RECUERDOS DE LA
CASA DE TERESA EN EL BARRIO DE ALMAGRO
En una nueva fase de la constante tirantez que desde el mismísimo
momento de su asunción mantiene el Gobierno de la Ciudad con algunos
movimientos sociales y culturales del distrito, las autoridades porteñas
clausuraron el Centro Cultural Teresa Israel, perteneciente a
nuestro barrio, por carecer de las habilitaciones correspondientes. Este
emprendimiento había surgido en 1988 cuando un grupo de jóvenes provenientes de
diversas organizaciones transformaron una casa abandonada, ubicada en la
esquina de Acuña de Figueroa y Humahuaca, en la sede de un pujante centro
cultural que fue bautizado La Casa de Teresa, en honor
a Teresa Israel, abogada de presos políticos, desaparecida durante
la dictadura, en 1977, a los 24 años. Residente de Almagro, Teresa
Israel se había recibido de maestra en el Normal 7.
Después de estar inactivo durante cinco años, el lugar se reinauguró en
septiembre de 2007 con un homenaje a la joven militante del Partido Comunista.
En esta nueva etapa, La Casa de Teresa fue concebida como un espacio de
investigación y producción artístico-cultural, y fundamentalmente como un
ámbito de participación social. Así lo definió su director, Mariano
Randazzo: “Decidimos conformar un centro cultural distinto donde no
primara el lucro sino la posibilidad de acceso al arte, la cultura, el debate
de ideas, la participación de los vecinos, en una palabra, un lugar de puertas
abiertas. Consideramos que estos espacios alternativos, comunitarios y
autogestivos antes que legales, son legítimos”. En este sentido, el
centro promueve iniciativas auspiciosas como la participación en la
Asamblea abierta y popular de Almagro, que se realiza todos los meses
en la Plaza del mismo nombre, donde los vecinos debaten sobre los
problemas del barrio y elaboran posibles soluciones entre todos. Asimismo, la
entidad trabaja en estrecha relación con el Centro de Estudiantes del Normal 7
y la ONG África y su Diáspora, que se aboca al tema de la
discriminación racial. Otro proyecto valioso es el educativo barrial AulaVereda,
que consiste en un programa de apoyo escolar gratuito al cual
concurren 50 chicos todos los sábados.
La faceta artística
la despliega el Colectivo Oscuminoso, un conjunto de 20 jóvenes
-formados en el centro en distintas ramas del arte- que ensayan y producen
obras musicales o teatrales, luego representadas en el local. “Estos
espectáculos nocturnos nos permiten poner un escenario a disposición de nuevos
artistas y, a la vez, autofinanciarnos con la recaudación de la barra. Como
puede verse, estamos plenamente integrados a la comunidad”, afirmó con
satisfacción Randazzo.
A partir de la clausura de septiembre, la institución funciona sólo de
día. Si bien el director admitió que la sede no cumple con todos los requisitos
legales, atribuyó la drástica medida a una política deliberada de las
autoridades de la Comuna, vinculada a una noción empresarial de la
cultura: “El cierre del centro no se ordenó porque a Macri le
preocupara la seguridad de los vecinos sino porque su interés está en el
negocio. Estas agrupaciones sociales alternativas atentan contra su política
cultural supeditada al turismo. De hecho, Macri no habla de una ciudad cultural
sino ‘turística’. Cerrar un espacio comunitario significa desconocer la
historia y el patrimonio de cada barrio. En vez de utilizar como carnet de
identidad de la ciudad su enorme propuesta cultural, el gobierno nos persigue y
alienta la eliminación de este tipo de espacios, que son ni más ni menos que
lugares de encuentro de los vecinos y de los artistas, regidos por un
sentido de unidad”.
Randazzo reveló que se acaba de iniciar el trámite para la habilitación,
que sería dificultoso porque a estos pequeños locales se les exige requisitos
tan severos como a un teatro oficial. Al mismo tiempo, se presentó un recurso
ante el Ejecutivo donde se solicita el reconocimiento de la entidad como
propietaria de la casa dado que la ocupa desde hace 20 años. Según el encargado
del centro, “no tenemos habilitación pero nunca nos exponemos a
situaciones riesgosas. No pretendemos una autorización para el ingreso de 200 o
400 personas al local, ya que nuestras actividades apuntan a grupos reducidos.
Además, arreglamos la sede, mejoramos el aspecto relativo a la seguridad y
pintamos un mural nuevo, más lindo que el anterior. En definitiva, se trata de
una cuestión de actitud: en vez de ayudarnos para reformar el lugar o facilitar
los trámites para legalizarlo, el gobierno apela únicamente a la clausura”.
La confrontación está demarcada: la expresión comunitaria y genuina
versus la cultura insulsa y banal, volcada sólo al lucro, ese monstruo que
tristemente parece haber copado y enajenado tantas conciencias. Ya se verá el
resultado de esta eterna pulseada.
Laura Brosio
El tiempo continuó
transcurriendo y el Centro Cultural Teresa Israel continuó siendo perseguido
mediante reglamentarismos estériles y es más el tiempo en que permanece cerrado
que abierto ya que a la gente que lo mantiene –ñ- como puede--, no cuenta con fondos
para realizar los arreglos para ponerlo habitable, sin embargo continúa
cumpliendo en el barrio de Almagro una
función cultural, quie muchas veces se realiza en la misma calle, en la
popular esquina de Francisco Acuña de Figueroa y Humahuaca.
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