Llegó
la época de la movilidad eléctrica
AUTOMÓVILES, CAMIONES,
ÓMNIBUS
En el pasado tuvimos
en Buenos Aires ómnibus de transporte de pasajeros accionados por motores
eléctricos que recibían la energía desde una red y se alimentaban mediante
dispositivos flexibles llamados troleys, razón por
la cual se los bautizó trolebuses. No los hemos tenido en Almagro, y sí
en Balvanera: una sola línea con terminal en
Plaza de Miserere.
Eran
vehículos limpios, silenciosos;
no contaminaban el aire. Corridos de Buenos Aires por Álvaro Alzogaray so
pretexto de su torpe andar, aún circulan en las ciudades de Rosario y Mendoza.
Su larga vida útil y el hecho de no consumir derivados del petróleo, influyeron
mucho para que fueran desterrados de nuestra
ciudad.
El cambio climático,
la contaminación del aire y la contaminación sonora de la ciudad y su conurbano,
por ende de Almagro y Balvanera, han llegado a su límite. Cada vez mayor cantidad de microómnibus queman gas
oil, envenenan con componentes cancerígenos provenientes
de los gases de escape y, por si fuera poco, también
lo hacen con dióxido de carbono y metano, gases llamados de “efecto
invernadero” y que son culpables del calentamiento global, que es a su vez la
causa del cambio climático.
En un artículo
anterior (ver “Caos Climático”, Primera
Página nº 213) hemos señalado en forma
inequívoca los catastróficos efectos del proceso de calentamiento global y
suscribimos la expresión de Peter Hughes sobre que “la
transición de matriz energética de ‘sucia’ a ‘limpia’ será más rápida si antes
se encuentran soluciones para el transporte automotor”. Esas soluciones marchan de la mano de la tecnología, con los vehículos
eléctricos modernos, capaces de circular ágilmente en el endiablado tráfico.
Cada caso tiene una
salida diferente. El usuario que va y viene
de su trabajo en automóvil, puede cargarlo mediante las potentes baterías de
Ión Litio durante la noche en el garaje de su vivienda, con un cargador.
Distinto es el caso de aquel auto que debe recorrer grandes distancias sin
recargar: para esta exigencia se han diseñado vehículos híbridos, con potentes
baterías que accionan el motor eléctrico y celdas de hidrógeno que las recargan
continuamente. En este caso se trata de una solución óptima pues descarga vapor
de agua, con lo cual no contribuye a provocar el “efecto invernadero”. Si por
el contrario el móvil es un taxi o remis, o un camión, o también un
microómnibus, hay para ellos híbridos de
baterías eléctricas y celdas o motores de combustión interna asistidos por otro motor eléctrico montado sobre un eje. Ambos consumen metano (GNC), con un
residuo de gas de “efecto invernadero” mucho menor que en los convencionales
actuales. En todos los casos se usan baterías de Ión Litio, que funcionan y
están construidas con el mismo principio que el de
los celulares de última generación, que filman y fotografían, de duración tolerable
entre recargas. Los primeros vehículos eléctricos no contaban con estas nuevas
baterías.
Esta realidad no excluirá inmediatamente a los vehículos convencionales.
Se estima que para el año 2020 habrá un parque automotoreléctrico de 20
millones de unidades. Algunos optimistas hacen ascender la cifra a 200 millones
para el mismo año, ello obligaría a reestructurar buena parte de la industria
automotriz actual, lo que requerirá financiación, la que vendrá como resultado
del aumento del consumo popular.
El primer automóvil eléctrico fue el EV1, de General Motors. Lanzado en
1996, era exclusivamente a batería y, curiosamente, no se vendían sino que se
alquilaban. Pagó cara su osadía: el fabricante, después de cierto tiempo no
renovó los contratos y en consecuencia recuperó las unidades. Este brutal hecho se produjo cediendo a la
presión de los intereses petroleros que veían peligrar una importante porción
de mercado. Las fotos adjuntas muestran una
vista lateral del EV1y el empilado de automóviles destruidos.
Sin embargo, en 2011, por las calles de Londres circuló un
prototipo de taxi que lucía en sus puertas delanteras la orgullosa expresión
“ZERO EMISIONS”. Más aun, siempre en el
Reino Unido, la empresa Coca Cola Enterprises
–tan proclive a respaldar los adelantos tecnológicos– hizo construir una flota
de camiones accionados por biogás, que capta el
producto de la digestión anaeróbica de deshechos vegetales y residuos sólidos
orgánicos de los rellenos sanitarios urbanos, en un alarde de Adecuación al
Cambio Climático.
AUTOS APILADOS PARA SU DESHUASE |
En Qatar, del 26
de noviembre al 7 de diciembre del corriente año, sesionó la 18ª Cumbre de
Jefes de Estado organizada por las Naciones Unidas. A diferencia de las
anteriores –en las que no aceptó un consenso coercitivo– los EE. UU. se
comprometieron a colaborar en la lucha contra el cambio climático, y arrastró a China a igual posición.
Nuestra presidenta,
Cristina Fernández de Kirchner, en ocasión del Plenario
de Presidentes de la Cumbre del MERCOSUR realizado
en Brasil, manifestó que los países latinoamericanos deben estar “dispuestos a
ser socios” de las potencias norteamericana y europeas, aunque aclaró que “tenemos
que empezar a hablar de igual a igual” (Página
12, viernes 7 de diciembre, 13:31 hs.).
Sin embargo, a
pesar de la mano tendida por Cristina, en la Cumbre de Qatar los representantes
de los estados allí participantes no alcanzaron
acuerdo alguno sobre los compromisos tecnológicos ni los económicos
antes de la última hora del viernes, por lo que los asistentes resolvieron
prorrogar las deliberaciones hasta el sábado 8. Ese día sesionaron hasta las
16:33, hora en que a pesar de no haber logrado el consenso, el vice primer
ministro qatarí, Abdullahbin Hamad Al Attiyah decidió poner a votación la
extensión del Protocolo de Kyoto que, con reglas
vinculantes, exige que los países reduzcan en un 5,2 % las emisiones de
dióxido de carbono equivalentes respecto de las
de 1990 (Kyoto II). Ahora bien, al llamar a votación dijo sorpresivamente: “Como no escucho objeciones, decido yo.
Queda aprobado”.
Esta arbitrariedad hizo que, en principio, solo manifestaran su
adhesión las naciones de la Unión Europea y unos diez países más, lo que representaba
solo el 15 % de las emisiones, los EE.
UU., jamás adhirieron al Protocolo, a
pesar de ser el principal emisor de
gases de efecto invernadero. Este hecho frustró, pese a las arduas negociaciones, llegar a un feliz término
en la adhesión al documento. Con la expansión de los vehículos
eléctricos se lograría una efectiva disminución de aquellos gases nocivos.
Sin embargo, en una
rápida reacción, delegados de casi 200 países votaron extender el Protocolo de
Kyoto hasta 2020, lo que evitó un nuevo
revés. El acuerdo expiraba el 31 de diciembre de 2012 pero al aprobarse su
extensión seguirá siendo el único plan jurídicamente vinculante para combatir
el calentamiento global. He aquí la trascendencia de los vehículos eléctricos y
sus baterías de Ión Litio.
Ing.
Ernesto Mario Leikis
Muchas gracias por recordarnos la historia de los vehículos eléctricos, que como cuentas no son algo totalmente innovador, sino que ya existían a principios de siglo, pero se dejó de desarrollar por diversas razones e intereses. Un artículo muy apropiado.
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