lunes, 30 de septiembre de 2019

AFGANISTAN


Afganistán: la paz que no fue





Cuando ingresó Donald Trump al poder, fueron varios los cambios que la Casa Blanca le imprimió a su política exterior. Uno de los más resonantes de ese momento, fue la búsqueda de la paz en Afganistán con el consiguiente retiro de las tropas norteamericanas de dicho país. Transcurrida gran parte de la administración republicana, las intenciones originarias no se trasladaron a la realidad.
Cuando todo Medio Oriente está nuevamente a punto de estallar –de hecho las bombas que estallaron en los oleoductos sauditas impactaron fuertemente en la economía global–, un foco de incendio, que parecía a punto de apagarse, revivió para complicar aún más cualquier intento de pacificar la región.
Hasta principios de este mes, las negociaciones entre los norteamericanos y los talibanes marchaban viento en popa; aunque un poco demoradas las negociaciones estaban a punto de llegar a buen puerto. Si a esto sumábamos el tenue deshielo con Corea del Norte y las conversaciones con Irán, el panorama era medianamente optimista.
Pero el diablo metió la cola y el acre olor de la pólvora volvió a instalarse en Medio Oriente. El atentado en Kabul, que mató a 12 personas, abrió un compás de espera, al que hay que sumarle la incertidumbre provocada por las elecciones en Israel y las posibles represalias contra los supuestos culpables del bombardeo a los oleoductos situados en Arabia Saudita.
Por eso no fueron casuales los movimientos de funcionarios responsables de la política externa. Trump ya despidió a su tercer asesor en política exterior, mientras Rusia y China observan expectantes los movimientos de la principal potencia militar mundial.
Difícil pronosticar el devenir de las nuevas acciones, pero el mundo vive con creciente temor el desconcierto y los vaivenes de la política exterior de Trump, que puede ocasionar, en el mejor de los casos, nuevas negociaciones diplomáticas, pero en el peor, una serie de represalias militares que son siempre onerosas en vidas humanas y que pondrían en peligro el delicado equilibrio de la región.

PABLO SALCITO






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