martes, 3 de julio de 2012

CINE: "EL CAMPO"



EL  CAMPO 
           
Dolores Fonzi y Leonardo Sbaraglia
El matrimonio joven llega de noche al campo en las cercanías de Mercedes, en un moderno Peugeot. La casa amoblada que han comprado sin verla, es más vieja y más fría de lo que esperaban y, al entrar, sin luz, a ella la recibe un pájaro que aletea fuertemente sobre su cabeza, al mejor estilo de Hitchcock en Los pájaros.
Pero el terror vendrá por un lado más cotidiano. Esa noche la pareja tendrá relaciones, con la nena de un año y medio durmiendo en la misma cama. Luego, él intenta encender fuego mientras ella vigila ansiosamente la respiración de la niña. No está cómoda con su condición de madre primeriza. Lo mismo le pasa con cada elemento de su entorno en la casona.
En cambio, él  se ocupa entusiastamente de las reparaciones elementales. Al día siguiente conoce a los vecinos, un matrimonio maduro. Él sale a cazar con el hombre, mientras en ella nace un rechazo rotundo hacia todo lo que ve y oye. Los cerdos enormes, el frío y la humedad de la casona, la aterran.
–No es nada, es el campo, –dice la campesina con sencillez.
Es un mundo reducido, simple, quizás más primitivo, dice él, mientras sigue tratando de hacer más habitable la casa, con la mejor disposición.
La vecina tiene atenciones, trae comidas que ella recibe de mal modo, sintiendo que son intromisiones. La solicitud, el comedimiento natural de la gente de campo, le resultan una invasión de su privacidad.
Hay una salida de la familia al pueblo a una especie de feria; allí ella bebe demasiado y está a punto de accidentarse. Estos son sucesos supuestamente amenazantes para ella; de nuevo hay reproches. Él se ausenta y se propone averiguar si la operación inmobiliaria puede quedar sin efecto.
En su ausencia ella acude a hablar con su única vecina, depone su soberbia y llora:No entiendo cómo es. La buena mujer le contesta con sencillez: Hay que vivir, nada más que eso. Se acepta la vida y también la muerte, que acaece con la mayor naturalidad.
–Chau cielo, chau campo –dice él– y solloza. Sbaraglia logra una labor encomiable en este filme, y ella está en un rol duro e intransigente.
Este es el primer largometraje argumental, muy digno, de Hernán Belón, que hasta ahora tenía realizados varios documentales. Uno de ellos, El tango de mi vida, fue exhibido en las salas de teatro  El camarín de las Musas y La Scala de San Telmo; otro título fue Tierra de Refugio, historias del exilio, presentado en el Centro Cultural de la Cooperación. Este documental se llevó a un Festival de La Habana. Belón intervino además en el famoso corto Aluap, sobre el cumpleaños de una niña en el momento de emprender el exilio.
                                                                                        Marta Silva

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