Y un día ganó Lenin
La ola arrasadora de la
derecha neoliberal que venía derramándose por América latina, finalmente
encontró su dique en las alturas ecuatorianas, donde Lenin Moreno derrotó claramente a su rival y
permitirá que la Revolución Ciudadana que encarnó hasta aquí el presidente Correa
siga adelante.
Las denuncias de fraude del
banquero Lasso no tuvieron eco ni en sus propios aliados, por lo que el nuevo
presidente ecuatoriano fue aceptado rápidamente por toda la comunidad
internacional, que tiene sus ojos puestos más en la tensión mundial que se
incrementa día a día que en nuestro continente.
Así, la derecha
latinoamericana se perdió de sumar una pieza a su colección, aunque sigue
pendiente de lo que pasa en Venezuela, donde Maduro resiste una ofensiva cada
vez más violenta y coordinada. Aún así no las tienen todas consigo los neoliberales,
ya que las denuncias de corrupción en Brasil –principal
arma para lograr el retroceso del PT– ahora se
vuelven como un boomerang sobre las cabezas de
Temer y sus secuaces, que no pueden explicar quiénes financiaron sus
campañas electorales.
En Ecuador, la eficaz y
consecuente Revolución Ciudadana pudo sostener sus logros en la memoria del
pueblo, que el constante embate mediático no
pudo diluir. Fueron 10 años de un gobierno que le dio dignidad al país gracias
a los avances económicos y sociales, que a diferencia de sus vecinos peruanos,
fueron de la mano y no disociados. Hábilmente Correa no buscó una incierta
reelección que demandaba otra reforma constitucional, y prefirió preparar y
respaldar a un sucesor que continuara con su obra.
Y llega ahora Lenin Moreno
con el antecedente de un presidente que puso a
la soberanía como horizonte y que con ese pensamiento logró el desmantelamiento
de la base militar norteamericana de Manta, redujo la influencia del siempre
decisivo embajador norteamericano y mantuvo a rajatabla el asilo a Julián
Assange en la embajada ecuatoriana en Londres.
Ahora no la tendrá fácil el
nuevo presidente. El viento sopla en contra de las naciones sudamericanas y el mundo parece encaminarse a una carrera
armamentística de final incierto. La unidad de nuestro continente es socavada
permanentemente por los gobiernos de derecha que prefieren alinearse a poderes
mundiales más allá de nuestras fronteras, pero
el cambio de mando en la Casa Blanca puede dejarlos sin puerto seguro y abre
interrogantes sobre un final que parecía cantado en contra de las democracias
latinoamericanas.
Pablo Salcito
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