sábado, 2 de marzo de 2019

TEATRO EL PICADERO


Teatro El Picadero
Un espacio teatral con una larga y compleja historia porteña


FOTO HISTÓRICA DEL TEATRO

El Teatro del Picadero (también conocido como El Picadero a secas), fue un teatro de la ciudad de Buenos Aires que surgió a comienzos de la década de 1980 y fue conocido por ser la sede de Teatro Abierto, un ciclo que se enfrentó a la dictadura militar que gobernaba en aquella época y que en venganza lo destruyó con un atentado en 1981.
El edificio fue diseñado en 1926 por el arquitecto italiano Benjamín Pedrotti, para la fábrica alemana de bujías Bosch, que había pasado a manos norteamericanas luego de la Primera Guerra Mundial, tomando el nombre de American Bosch. El representante argentino de la firma era Don Armido Bonelli, quien encargó el diseño a Pedrotti. La obra estuvo a cargo del constructor A. Carte, y ostentó el logo de la American Bosch en las molduras de su fachada: la caricatura de un aviador de la Primera Guerra. La fachada original (foto de tapa de Primera Página, noviembre 2018, número especial 25º Aniversario) es lo único que se conservó del incendio de 1981 y ostenta un estilo industrial muy ecléctico, que hace difícil su encuadre en una corriente arquitectónica. 


                                  EL PICADERO: FOTO ACTUAL

El establecimiento como teatro fue inaugurado el 21 de julio de 1980, por iniciativa del director Antonio Mónaco y la joven actriz Guadalupe Noble, que querían fundar un espacio de teatro independiente que se alejara de los cánones del convencional. Pero su salto a la fama ocurrió al año siguiente, cuando un grupo de dramaturgos, directores, escenógrafos, técnicos de la escena y actores, reunidos bajo iniciativa del fallecido dramaturgo Osvaldo Dragún, quisieron demostrar en plena dictadura que, pese a los intentos por acallarlo, el teatro argentino todavía existía. Así crearon 21 obras breves de autores nacionales o nacionalizados que se ofrecían cada tarde a las 18, antes de los espectáculos que conformaban la programación habitual del teatro. La reacción de la dictadura fue rápida, y en la madrugada del 6 de agosto, un atentado con bombas incendiarias provocaron el fuego y la destrucción casi total del teatro. Sólo se salvaron la fachada y un viejo vestuario. Teatro Abierto tuvo que mudarse al Tabarís. Mientras tanto, El Picadero quedó cerrado. En 1985, el productor Lázaro Droznes alquiló la sala para transformarla en un estudio de filmación y luego lo compró en 1991 y sólo diez años después junto con el director teatral Hugo Midón hicieron una inversión de 200.000 dólares. Reabrieron el 16 de julio del 2001. Fue un breve plazo, el estallido económico y social obligó una vez más a cerrar sus puertas. En 2007, el terreno vecino fue comprado por una constructora para levantar un edificio para un importante emprendimiento, así comenzó la demolición interior del viejo teatro. Frente a la oposición de varias asociaciones por el patrimonio arquitectónico la destrucción fue detenida. Después de varias negociaciones finalmente El Picadero pasó a manos del productor teatral Sebastián Blutrach en junio de 2011. Finalmente el día 23 de mayo del 2012 se reabrió definitivamente. Ahora el interior, realizado totalmente a nuevo por el arquitecto Gustavo Keller y el consultor técnico Marcelo Cuervo, cuenta con 260 butacas y un pullman con 32 más. En el hall principal, funcionan una barra y un bar. Después de diversos usos, permanecer abandonado y puesto en marcha, finalmente el teatro El Picadero está funcionando con una variada programación.


“La suerte de la fea” de Mauricio Kartun por Paula Ransenberg
 Una inspiración poética y voluptuosa en el espectro teatral porteño

LA SUERTE DE UNA  FEA


Dramaturgia: no es frecuente el Unipersonal como obra completa en la dramaturgia de Kartun. Sí, encontramos bellos y exquisitos mini-monólogos en la mayor parte de sus obras. Siempre con un sentido y sello personal nos envuelve en nostalgias, en cuestiones de supervivencia y seguramente con muchos guiños hacia el presente. Esta obra estrenada en el 2016 con el mismo equipo, plantea una simple diferencia, lo bello o lo feo, dos conceptos subjetivos que convierten este soliloquio en una pieza teatral mayúscula aunque pequeña desde su duración y formato. Contar sobre las famosas Orquestas de Señoritas de principios del siglo XX sería redundar en detalles. Sólo para comprender la obra aclaro que eran famosos los bares donde bellas mujeres desde un palco decorado fingían tocar instrumentos. Las verdaderas ejecutantes de Conservatorio, no agraciadas, tocaban detrás de los cortinados ante un público masculino que se regodeaba y se excitaba con la visón de estas falsas Euterpes (Euterpe: musa griega de la música y del deleite).
La acción: transcurre en el palco dónde actuaba la Orquesta de Señoritas “Los Primores”, allí una de sus integrantes –no del grupo de las figurantas, las bellas, si no de las feas que tocaban acompañando mohines y movimientos sensuales desde la oscuridad–, nos cuenta su historia. Ya desde el comienzo empieza a comparar su instrumento musical, la viola gorda de tesitura más baja y menos lucida con el violín, que es más pequeño, elegante y considerado. Desde allí recorreremos, entre risas y sonrisas un camino hacia un destino cada vez más patético y trágico.
El ELENCO: Luciana Dulitzky, es Viola, la fea con suerte. Comienza con cierta ligereza a contar su infancia, marcada por la madre con la legendaria frase: “la suerte de la fea la bella la desea”. Se desenvuelve dentro del personaje apropiándose de la mujer que se va rebelando al mandato del sino. Entre las nuevas figurantas la aparición de Yolanda es clave. Esa mujer sensual y sutilmente provocativa que erotiza la música que la fea toca con maestría desde el foso, ésa que le agrega en cada adagio, silencio o vivace su impronta de gestos y mohines, permite encontrar a la fea su propio espacio de deseo-erótico. En dúo perfecto se funden en la música ejecutada con gestualidad fingida. Dulitzky hace una creación precisa que va creciendo en rencor y furia que la lleva a entender su tragedia. Ella es la verdadera creadora de la música obscena del placer y el deseo, por la cual los hombres jadean, murmuran. Yolanda está grave, enferma y en esa instancia Viola se va desarmando. En un estado de frenesí se apropia de su creación, un disco de pasta grabado en un magnetófono en el último suspiro de la moribunda. Sueña y delira con la posesión del momento mágico, que la hará salir finalmente de la oscuridad del foso. Es un interrogante que dejaremos abierto.
La dirección: Paula Ransenberg y Luciana Dulitzky no es la primera vez que trabajan juntas en situación opuesta de actriz y directora. Son una conjunción potente y talentosa. Rasenberg elige una escenografía minimalista y concreta, el palco decorado rodeado de un foso y algunos elementos referenciales: un gramófono con manija (la vieja vitrola), una silla y algunos pocos elementos más. Un recurso magnífico: en la penumbra un “violista”, Fede Berthet, que acentuará con su música y sonidos todas las transiciones que exige el texto. Luces que se acomodan para el mejor lucimiento de la fea.
En: Teatro El Picadero, Pje. Santos Discépolo 1857, tel: 5199-5793. Domingos 18 hs.

RECOMENDACIONES
(Las entradas también se pueden adquirir con descuentos por Alternativa Teatral)

“Muerte accidental de un anarquista” de Darío Fó, con dirección de Leonardo Prestia. En: Teatro El Tinglado, Mario Bravo 948, 4863-1188.

“On Demand”. El ojo idiota / Obras Breves / “Marines” de Fabian Caero y “Decir sí” de Griselda Gambaro. En: El Método Kairos, El Salvador 4530, 4831-9663.

“Millones de segundos”, escrita y dirigida por Diego Casado Rubio. En: Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378, 4862-7400.

                                         Lilian Kovalenko






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