Nueva geopolítica del Vaticano
EL PAPA EN MEXICO |
El Papa
Bergoglio revoluciona cada lugar que visita, su popularidad es indiscutible y
sus propuestas para modernizar, aunque sea en la superficie a la religión
católica, reciben elogios casi unánimes. Pero a
la hora de evaluar sus gestos políticos no todos parecen comprender la nueva
geopolítica del Vaticano.
Atrás
quedó el Papa Juan Pablo II y su enorme aporte para que la guerra fría se
terminara con la victoria del capitalismo. Hoy al Vaticano le importa más
frenar el avance incontenible del capitalismo financiero que daña
principalmente a la población de menos recursos,
que es de donde más adherentes recoge el catolicismo.
Por eso
no es casual el juego a varias bandas que practica el pontífice argentino. Convencido
de que las guerras menores son el modo en que se
mantiene el aparato militar industrial mundial en movimiento, no duda en
reunirse con las diversas partes contendientes para bajar los niveles de
conflicto. Lo hizo no sólo en Medio Oriente, sino también en Europa Oriental.
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impensada unas décadas atrás, ahora Bergoglio no duda en aceptar la ayuda de
Cuba para estrechar lazos con Rusia. Es por eso que Putin ve con buenos ojos
que los cristianos católicos se reconcilien con sus pares ortodoxos comandados
por el Patriarca de Moscú, lo que repercute a su vez en el conflicto armado que
persiste en Ucrania.
Más cercano a la realidad de nuestras
tierras, la visita a México es una movida para que la realidad política,
económica y social de nuestro continente no desbarranque. El país azteca está
atravesado por conflictos violentos que no dejan
de cobrarse su cuota diaria de vidas. Signos de estos tiempos, el Papa fue
recibido más como jefe de Estado que como líder religioso.
Será un enorme desafío para
Bergoglio, surfear la ola de neoliberalismo que
vuelve con ánimo vengativo a bañar las playas de América latina. Por ahora
gestos políticos sutiles jalonan su política. Retacea encuentros con la nueva
dirigencia de derecha y respalda a los perseguidos políticos. Las nuevas
administraciones latinoamericanas ya saben que el ojo del Vaticano no se
apartará de nuestro continente.
Pablo Salcito
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