RÉQUIEM
PARA UN CAFÉ NOTABLE
HORACIO DURANTE UNA ENTREVISTA DEL PERIÓDICO PRIMERA PÁGINA EN EL AÑO 2007 |
En el mes de enero de este
año 2015 se produce el inesperado cierre del mítico e histórico Café Los Galgos, de la tradicional
esquina NE de Callao y Lavalle. No es el primero de los declarados “Cafés
Notables” que debe cerrar sus puertas acosados por la falta de rentabilidad
comercial y el avance del modernismo frente a este
tipo de bares antiguos estancados en el tiempo y como muestra viviente de un
período de nuestra tradición.
La vorágine modernizadora, la
practicidad y el ritmo rápido en que se mueve el porteño de hoy, fue relegando a los viejos bares que se negaron a
convertirse en “pizza-café-minutas”.
Ya no queda espacio en la
ciudad de hoy para que el antiguo parroquiano despreocupado del cronómetro
practique su ocio sentado en la mesa de un bar, frente a un pocillo de café, o
junto a otros camaradas de escaso nivel de consumo. Los espantaron estos nuevos tiempos de presuroso ritmo.
A Los Galgos, declarado “Café
Notable”, no le alcanzó la cuerda para
continuar, de poco le valieron los títulos nobiliarios ostentosos pero de nula
efectividad práctica. Cayó como otros en las garras del esnobismo, le quedaba
poco espacio en el ramo de los sosegados porteños de ayer.
Valen
algunas consideraciones historiográficas de su trayectoria y de aquella esquina
que vio mutarse en el tiempo. El edificio data del año 1880 y había sido
erigido como residencia de la familia Lezama,
dos pisos altos con terraza, que sufrió varias transformaciones.
En 1920 fue comprado por la
firma Singer, primera fábrica de
máquinas de coser de Latinoamérica, y tiempos más tarde funcionó en el lugar
una farmacia.
Ya en el año 1930 la esquina
fue adquirida por un asturiano aficionado a las carreras de galgos, de allí el
nombre del que sería su “Almacén-Despacho
de bebidas”, un ramo típico en el Buenos
Aires de aquellos años.
En el año 1950, es
transferido el establecimiento a José
Ramos, oriundo de Galicia, quien respetará toda la estructura del negocio,
moblaje, cuadros, mesas y hasta la estatuilla de un galgo que lució hasta el
cierre entre el resto de los bártulos.
Éste lo transfiere por herencia a sus tres hijos varones, José, Horacio y
Alberto, que continuarán con la tradición del negocio.
Así llegamos al año 2015, ya fallecido Horacio, y menguadas las fuerzas de
Alberto, antes había desaparecido José, se produce su cierre definitivo, ya no
existe cadena familiar ni interesados en continuar con una especialidad en declive.
Otros “Notables” cayeron
antes, y otros continuarán por el mismo camino de no mediar medidas oficiales
de resguardo a una actividad que ampara la memoria viva de un pasado que se
escurrió entre los dedos.
Marta Romero
Fuente: Periódico Primera Página nº 155 de
septiembre de 2007.
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