Obama demora el cierre de Guantánamo
Lo
que fue una de las promesas principales de la primera campaña electoral del
actual presidente norteamericano, está lejos de concretarse. La ilegal base de Guantánamo, donde
residen miles de presos con todos sus derechos de defensa suspendidos, está lejos de cerrarse. Es más, sigue
funcionando como campo de concentración sin perspectivas de cambiar su estatus.
Miles
de personas viven en condiciones infernales a pocos kilómetros de los paraísos
caribeños. Ni siquiera se trata de presos comunes sino de supuestos terroristas
traídos ilegalmente de todos los rincones del globo. Sus derechos fueron
olvidados desde el momento de su captura, ya que
muchos de ellos nunca fueron acusados ni procesados, por lo que no saben de qué se los acusa. Eso sí, las torturas no se hicieron
esperar.
El único método de defensa que han
encontrado estos presos es la huelga de hambre,
que ya ha llevado al hospital a cientos de ellos. Quienes reclaman piden al
menos ser procesados para poder defenderse, ya
que residen en un limbo legal que en varios casos ya lleva 10 años.
Las
voces críticas se suman en el propio territorio de los Estados
Unidos. Están quienes reclaman por las condiciones de los presos por un lado y
los que critican el millonario gasto de una base que demanda más fondos que los
más grandes centros penitenciarios norteamericanos, por el otro.
El
presidente Obama reactivó sus promesas de cierre en el último tiempo, aunque no
se sabe bien si es con intención de cumplirlas o para sacarse la presión de los
reclamos. El premio Nobel de la Paz demora una medida, que
si bien no repara el daño en las vidas afectadas, por lo menos mejoraría el
estado actual de cientos de personas.
Si
es verdad que para la Casa Blanca la permanencia de esta base carcelaria es una
ignominia, que pase de las palabras a los hechos de una buena vez y que limpie,
aunque parcialmente, la imagen exterior norteamericana cerrando para siempre
esta pesadilla de cemento.
Pablo Salcito
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