La ciudad de Buenos
Aires a espaldas del mundo
Mientras en la ciudad
de Buenos Aires el boleto en los medios públicos
y privados aumenta en más de un 100%, en “el mundo” –donde el gobierno afirma que estamos
insertándonos– se conocen diversas
experiencias de transporte gratuito en las grandes urbes. Si bien una de
la principal razones es desalentar el uso del coche particular para reducir
la contaminación con sus emisiones de sustancias, como el óxido de nitrógeno,
sería una buena iniciativa para descomprimir el atestado centro porteño, que en
horas pico se torna intransitable.
Medios alemanes revelaron que el gobierno federal que
encabeza Ángela Merkel, evalúa establecer la gratuidad del transporte público
urbano a nivel nacional como forma de desalentar el uso del auto particular y
disminuir así la contaminación ambiental. La propuesta surge como respuesta a
las presiones de la Comisión Europea. Como parte del paquete también se prevén
nuevas restricciones para el tránsito particular y el transporte de cargas. Si
Alemania no cumple con las exigencias de la UE se podría ver expuesta a una
demanda en la Corte Europea de Justicia, lo que el gobierno de Merkel busca
evitar con este plan.
En Alemania –a diferencia de la Argentina privatista– prácticamente
todo el transporte público está a cargo de empresas estatales integradas.
En una segunda instancia, si el plan es exitoso, está
prevista su extensión a otras ciudades afectadas por el incumplimiento de los
criterios de contaminación de la UE, entre las que se encuentran Berlín,
Dresde, Múnich, Hamburgo, Hanover o Colonia, entre otras.
Hasta el momento, la
principal ciudad y estrella del mundo en contar con transporte público gratuito
es Tallin, la capital de Estonia. Desde comienzos de 2013 el uso de todos los
medios públicos es libre para los residentes, si bien los turistas siguen
precisando comprar su boleto. La medida fue implementada tras un referendo y
las encuestas demuestran desde entonces un amplio apoyo de la población. Al año
de establecerse la gratuidad el total de pasajeros transportados había ya
crecido un 14%, mientras que el uso del auto particular cayó en su uso.
La capital de Estonia calcula estar obteniendo ganancias con
relación al esquema anterior una vez que se computan el incentivo que obtuvieron
los ciudadanos para regularizar su situación fiscal –requisito para obtener la
tarjeta de transporte– y el impacto en
el mercado laboral por las mayores posibilidades de movilidad para los
habitantes con menos recursos.
Existen en el mundo infinidad de ciudades que aplican el sistema, entre ellas 40 en los EE.UU., el reino del gran
capital, como pioneras Denver y Austin, otras en Nueva Zelanda y Singapur entre
otras experiencias. ¿Puede ser posible?
En América Latina sólo algunas ciudades pequeñas de Brasil
poseen transporte público gratuito. La más importante es Maricá, a 40 km de Río
de Janeiro, donde se implementó en 2014 a cargo de la Empresa Pública de
Transporte. En 2016, una propuesta de dos ingenieros publicada en el diario
chileno La Tercera generó un debate
sobre la posibilidad de llevar la experiencia a Santiago.
Por el momento, en Buenos Aires,
la viabilidad y consecuencias económicas de una iniciativa similar de ese
calibre no han sido siquiera objeto de estudio, más bien forma parte de una utopía
inaplicable. El gobierno nacional se encuentra comprometido con un alza gradual
de tarifas y avanza en la re concesión a privados de las líneas Belgrano Norte
y Urquiza tras el vencimiento de las concesiones de Ferrovías y Metrovías. A su
vez, el Gobierno de la Ciudad ha mantenido la tarifa del subte por encima del colectivo (contrariamente a la
política histórica, que buscaba quitar pasajeros de superficie) mientras
trabaja para volver a privatizar su operación. De la promesa de ampliar las
líneas de subtes, no se hizo casi nada. De hecho, días
atrás Horacio Rodríguez Larreta pidió a Ángela Merkel que la operadora
berlinesa BVG –pública y propiedad del estado federado de Berlín– se presente a
la licitación del subte en nuestra ciudad. El
famoso “reino del revés” de María Elena Walsh.
Marta Romero
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