miércoles, 1 de noviembre de 2017

EL CAFÉ CORTAZAR

El café Cortazar de Cabrera y Medrano




La actividad cultural y gastronómica de calidad, unidas para homenajear al gran Julio

La esquina de Cabrera y Medrano constituye una parada obligatoria para todos los amantes de la literatura y de la buena gastronomía. Allí, en el límite entre Palermo y Almagro, se encuentra el Café Cortázar, el bar temático –inaugurado a fines de 2015– dedicado al famoso y querido escritor. En su fachada, el logo del café –ideado por el arquitecto Horacio Spinetto– que nos muestra a un Cortázar travieso, deseoso de espiar por encima del nombre, escrito con la tipografía de la Olivetti Lettera 22 –la máquina de escribir que él utilizaba– nos invita a entrar.
Ingresar al lugar es como sumergirse en un universo aparte: el cortazariano. Las paredes están estampadas con innumerables fotos de nuestro entrañable Julio, solo, acompañado por amigos, sus mujeres, sus mascotas, en Buenos Aires, en París. Un retrato del escritor realizado por la pintora Renee Heisecke nos da la bienvenida, al lado de la primera mesa. Hay una rayuela a todo color. También pueden observarse, enmarcadas, algunas tapas de sus libros y varias citas de sus obras. Es sólo el aperitivo de lo que será el gran postre: los dos murales alegóricos pintados por el artista Ricardo Villar, uno ubicado en la planta baja y el otro en el primer piso. Allí se ve al homenajeado, a Charlie Parker –del cual Cortázar era fanático–, su máquina de escribir, imágenes que representan algunos de sus cuentos y novelas.
“La decoración se realizó a través de una selección muy cuidada, haciendo un recorte del material que había. Algunas de las fotos son clásicas, como la que sacó Sara Facio. Hay muchas postales, dedicatorias de libros, ilustraciones. La intención era que hubiera variedad. Exhibir el registro fotográfico que ya todos conocen y está en todos lados no tenía sentido. Por eso, surgió la idea de poner un valor agregado mediante una obra original como los murales de Villar, que hizo su lectura libre sobre Julio”, señala Romina Metti, responsable de Comunicación del café.
El café se convirtió en un verdadero refugio cultural: se desarrollan presentaciones de libros, charlas abiertas, talleres de lectura y escritura, muestras artísticas. Todas las actividades están atravesadas por la figura del escritor. Por ejemplo, hace poco brindó una charla la escritora Luisa Valenzuela, que escribió el libro Entrecruzamientos, sobre la relación entre Julio Cortázar y Carlos Fuentes, a su vez amigos de ella. En cuanto a los talleres, se busca dar otra mirada sobre Julio. Se unen distintas disciplinas como literatura y fotografía, literatura y cine. Un taller que se está dictando en este momento consiste en encarar la vida y obra de Cortázar desde la carta astral.
En el primer piso hay una bellísima exposición del fotógrafo y reportero gráfico Hugo Passarello Luna –argentino, residente en Francia– denominada Fotorreportaje inesperado. En 2014, con motivo del centenario del nacimiento de Cortázar, Passarello Luna buscó personas famosas o anónimas que vivieran en la capital francesa o estuvieran allí y les propuso un juego ingenioso: que eligieran un lugar de París para ser retratadas y un fragmento de Rayuela, y que explicaran por qué habían vinculado esas dos cosas. Participaron, entre otros, la escritora Valenzuela, sus colegas Martín Kohan, Ana María Shúa, Pablo De Santis, Alberto Manguel y el dibujante Rep.
Tratándose de un café dedicado a homenajear a Cortázar no podía faltar una biblioteca. Se encuentra al fondo y reúne los libros del escritor, artículos, material de estudio sobre su obra en distintos idiomas, aportados por investigadores de diversos países; hay ediciones raras, tapas inéditas. En la biblioteca también hay unos guantes de boxeo –deporte que le fascinaba a Julio–, una máquina de escribir del mismo modelo que él usaba, sifones antiguos.
En el café, hasta los manteles de papel tienen motivos cortazarianos, por ejemplo hay uno con una rayuela dibujada por el escritor que la gente se lleva como souvenir. También varios platos llevan nombres de sus obras o sus personajes como la ensalada La Maga. Entre los desayunos están el Olivetti Lettera y el Flanelle –como su gato–.


INTERIOR DEL CAFÉ CORTAZAR


“Los turistas que nos visitan se topan con el café porteño, con sus clásicas sillas de madera y las mesas de fórmica recuperadas, y el sector parisino, con el sillón y las mesitas circulares de mármol. Los turistas vienen porque es un bar temático dedicado a Cortázar pero también porque se encuentran con un café que es bien porteño, tradicional”, explica la representante del emprendimiento.
En relación al aspecto gastronómico, lo que más sale son las picadas, la tortilla, las pastas caseras, el sándwich de salmón, la hamburguesa completa y la suprema a la napolitana. En bebida, lo que más se pide es la cerveza artesanal, y respecto a los postres, el strudel, los panqueques de manzana, de naranja, el tiramisú y el cheesecake.
“Éste es un café de amigos. La gente que trabaja acá es muy cálida y ama lo que hace. Es una esquina mágica porque desde que abrió el café sucedieron un montón de coincidencias y hechos fantásticos bien a lo Cortázar. Hay un ángel de Julio que está acá, es lo que comenta la gente que viene. El público es variado. Hay gente que viene muy seguido y va probando los distintos horarios del día. El café se fue haciendo de todos, como si fuera una extensión de su casa”, expresa satisfecha Metti.

                                                  Laura Brosio


Imágenes: cortesía del Café Cortázar. Ph. Anita García Q







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