sábado, 1 de junio de 2013

LA CAMPAÑA DEL DESIERTO



11 de junio de 1879: la Campaña del Desierto





Epílogo virtual de la mascarada que encubrió una masacre

 “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacerías seguirán glorificando al cazador”
 Proverbio africano

El escritor Osvaldo Bayer resume el escabroso tema con estos trazos fundamentales: 14.000 originarios muertos y 14.600 tomados como esclavos para las plantaciones y obrajes del norte; madres separadas de sus hijos, obligadas a trabajar de sirvientas.
Reparto entre 1.800 estancieros locales y extranjeros de 42 millones de hectáreas apropiadas a los pueblos nativos.
Para la historia oficial los grandes héroes de la patria, después de los de la Independencia, fueron los de la Conquista del Desierto.



LA PLACA DE LA VERGÜENZA

En la capital misionera, en el pedestal de la Estatua de la Libertad ubicada en la Plaza Nueve de Julio, luce hasta el presente colocada una placa conmemorativa de bronce que dice: “Homenaje de la Provincia de Misiones a los héroes de la Conquista del Desierto en el centenario de la gesta. 11 de junio de 1879 - 11 de junio de 1979”.
Era el homenaje de la Dictadura Cívico Militar encabezada por Jorge Rafael Videla, que conmemoraba así aquel centenario en todo el país,  mientras dirigía un mensaje desde la provincia de Neuquén, reivindicando el genocidio.
En Misiones participaron del homenaje el gobernador, el intendente y el sacerdote Ramón Fabiano, que elevó una plegaria por los 6 mil soldados que participaron de la campaña. Nada se dijo entonces de los 14 mil indígenas muertos. Para la iglesia, tal vez no eran humanos.


ANTECEDENTES


 "Estamos como nación empeñados en una contienda de razas en que el indígena lleva sobre sí el tremendo anatema de su desaparición, escrito en nombre de la civilización.
Destruyamos, pues, moralmente esa raza, aniquilemos sus resortes y organización política, desaparezca su orden de tribus y si es necesario divídase la familia.
Esta raza quebrada y dispersa, acabará por abrazar la causa de la civilización. Las colonias centrales, la Marina, las provincias del norte y del litoral sirven de teatro para realizar este propósito." 
 Julio Argentino Roca (1843-1914)

La persecución y aniquilamiento del indio, así como la lógica resistencia de éste, comienza en el Río de la Plata desde el inicio de la conquista con la llegada de Juan Díaz de Solís en 1516. Continuó con la efímera primera fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza en 1536, fundación que concluye con su precipitada huida.
Producida la independencia y durante la gobernación de Buenos Aires de Martín Rodríguez (1820-1824), se contratan los servicios del militar prusiano Friedrich Wilhelm Rauch (Federico Guillermo), quien actúa como mercenario en la primer campaña organizada contra el indio al servicio de los terratenientes. La orden era despejar y extender las fronteras de la “civilización”. El prusiano supo cumplir con lo encomendado, al punto que en 1826, Rivadavia (primer presidente de las Provincias Unidas), fascinado por su eficiencia, le asignó la tarea de aniquilar a las etnias ranqueles de las pampas bonaerenses. Fue tan efectivo su accionar de pasar a degüello a miles de “infieles”, que el presidente lo premia ascendiéndolo a Teniente Coronel. Posteriormente, su despiadada matanza es vengada en el Combate de Las Vizcacheras, donde el cacique Nicasio Maciel (Arbolito), boleó el caballo de Rauch y degolló al general europeo.
Desgraciadamente, en el barrio porteño de Almagro una calle aún lleva el nombre del prusiano genocida.
Entre 1833 y 1834 Juan Manuel de Rosas, haciéndose eco de las demandas de sus colegas estancieros, dispondrá el emprendimiento de la “Primera Campaña del Desierto”. En eso ya hay un primer dato falso de la historia oficial, porque el desierto no era tal, sino que se trataba de la “pampa húmeda”, poblada por distintas etnias originarias.
Rosas combinó la represión con la conciliación, pactando con los pampas y reprimiendo a los ranqueles y otras etnias. De esta operación inicial resultaron 3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros y se rescataron 1.000 cautivos blancos.
En 1855 fracasa una expedición encabezada por Bartolomé Mitre a Sierra Chica contra el cacique Calfulcurá, que dominaba entonces la zona y mantenía en vilo a los gobiernos, hasta ser derrotado en 1872.
El gobierno de Nicolás Avellaneda (1874-1880), por medio de su ministro de Guerra Adolfo Alsina, concretará el gran foso conocido como “la Zanja de Alsina”, a fin de contener los malones y evitar la captura de ganado. Vale recordar que hasta 1855, cuando se generalizó el uso del alambrado, el ganado era cimarrón, no pertenecía a nadie, deambulaba libremente por las pampas y todos podían servirse de él. El alambrado afirmará la apropiación de las haciendas por los estancieros.
Alsina muere en 1877 y es reemplazado en aquel ministerio por el joven general Julio Argentino Roca (1843-1914), quien aplicará un plan de aniquilamiento, “la solución final”, para la cual lanzará una ofensiva sistemática que definiría así: "Tenemos seis mil soldados armados con los últimos inventos modernos de la guerra (el recién incorporado fusil de repetición winchester) para oponerlos a dos mil indios que no tienen otra defensa que la dispersión ni otras armas que la lanza primitiva".
La superioridad numérica y técnica diezmará la resistencia de los indios, especialmente de mapuches y tehuelches. Con la financiación de un millón seiscientos mil pesos aprobada por el Congreso, Roca estuvo en condiciones de preparar sus fuerzas para lanzar la ofensiva final. La expedición partió entre marzo y abril de 1879. Los 6.000 soldados fueron distribuidos en cuatro divisiones que salieron desde distintos puntos para rastrillar la pampa. El 25 de mayo de 1879 convergieron sobre la margen izquierda del Río Negro, desde allí se preparó el último tramo de la conquista. El 11 de junio las tropas de Roca llegaron a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, día considerado como el del final de la campaña.
Hubo nuevas y múltiples escaramuzas menores que prolongaron la campaña hasta 1884, cuando definitivamente a las tribus sobrevivientes se las desplazó a zonas áridas marginales.


EL TRIUNFO NACIONAL Y EL REPARTO

“¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado.”
Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)
El Progreso, 27/9/1844; El Nacional, 25/11/1876

Dice la historia oficial que el resultado de la campaña contra el indio fue una “victoria argentina”, falacia para justificar y glorificar un verdadero genocidio de 14 mil nativos muertos y otros tantos esclavizados, considerados animales; además la “victoria” dio lugar al reparto entre los estancieros de 42 millones de hectáreas. Se llegó a pagar una libra esterlina por un par de orejas de indios, pero al aparecer con vida muchos desorejados, cambiaron la oferta: “una libra esterlina por un par de testículos de indios”. Queda así desenmascarado el “avance de la civilización frente a la barbarie”.
Los originarios capturados fueron recluidos en un gigantesco campo de concentración en las cercanías de Valcheta (Río Negro), traídos a pie a través de 1.400 kilómetros. A los hombres se los llevó como esclavos a las plantaciones y obrajes del norte, y las mujeres, separadas de sus hijos, fueron obligadas a trabajar como sirvientas en las casas de las familias acomodadas.
Las “Damas de Beneficencia” fueron las encargadas del reparto humano. Así, el diario El Nacional del 31 de diciembre de 1879 anunciaba: “Entrega de Indios: los miércoles y viernes se efectuará la entrega de chinas a las familias de la ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”.
En cuanto a las tierras apropiadas, la mayor parte de aquellas millones de hectáreas se repartieron entre grandes familias como Pereyra Iraola, Álzaga Unzué, Luro, Anchorena y Martínez de Hoz (este último apellido se quedó con 2.500.000 hectáreas). La “frutilla del postre” fue el premio de 15.000 hectáreas que el Congreso Nacional otorgó al General Roca por sus patrióticos servicios.
Nada sería igual en los territorios conquistados, había que eliminar todo vestigio de los “salvajes”. Recordaba Bayer: “Los nombres poéticos que los habitantes originarios pusieron a montañas, lagos, valles, fueron cambiados por nombres de generales y burócratas del Gobierno de Buenos Aires, uno de los lagos más hermosos de la Patagonia que se llamaba con el nombre tehuelche de El Ojo de Dios, fue reemplazado por el de Gutiérrez…”.
En otros casos, dejaron los nombres originarios como atracción turística, pero claro, la tierra fue para los vencedores.


COROLARIO

Roca se convertiría en líder indiscutible del Partido Autonomista (PAN), unión de los partidos Autonomista de Alsina y Nacional de Avellaneda.
Será presidente de los argentinos entre 1880 y 1886 y nuevamente entre 1898 y 1904. También fue senador nacional entre 1892-1893 y 1895-1898. En resumen, dirigirá los hilos del poder durante 30 años, con un entramado de alianzas, intrigas y presiones, lo que le valió el mote de “El Zorro”.
Durante ese período nefasto sancionará la ley 4.144 (de residencia), que sirvió para la expulsión de activistas extranjeros.
Como galardón adicional post mortem, Roca tendría el monumento más grande de Buenos Aires, en Diagonal Sur (también Roca) y Perú. Asimismo, llevan su nombre calles, plazas, parques y localidades de todo el país, y su retrato luce aún en los billetes de 100 pesos de curso legal.

 Miguel Eugenio Germino


Fuentes:
- www.elhistoriador.com.ar/genocidio.html
-Periódico Primera Página nº 196, junio de 2011.
-Pigna Felipe, en Clarín del 14 de octubre de 2007 y 1º de junio de 2008.
-Pigna, Felipe, Los Mitos, tomo 2, Ed. Planeta, 2004.





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