jueves, 7 de abril de 2011

PERIÓDICO PRIMERA PÁGINA


EDITORIAL Nº 194 – ABRIL 2011

Cuando la economía del país mejora, y hay una mayor ocupación y una tenue recuperación salarial −que llega a ser importante en algunos sectores−, reaparece el fantasma de la inflación, que los agoreros de las crisis se encargan de magnificar.

A la hora de los reportajes, la TV hegemónica convoca a los “economistas” mediáticos del sistema, quienes llaman a “enfriar la economía”. Esta expresión, traducida al buen criollo significa recesión, aunque sin contener la inflación, con mayores ganancias empresarias, bajos salarios, y desocupación.

Se trata de volver, por las buenas o por las malas, a las viejas recetas del FMI, las mismas que fracasaron estrepitosamente en el 2001/2002, y que culminaron con la precipitada huída del presidente De la Rúa en helicóptero, dejando un tendal de 14 muertos por la represión que ordenó en el centro porteño.

Los bancos se quedaron con los ahorros populares, por vía de un subterfugio de dudosa legalidad, una clara “estafa” como lo fue el corralito—corralón.

Europa sufre hoy las mismas consecuencias de aquellas recetas, mejor dicho, las sufren los trabajadores y los jubilados. Basta mirar hacia Grecia, España y Portugal, que marchan a la cabeza de la retrogradación salarial y la pérdida de viejas conquistas sociales.

¿Pero cómo y quiénes desatan las crisis? ¿Acaso son culpables los asalariados, por reclamar legítimos aumentos de sueldo?

Las crisis son parte de la economía liberal, propias del capitalismo, que las desatan de arriba hacia abajo. El único salvataje del gobierno de los Estados Unidos fue para los bancos, que finalmente pagará todo el pueblo norteamericano. ¡Cuántos perdieron hasta su vivienda!

Aquí vuelve a cobrar vigencia la antigua fórmula: “Las pérdidas se socializan, las ganancias no.”

Que quede clarito, la ciencia económica lo tiene bien comprobado: el salario es sólo una parte pequeña del costo industrial. Oscila según la actividad entre el 5 y el 15% de dicho costo total ¡granujas!

En este punto cabe recordar al lejano tío alemán que allá por 1850 descubrió −para horror del capitalismo que quedó así desenmascarado− la teoría de la plusvalía (parte no remunerada del valor del trabajo del obrero, apropiada por el empresario). Con los adelantos

tecnológicos del siglo XX, aquella plusvalía se incrementó sustancialmente.

No obstante, esta teoría se ocultó bajo siete llaves, y pasó a ser subversiva, mientras el mundo seguía andando y el laburante explotado.

Así las cosas, cuando el trabajador relama una recomposición salarial, el empresario pretende aumentar los precios en un porcentaje igual o mayor al solicitado por aquél, ¡toda una desproporción comprobable! Pero la gran prensa y los gobiernos se hacen los distraídos; son las sagradas reglas del neoliberalismo.

Esta trampa “costo-salario-inflación” se inscribe como parte de la puja distributiva, para una mayor apropiación empresarial.

De otra manera, ¿cómo se entiende que el precio de la carne trepó un 300%, y los lácteos subieron un 200% en menos de un año? ¿Cómo explican esto aquellos mediáticos economistas de pacotilla, con diplomas de la “Escuela de Chicago”?

El país padece la falta de una profunda reforma tributaria que grave a los que más ganan, desgravando a los salarios, así como también que baje la exorbitante alícuota del 21% del IVA.

Si la cosa no fuera así, que Dios, la Patria, y los Santos Evangelios señalen lo contrario.

Hasta la próxima

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