía
arreglárselas como pudiera. Había ideado como medio de dispensar subsistencia a
sus tropas hambreadas –se les adeudaba meses de sueldo– el cultivo de una huerta de hortalizas y legumbres.
Mientras tanto, en Buenos Aires los gobernantes se repartían los beneficios del
monopolio del puerto y de la aduana.
Uno de los partes
enviados por Belgrano lo denunciaba de esta forma:
"Digan lo que quieran
los hombres sentados en sofás o sillas muy bonitas, que disfrutan de
comodidades mientras los pobres diablos andamos en trabajos; a merced de los
humos de la mesa cortan, tallan y destruyen a los enemigos con la misma
facilidad con que empinan una copa (…) Si no se puede socorrer al ejército, si
no se puede pagar lo que éste consume, mejor despedirlo.”
Es que su ejército
de liberación no tiene donde caerse muerto: “Ni tiempo, ni suelas, ni cosa
alguna tenemos: todas son miserias; todo es pobreza, así amigo que yo me
entiendo”, le escribe a Martín Güemes.
Poco después le
escribe a Pueyrredón: “Todas son miserias en este ejército. No
dinero, no vestuario, no tabaco, no yerba, no sal, en una palabra: nada que
pueda aliviar a esos hermanos de armas sus trabajos ni compensar sus privaciones”.
Y enseguida: “La deserción está entablada como un consiguiente al estado de
miseria, desnudez y hambre que padecen estos pobres compañeros de armas”.
Sin embargo
Belgrano no bajará la guardia, afrontará las consecuencias, y conseguirá
restaurar la confianza de sus hombres.
“La subordinación del soldado a su jefe se
afianza cuando empieza por la cabeza y no por los pies, es decir cuando los
jefes son los primeros en dar ejemplo; para establecerla basta que el general
sea subordinado del Gobierno, pues así lo serán los jefes sucesivos en orden de
mando. Feliz el ejército en donde el soldado no vea cosa que desdiga la
honradez y las obligaciones en todos los que mandan”.
Como respuesta a
sus reclamos de refuerzos y equipo, el 17 de julio recibía una nota de
reconvención por su audacia del Rosario y un verdadero ultimátum por su
agravada reincidencia del 25 de mayo en Jujuy. ¡La bandera era casi un crimen! “Ha comprometido usted nuestra política
exterior –dice,
poco más o menos, el gobierno–. Oculte disimuladamente la bandera,
reemplácela por esta otra que enviamos (¡la de la Colonia!) y procure en lo sucesivo no anticiparse al
gobierno. Debemos igualmente prevenirle que esta será la última vez que el
gobierno sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad. A
vuelta de correo dará V.S. cuenta de lo que haga en cumplimiento de esta
superior resolución”.
El 29 de julio de 1812, Belgrano emitió un
bando disponiendo la retirada general. La orden de
Belgrano era contundente: había que dejarle a los godos la tierra arrasada: ni
casas, ni alimentos, ni animales de transporte, ni objetos de hierro, ni
efectos mercantiles. Desconfiaba profundamente de las oligarquías locales, a
las que llamaba “los desnaturalizados que
viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados
derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la
esclavitud”.
LA BATALLA DE SALTA |
EL REPLIEGUE DE JUJUY
LAS BATALLAS DE TUCUMÁN Y SALTA
A las cinco de la
tarde de aquel 23 de agosto de 1812, partió la gran columna de hombres,
mujeres, niños y ancianos, llevando todo lo que podían, en carros, carretas y
caballos, ganado y mascotas, muebles y enseres y los archivos documentales de
la ciudad. Lo que no podía llevarse debía ser destruido, nada debía quedar en
pie que pudiera servir de abastecimiento a las tropas invasoras de Pío Tristán
que acechaban desde la Quebrada de Humahuaca, como lo habían comprobado los
voluntarios de Díaz Vélez que se habían acercado a la avanzada española.
Los sectores más
humildes del pueblo jujeño apoyaban la extrema decisión, en cambio Belgrano
desconfiaba de los adinerados locales, y tenía datos suficientes de los
contactos de éstos con el enemigo para hacer negocios con las probables nuevas
autoridades, y habrían recibido garantías de que sus vidas y sus bienes iban a
ser respetados.
Las órdenes eran
terminantes, o se plegaban al éxodo o serían fusilados, no les quedaban
alternativas.
“…Entended todos que
al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los
puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte, será pasado por
las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena sufrirá
aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada
de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. Que los que
inspirasen desaliento, estén revestidos del carácter que estuviesen, serán
igualmente pasados por las armas con sólo lo deposición de dos testigos… Que
serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no
estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean
de la clase y condición que fuesen… No espero que haya uno solo que me dé lugar
para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la
patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna
madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas
intenciones. Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de
cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir
cuanto dejo dispuesto. Cuartel General de Jujuy, 29 de julio de 1812.”
La larga columna era custodiada por las tropas
patriotas y recorrió en el cortísimo tiempo de cinco días los 250 kilómetros
hasta su destino, la ciudad de Tucumán. Los planes eran resistir en aquella
ciudad, desobedeciendo las órdenes de Buenos Aires de retirarse hasta Córdoba.
El último en
abandonar la ciudad de Jujuy fue Belgrano, para supervisar en persona el
estricto cumplimiento de sus órdenes. A la retaguardia quedaba Eustaquio Díaz
Vélez, para hostigar permanentemente a los realistas y cubrir la seguridad el
éxodo.
Los españoles,
alentados por la retirada, atacaron la retaguardia de Belgrano en el Combate de Las Piedras, el 3 de
septiembre de 1812, pero fueron derrotados, dejando en el campo de batalla una
importante cantidad de pertrechos, 50 muertos y 2 oficiales más 40 soldados
capturados.
Así se llega a la
trascendente Batalla de Tucumán el
24 de septiembre de aquel año 1812, con un triunfo concluyente de las fuerzas
patriotas, que persiguieron al enemigo hasta Salta donde volvieron a derrotarlos
el 20 de febrero de 1813. Sin embargo, la guerra de la
independencia no terminaría allí, estos triunfos serían jalones de una etapa de
aquella gesta.
Belgrano nunca
cobró los sueldos de su campaña al Norte, y debió pagar con su reloj los gastos
de medicina poco antes de morir en la más extrema pobreza el 20 de junio de
1820, en momentos en que arreciaba la crisis política en Buenos Aires, con
aquel día recordado como Día de los Tres
Gobernadores.
No dejó de pedir,
hasta su último aliento, que se cumpliera su legado. Ni tampoco se cansó de
calificar a los responsables de los incumplimientos, como parásitos, inútiles y
especuladores. Esto es parte de la historia que nunca se enseñó en las
escuelas. Hombres de tal naturaleza, valentía y desprendimiento se hacen
acreedores a la admiración y el reconocimiento de las siguientes generaciones,
hasta hoy y para siempre.
Miguel
Eugenio Germino
Fuentes:
--Pigna Felipe, Los mitos de la Historia Argentina, Tomo 1, Norma,
2004.
--http://adhilac.com.ar/?p=2100
--http://foro.seprin.com/showthread.php?66517-Mi-general-y-para-darle-el-gusto-a-
flordeliz
--http://www.me.gov.ar/efeme/3dejunio/index.html
--http://www.taringa.net/posts/info/3240477/23-de-agosto-Exodo-Jujeno.html
--https://www.elhistoriador.com.ar/el-exodo-del-pueblo-jujeno/
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