BALVANERA Y SU HISTORIA
El conventillo: la cuna no deseada
“… para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres
del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”
Del Preámbulo de la Constitución Nacional
El derecho a una vivienda digna y a un hábitat adecuado debe ser entendido de una
manera amplia a partir de su correspondencia con
otros derechos humanos elementales. La vivienda, en ese sentido, es un derecho
humano reconocido universalmente, y es un requisito necesario para el cumplimiento
de la dignidad, la libertad y la justicia social.
No obstante, este
derecho –históricamente– siempre le fue esquivo a los
sectores más humildes de la sociedad, en especial a la clase trabajadora, e
históricamente a las grandes inmigraciones, que arribaron en olas hacia finales
del siglo XIX y principios del XX, atraídos por “hacer
la América”, anhelo tan divulgado, como atracción en una Europa en crisis,
expulsiva y persecutoria de ideas poco deseadas.
Como burla cruel de aquel preámbulo y el
derecho a una vivienda digna, se impone “el conventillo” como destino final de quienes llegaban a estas
“tierras de promisión”, previo paso por el “Hotel de inmigrantes” del
embarcadero del puerto de Buenos Aires, con el objetivo de "recibir,
orientar, alojar y ubicar" a los inmigrantes que, en aquel momento, arribaban
desde Europa u otros lugares al principal punto de ingreso de la Argentina.
TIPICO CONVENTILLO Y SUS HABITANTES EN 1906
El pintoresquismo porteño supo hacer leña
del árbol caído, y rápidamente instauró un lenguaje propicio: literatura, tangos
y sainetes, para catalogar al conventillo y a sus ocupantes, como “tanos y
gallegos, turcos y rusos”.
Conventillos hubo en los barrios del sur, San Telmo, La Boca y Barracas, especialmente en los caserones
abandonados tras la epidemia de fiebre amarilla que azotó Buenos Aires hacia el
año 1871. En abril de aquel año llegaron a morir
más de 500 personas por día, una cifra alarmante si se considera que, en
condiciones normales, había 20 muertes diarias en Buenos Aires. Así lo
describía Paul Groussac: “Por centenares
sucumbían los enfermos, sin médico en su dolencia, sin sacerdote en su agonía,
sin plegaria en su féretro”, desgraciadamente, la historia de la peste, se
repitió con la pandemia del Covid de los años 2020 al 22.
El conventillo ha inspirado a multitud de
artistas. Así, por ejemplo, “El conventillo de la Paloma”, que es un sainete de
un acto y tres cuadros de Alberto Vacarezza, que se estrenó en el año 1929 y
que toma como protagonista a Paloma, una mujer que vive en un conventillo y que
tiene enamorados a todos los vecinos del mismo.
La “pequeña
aldea” que
fundara Garay en 1580, con pretensiones de ciudad,
fue creciendo de manera desordenada, y pronto llegará la gran inmigración
externa que se suma a la afluencia del interior y las provincias, lo que produce
en Buenos Aires un fuerte desequilibrio entre vivienda y población que da
origen a una crisis habitacional de proporciones.
Pocas fueron las reformas que debieron
hacerse en aquellas casonas del sur para convertirlas en los primeros
conventillos (del latín conventus, lugar de asamblea o reunión). La
transformación impactará en la topografía arquitectónica de la época, y los
especuladores aprovecharán para lucrar con las demandas ansiosas y poco
exigentes de buena parte de aquella vulnerable población.
OTRO DE LOS TANTOS CONVENTILLOS DE ENTONCES
La “ilustre” Generación del ‘80
había priorizado la inmigración europea, que parecía ver en ella una suerte de
“purificación” de la sociedad en detrimento del gaucho y de los habitantes
originarios, estos últimos casi exterminados durante la Campaña del Desierto
emprendida por Roca en 1878. Los aborígenes cautivos de aquella verdadera
cacería, mayormente ancianos, niños y mujeres, fueron sometidos al trabajo
esclavo en las cosechas, además de habérseles arrebatado sus tierras, invisibilizando
su imagen y negándole su cultura e identidad.
En la ciudad, el conventillo –como
característica vivienda precaria– se constituyó a modo de gusanera de
hacinamiento, suciedad y falta de servicios sanitarios;
la mayoría de aquellas viviendas colectivas, apenas contaban con uno o dos
baños para 60 personas, con la prohibición de ser usados por los menores de 10
años, ¡toda una ignominia! Eran las viviendas de los trabajadores, húmedas, despintadas, faltas de luz y ventilación, que se alineaban a lo
largo de patios de baldosas desgastadas, que no dejaban ya ver su color
original. Las piezas solían estar llenas de catres y baúles, sillas
desvencijadas, mesas enclenques y espejos turbios. Eran ambientes donde se
mezclaban la ropa con artículos comestibles y escupideras; cuevas de alimañas
de todo tipo, campo propicio para el brote de enfermedades y sufrimientos. Los
pisos de altos, con escaleras deficientes y pasillos estrechos, conducían a
nuevas hileras de cuartuchos, aún más pequeños que los de la planta baja.
Hacia 1880 los conventillos de Buenos
Aires llegaban a alojar al 20% de la población, unas 55 mil personas,
fundamentalmente inmigrantes.
El primer censo municipal de 1887 sería de
433.375 habitantes: 228.640 argentinos y 204.735 extranjeros (138.166 italianos, 39.562
españoles y 27.007 de otras nacionalidades). En ese momento los conventillos
llegaban ya a los 2.800, y para 1890 eran 3.142, habitados por 103.552
inquilinos.
En Balvanera había en aquellos años 181
conventillos, especialmente volcados hacia el sureste del barrio, sobre las
calles Belgrano, Venezuela, México, Chile e Independencia.
En el barrio de Concepción existían 220;
en Piedad había 204; el barrio Del Socorro contaba con 192; San Nicolás, 182 y
San Telmo, 152. Para el año 1912 el barrio Concepción llegará a 356 y San
Nicolás a 324. Algunos conventillos famosos tenían nombres relacionados a la
condición y origen de sus habitantes: “Las 14 provincias”, “Los dos mundos”, “El
palomar”, “Babilonia”, “El Sarandí”, “De la Paloma”, “El Arca de Noé”, “La Madonnetta”, etc.
Entre 1861 y 1910 ingresaron al país
3.674.000 extranjeros; tan sólo en la primera década del siglo XX, llegan 1.764.101
de ellos, todos bajo la influencia de la Ley
817, llamada Ley Avellaneda. En 1914, más del 50% de los habitantes de la ciudad
eran extranjeros.
En el mundo,
este fenómeno se reeditará como consecuencia de la revolución industrial y la
expansión capitalista, al producirse concentraciones urbanas en torno a los
grandes establecimientos fabriles: Londres tendrá sus barrios y calles pobladas
de conventillos, así como París y Nueva York.
En nuestro país, como continuación al
conventillo, surgieron los inquilinatos, amplias casas chorizo, de varios
patios y escasos sanitarios; aparecerán las llamadas
casas baratas, barrios como: Cafferata, y Butteler, entre otros, casas obreras,
que se encuentran en el barrio Parque Chacabuco;
también surgió la vivienda propia construida en la provincia los fines de
semana por el trabajador, a partir de un terreno;
otros barrios como la “Ciudad Evita”, los financiados por el Banco Hipotecario.
Hacia los años 1970, surgirán los departamentos a construir de hasta 120 cuotas
(sin indexar), en los que una pareja recién
casada debía invertir uno de los dos salarios de sus ingresos; otro, era el hacinamiento en la casa paterna en una
construcción en los fondos.
Llegaría a
su vez, la tristemente célebre circular 1.050 hacia
1980 –época de Martínez de
Hoz– cuando las tasas de
interés de sus créditos hipotecarios pasaron a ajustarse por los valores
vigentes en el mercado y miles de propietarios no pudieron afrontar los
vencimientos, viéndose forzados a malvender sus inmuebles a inversores con
pocos escrúpulos; luego
fueron los créditos UVA, una verdadera estafa en la que muchos propietarios
perdieron su vivienda recién adquirida, por las impagables indexaciones.
Finalmente, como corolario –en la actualidad–, la casi imposibilidad de acceder a una vivienda
propia, dada la falta de atención de créditos accesibles del Estado, lleva los
alquileres a altos valores.
Simultáneamente a estas
opciones, llegará también la villa miseria, tal vez la más degradada de todas
las formas habitacionales, levantadas en terrenos fiscales, ferroviarios, en
zonas inundables y a la vera del Riachuelo. A su vez, y ya en los últimos años,
aparecen los “barrios cerrados”
para familias de altos ingresos, por el momento en la provincia de Buenos Aires, aunque se pretende reeditarlos también en la ciudad, con la “Ley Larreta”, de
pretendidos barrios privados, taponando al porteño de la vista al río –Costa Salguero y Ciudad Deportiva de Boca, son el inicio–.
LA HUELGA DE INQUILINOS DE 1907
Las condiciones infrahumanas y los precios
elevados de esta forma de especulación con las necesidades de la vivienda,
lanzarán a la población, especialmente de los conventillos, a una huelga
memorable que comenzó en forma desordenada y espontánea como “La marcha de las
escobas”, pero que rápidamente cobró dimensiones y organización, un movimiento
por “el no pago del alquiler”.
Aquella inmigración europea no aportó
ingenieros ni técnicos como esperaba la “Generación del ‘80”,
sino laburantes, que trajeron con ellos, además de las ansias de trabajo,
nuevas y revolucionarios ideas sociales del viejo mundo, como fueron las
concepciones anarquistas y socialistas.
Fueron estos pensamientos el puntal de esta gran pueblada, que dejó un penoso saldo de un
muerto, varios heridos y muchos presos y deportados por aplicación de la Ley de
Residencia (Ley Cané Nº 4.144, sancionada en 1902 bajo la presidencia de Julio
A. Roca).
Se conquistaron algunas mejoras efímeras,
pero como siempre, se acusó a los agitadores e infinidad de familias obreras
fueron lanzadas a la calle; el valor de los alquileres volvió a dispararse,
hasta representar gran parte del jornal obrero, por una pocilga inmunda.
Pasaría el tiempo, pero las condiciones
generales y el deplorable estado de salubridad de aquella época lejana del
conventillo, cuando criollos e inmigrantes sentían que una joven y pujante
nación los cobijaba, que tendrían trabajo y esperanza,
es un recuerdo que perdura en el presente y a más de un siglo de entonces, cada
uno puede sacar sus propias conclusiones.
Miguel Eugenio Germino
-Catamarca 359, con más de 30 piezas.
-Chile 2173, entre 30 y 40 piezas.
-H. Yrigoyen 2850, media manzana con 120 piezas.
-Independencia al 2100, “El Arca de Noé”.
-México 1860, con 62 piezas.
-México 2154, conocido como “La Madonnetta”, con hasta una capilla al
fondo.
-México 2425, con 40 piezas.
-Moreno 2780, con caballeriza al fondo.
-Venezuela 2376, con salida por México 2407, con más de 100 piezas.
-Venezuela 2460/68, primero corralón, luego conventillo con 40 piezas.
Son sólo algunos de los más recordados.
Agradezco la colaboración de los vecinos Manuel y Alberto Gómez, Lorenzo Mercuri, Salman Fondebrider, Pedro Zangaro, María Pintos, Pajarito Génova, Germinal Espigares, Carlos Cebarfes e Ignacio Lavitman, que en distintos momentos me asesoraron.
Otras fuentes:
-García, Juan Agustín, La Ciudad
Indiana, Ed. Hispamérica, 1986.
-http://www.barracavorticista.com.ar/historia/conventillo/index.htm
-Instituto Histórico de Buenos Aires,
“Jornadas sobre la vivienda”, Buenos Aires, 1985.
-Páez, Jorge, El Conventillo, CEAL,
1970.
-Periódico Primera Página, nº 51
abril de 1998.
-Romero, José Luis y Luis Alberto, Buenos
Aires, Historia de 4 siglos, Ed. Abril,
1983.
Muy buena nota
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