domingo, 31 de octubre de 2021

RUBEN BASSIGNANA

 


El hombre que siempre hablaba del amor

 

Diez años atrás, en una ronda de vecinxs, alguien quiso referirse a él pero no se acordaba de su nombre, entonces dijo: “El que siempre habla del amor”. Todxs supimos quién era. Y alguien lo nombró: Bassignana.

Esto se lo conté a él un tiempo después, porque me pareció que era lindo que lo supiera y, también, que su familia, que su nieta, supieran de qué forma era conocido, reconocido, identificado.

Hablaba del amor y hablaba de la hermandad, aún en contextos hostiles o quizás sobre todo en contextos hostiles. A veces, en medio de discusiones, terciaba de un modo que parecía descolgado, convocando a la concordia, recordándonos para qué estábamos ahí y cuál era nuestra condición: la de hermanxs, pares, compañeres. Y alguien decía: “¿Pero no ve que estamos discutiendo?”. Claro que lo veía. Justamente por eso, porque estaba mirando más allá, intervenía.

Siempre de buen humor, cordial, propenso a generar risas y sonrisas, él era el primero en soltar la carcajada ante sus propias ocurrencias. Recibía con entusiasmo a cada uno y a cada una que llegaba a una reunión, escuchaba, preguntaba, prestaba atención a sus pares y también a les jóvenes. Se interesaba en darle fuerza a esa quimera de organización colectiva que son las Comunas, la participación ciudadana en los asuntos públicos.

Hablaba de los sueños, de los ideales, de las utopías, de "valorar cada minuto de esta hermosa vida en el mejor país". Pero también denunciaba al “capitalismo salvaje”, que pone por delante el dinero y convierte todo en mercancía. Lo recuerdo criticando a la derecha inescrupulosa, a esta sociedad injusta y cruel, planteando que no teníamos que quedarnos a mitad de camino en la transformación: el viejo más joven del mundo.

En marzo me había compartido un texto por whatsapp: "De verdad alguien pudo creer que esta generación (viejas y viejos de 60 a 90 años) que colaboró paso a paso con la vuelta a la democracia, que volvió a levantar un país con memoria, verdad y justicia, que se sacudió el dolor y lo convirtió en resistencia, que padeció una dictadura de curas, empresarios, mediocres distraídos y militares asesinos, que logró reinventarse a sí misma para romper cánones y prejuicios, iba a diluirse en una vejez irrelevante, sin sentido, resignada y conformista? NO. Hay mucho para hacer”.

Quedate siempre con nosotres, Rubén; que la fuerza de tus palabras, tus denuncias y tus risas nos impulsen a lxs que estamos y a lxs que vendrán. Que nunca sea cierta tu ausencia: seguí acompañándonos, inspirándonos, para construir ese mundo de hermanxs que nos ayudaste a soñar.

 

Virginia Samar





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