Pulperías, cafés y bares
notables de Almagro y la Comuna 5
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LA VIAJA PULPEARÍA CON REJAS Y CARTEL DE ADVERTENCIA |
Sobre el origen del vocablo “pulpero” hay diferentes tesis, como la derivada de
pulpo –ya que en una de ellas encontraron en venta un pulpo–, aunque
la más extendida es la de Juan de Solórzano Pereyra, que la atribuye a la bebida espirituosa “pulque” que bebían los
indígenas peruanos y que extraían del magüey o pique, planta espinosa que tenía infinidad de usos.
Volviendo sobre la historia de las
pulperías y cafés de Buenos Aires, en este caso del barrio campero
de Almagro, vale recordar que gran parte de este
barrio, hasta el año 1880, pertenecía al pueblo
de Flores y apenas se transitaba por el antiguo “Camino Real” – (hoy la
Avenida Rivadavia), la única salida hacia el oeste–, se
entraba en zona de quintas o directamente al campo casi virgen.
Tal
es así, por aquellos años, que en el largo trayecto, las carretas, lentas en su
andar, debían recalar necesariamente en las célebres pulperías, que las había por cientos en la campiña, junto a las
“postas” para el recambio de caballos en los largos viajes.
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EL BAR EL BANDERÍN |
Un informe de la Comisión de Hacienda de la Sala de
Representantes de Buenos Aires, habla de la existencia hacia el año 1839 de 100
pulperías repartidas en 35 pueblos y campiñas
vecinas. La población rural de aquella época era de 100 mil habitantes, es decir que había una pulpería por cada mil
habitantes.
Almagro
las tenía en su territorio, hasta que se fueron trasformando en cafés y es
difícil recomponer una lista de aquellas, aunque sí
se conocieron algunas notables por su trascendencia, como la de El pasatiempo, que se encontraba en la esquina de
Venezuela y Artes y Oficios (hoy Quintino Bocayuva), que además de una profusa arboleda, contaba con
cancha de bochas a la sombra de unos sauces, hacia 1900 se daban cita viejos payadores, como José Betinoti, vecino del
barrio, además de Gabino Ezeiza y otros.
Otra pulpería
de la zona era la de los hermanos Brenta, situada en la esquina NO de México y Boedo, que por muchos años mantuvo las riñas de gallos, famosas por entonces, motivo de
apuestas y trifulcas, y las frecuentes reuniones de guitarreros y cantores.
En
la transformación de la pulpería en café, se acrecientan los secretos, como el caso del bar-restaurante Rosmari de la esquina de Lezica y
Rawson, donde se da la combinación con los desniveles de la calle, en este caso del semi puente sobre el ferrocarril
Sarmiento, que rememora también: “el misterio del adiós que siembra el tren” que
acuñó Manzi para Pompeya, a un pasito del que
fuera taller de otro grande, pero en pintura, Berni. Un sitio que de haberlo
conocido Borges lo hubiese tomado como la esquina rosada para un cuento de
cuchilleros, o parador durante sus caminatas cuando avanzando desde el
norte para adentrarse en el sur de la ciudad, ya que nadie ignora que el Sur, comienza
siempre, del otro lado de Rivadavia.
La característica de la vieja pulpería,
además de vender de todo, era que despachaba
bebidas, y cuando algunos se pasaban de línea se producían escándalos, de allí
el clásico enrejado para prevención de los
botellazos o sillazos en los casos de los más exaltados –a diferencia de muchos negocios de hoy enrejados por otras motivaciones muy distintas–.
En lo
alto de una pared, o sobre las mismas rejas, un letrero de metal alertaba: “prohibido entrar armado y con sombrero puesto al despacho
de bebidas” invita a imaginar que allí hubo
más de un enfrentamiento entre cuchilleros.
Las pulperías, hoy lugares legendarios,
perdidos en la historia, aparecen en el Martín Fierro de José Hernández, en el
Juan
Moreira de Gutiérrez, en los sainetes de los Podestá, en Don
Segundo Sombra de Güiraldes, y en épocas más recientes las
encontramos recreadas en el cine de Leonardo Favio, están en El
Sur de Borges y en incontables relatos, obras de teatro, telenovelas y muchas
otras películas.
Existieron
en la inmensa llanura, sobre los principales
caminos, en los suburbios de los barrios, en
sitios muy alumbrados o de pálidos y lánguidos faroles, en quintas adornadas de
jazmines, en la barracas, en los callejones, sobre diferentes ríos y en la
propia ciudad cuando ésta apenas si llegaba al camino “De las Tunas” (hoy
Callao-Entre Ríos).
Algunas con nombres exóticos y hasta extraños
como: Los dos machos, La macanuda, La gorra colorada, El tropezón, La caldera,
El tome y traiga, La esquina del chimango, Cañada de los toros, La chata, El
jarrito, El venado, El ombú, La rosa del sur, y tantos otros nombres impensables.
Lo que sí era clásico, el pulpero, casi siempre un español, ataviado con
pantalón, chiripá, camiseta y chaleco, atuendo que se fue exagerando cuando
comenzaron a verse algunos pulperos italianos, con su gracejo, que les valió el
mote de cocoliche.
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EL BAR SÍMBOLO DECLARADO "NOTABLE" |
Explicaba
Liliana Barela, directora general de Patrimonio e Instituto Histórico de la
Ciudad de Buenos Aires en el libro “Cafés
Notables de Buenos Aires”, de Horacio Julio Spinetto:
“El
Café es ese lugar de encuentro que elegimos todos los días para mezclar la vida
con la filosofía y los diferentes sentidos que descubrimos en nuestra Ciudad.
El Café tiene historia y fue atravesado por muchos cambios: arquitectónicos, de
lugar, de contexto, de visitantes. Y cada persona tiene el suyo, su Café donde
sentirse en casa porque allí están aquellos con quienes uno se reconoce día
tras día. Puede ser el Café del barrio –para realizar una pausa en los avatares cotidianos– o el del centro, compañero de nuestro
trabajo o el elegido que preceda o cierre una función de teatro, de cine, una
conferencia o una muestra de arte. Puede estar en el norte o el sur, ser
nocturno o matutino, pero es una práctica social
que se recrea varias veces en el día de un porteño o una porteña. Los toma la
poesía, el tango, el rock y la literatura. El cine y el teatro. No podría
pensarse la ciudad sin ellos. Una ciudad como la nuestra, que encuentra su
clima en la diversidad y lo clásico; que descubre y se fascina frente a nuevas
propuestas de diversión, de arte, de tecnologías y literaturas. Una ciudad que
se apasiona sin nostalgia pero con toda su fuerza en ese lugar que permanece
eterno para encontrarse y reconocerse cada día”.
Algunas con el tiempo se convirtieron en
cafés, otras en confiterías, otras en restaurantes o pizza-café,
una nueva forma de aumentar “la taquilla” en tiempos difíciles y hoy hasta se
estila ofrecer al consumidor los periódicos del día, ya que el costo de éstos
equivale casi a un modesto cafecito.
Nomina
de pulperías, cafés y los que hoy adquirieron
categoría de “notables”
-Café
El motivo, de Corrientes 3975.
-Café
La morocha,
de Corrientes y Del Carril esquina SO, a pasos de Río de Janeiro.
-El Café
de Los loros, de
Corrientes y Medrano.
-La confitería Gildo: de la esquina SE de Corrientes
y Medrano, lugar preferido por el poeta que le
cantó al barrio de Almagro Mario Jorge
de Lellis, donde hilvanó poemas como Puente de Bustamante, Valentín Gómez 3887 -
2º E, Amistad con Buenos Aires o
Radiografía de Almagro, entre su vasta obra.
-Almacén y restaurante El buzón, de la Esquina SE de Independencia y Colombres.
-12
de octubre, Bulnes 331. Hacia 1900 abrió como almacén y despacho de bebidas.
En 1930, cambió su nombre por 12 de Octubre. Era
el sitio preferido de Osvaldo Pugliese y otras personalidades. Su fachada se
destaca por las pinturas referentes al tango.
-El bar
Quintino, Carlos Calvo 4002. Próximo a la
cancha de San Lorenzo, en sus paredes hay camisetas y banderines del club, de
Argentina y del mundo. Declarado Bar Notable en 2013. Su frente posee una placa
otorgada por la Legislatura al cumplir 100 años.
Reconocido por sus espectáculos de tango.
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EL BAR ROSMARÍ DE LEZICA Y RAUSON |
-Café Margot,
de Boedo 857, el edificio surge en 1903 como fonda y armería, con vivienda en
planta alta. El interior del bar está totalmente decorado con publicidades
antiguas, ladrillo a la vista, mesas y sillas de madera y boiserie de antaño.
Declarado como Café Notable desde el año 2003.
-El
banderín, de Guardia Vieja 3601. Edificio de
una planta en esquina, lo atiende la tercera
generación de los fundadores. Son característicos sus muros que se hallan
recubiertos por fotos, imágenes, dibujos y banderines de cuadros de fútbol, tanto locales como internacionales.
-El
símbolo, de Av. Corrientes 3787. Se inició
en 1954 como heladería y lechería, con local al frente y casa al fondo. En
1970, se le agregan comidas y cafetería. Más adelante fue el ámbito de debates
y cafés literarios. En 2015 se declara como Bar Notable. Posee objetos de distintas épocas.
-Esquina
Homero Manzi, de San Juan y Boedo. Sitio histórico y tradicional,
construido en 1927. Toma el nombre del compositor Homero Manzi, que en sus
mesas escribió el tango Sur, en 1948. El salón dispone de un
escenario y tabiques móviles fileteados, posee un
muro recubierto por fotos, diplomas, etc., afines al tango.
-Las
violetas, de Av. Rivadavia 3899. Se inauguró en 1884 con arañas doradas,
mármoles italianos, vidrieras y puertas de vidrios curvos. Sus mesas fueron
lugar de encuentro de artistas y escritores,
entre ellos Roberto Arlt, y políticos de la
época. Declarado “Lugar histórico de la Ciudad” en 1998 por la Legislatura.
-El Bar
América, de la esquina NE de Corrientes y Billinghurst, en el que nació en
1993 el periódico Primera Página.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Bossio, Jorge A., Cafés de
Buenos Aires,
Plus Ultra, 1995.
-Bouché, León, Las pulperías mojón civilizador, Ediciones San Telmo, 1970.
-https://estampasdebsas.wordpress.com/2018/01/04/los-92-bares-notables-de-la-ciudad-de-buenos-aires