sábado, 4 de abril de 2009

JUAN MARIA DE ALMAGRO


EL BARRIO Y UNA HISTORIA DE CORRUPCION:

LA FAMILIA ALMAGRO

En materia de corrupción no hay tiempos históricos. Hoy es moneda corriente y casi ni nos asombramos, pero también existió ¡y cómo! en épocas pretéritas, y el mismo nombre del barrio se encuentra inmerso en un pasado salpicado por ella desde tiempos de la Colonia y del Virreinato.

Juan María de Almagro, nacido en Málaga, llegó a Buenos Aires en 1786 junto a sus hermanos Francisco y Manuel. Venía con un cargo asegurado en el Virreinato: Asesor Jurídico y Auditor de Guerra.

De Francisco poco se supo, pero Manuel fue nombrado en 1793 subdelegado de la Provincia de Chucuito en el Alto Perú, mientras que Juan María era ascendido en 1796 a oidor honorario de la Real Audiencia de Charcas.

Contrajo matrimonio con Ana de Andrés y Pinedo, hija de Juan de Andrés y Arroyo y Ana Pinedo. Juan María incorporó así a la familia dos “nobles” apellidos, asegurándose además un excelente cargo. En suma, un matrimonio que unió linaje y títulos de la alta sociedad colonial.

De la pareja nacerían once hijos, uno de ellos Julián, quien será el que más tarde le da su nombre al barrio, al adquirir la mitad norte de la extensa quinta de Carlos dos Santos Valente, que ocupaba más de 12 manzanas actuales.

El primero de la familia en caer en desgracia fue Manuel al ser separado de su cargo en el Alto Perú por una expresa orden real que declaraba: “El rey se halla enterado de las extorsiones, estafas y malos tratamientos que ha causado a aquellos vasallos desde que tomó posesión del empleo…”

Así fue enjuiciado y condenado por la Real Audiencia de Charcas. En cambio, Juan María, pese a algunas desinteligencias con el Cabildo de Buenos Aires, que lo acusó de intervenir en asuntos jurídicos de aquél, corrió mejor suerte y mantuvo sus cargos.

No obstante, Juan Martín de Pueyrredón lo denunció en 1807 por su complicidad con un conocido corrupto de entonces, Manuel Gallego, al acusar a ambos de cometer significativos abusos de autoridad, mediante los cuales obtuvo un ilícito enriquecimiento.

Otra perlita de aquellos tiempos es que tanto Almagro como Gallego fueron parte de la comitiva en la ignominiosa huida del virrey Sobremonte, durante las invasiones inglesas.

La cadena de corrupción familiar no termina allí. El suegro de Juan María, el “ilustre” Juan de Andrés y Arroyo, contador de las reales cajas, fue denunciado a su vez por el virrey Del Pino de connivencia con la entonces muy extendida banda de funcionarios que lucraba con las prebendas públicas (en criollo, “la mano en la lata”). A pesar de todo, don Juan María y su suegro sortearon con éxito tales escollos, siguieron en la función pública y hasta participaron como honorables vecinos de la corona en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810.

El voto de Juan María de Almagro en ese cabildo fue “esperar mayores informaciones sobre la situación en España”. En cambio, el de su suegro fue “formar una junta presidida por Cisneros”. Cambiar algo para que nada cambie.

¡Qué lejos en la historia, pero cómo aparece el Barrio de Almagro vinculado a aquel acontecimiento que culmina el 25 de mayo de 1810!

Carlos Ibarguren (h), en varios números de su revista Genealogía, hace una completa biografía de Juan María de Almagro y Juan de Andrés y Arroyo.

Con el nuevo Gobierno Patrio, nuestro Juan María de Almagro, después de tantas glorias y bonanzas, caería definitivamente en desgracia. Fue dejado cesante de sus funciones públicas, como era lógico, y considerado “enemigo de la Revolución” al tiempo que eran embargadas sus cuantiosas propiedades, muchas mal habidas, entre ellas:

-La casa en que residía.

-Un campo en Tres Cruces.

-Acciones en el Teatro Argentino.

-Una estancia en Vera Cruz.

-Estancia: El Rincón de los Mata Ojos, de más de 20.000 leguas en la Banda

Oriental

-Otras dos estancias también en la Banda Oriental.

-Una estancia en la frontera con Brasil.

-Varios campos en Entre Ríos, con 22.000 cabezas de ganado.

-Tierras en Arroyo Negro (Corrientes).

-Una extensa propiedad también en Corrientes, denominada “Rincón de

Guayquiraró”.

Sin embargo, por las propias contradicciones de la Revolución, en el año 1819 Juan María recuperará todas sus propiedades, constituyéndose nuevamente en uno de los vecinos más ricos de la ciudad.

Una vez más volverá a sortear a la justicia y nadie investigará la laxitud de sus bienes. Además de rico, llegará a ser un aventajado hombre de negocios del joven país, y con la ayuda de su hijo Julián, explotará sus numerosas propiedades, obteniendo jugosas rentas.

Juan María sobrevivió a su esposa, muerta en 1836. Años más tarde dictará su testamento, tan sólo seis días antes de morir, en el que recomienda a sus hijos: “Repartirse mis bienes del modo y forma que les pareciere pueda resultarles más provechoso, utilidad y ventaja, teniendo en cuenta ante todo la armonía y unión que hasta ahora han cultivado como buenos hermanos, habiendo cumplido a la vez para conmigo, con todo aquel respeto, sumisión y cariño propio de unos buenos hijos (…) ser buenos padres de familia y honrados ciudadanos, cuidando siempre encomendar a Dios a este padre que tanto se ha afanado por la mejor educación y bienestar de sus hijos.”

Un corrupto pretende regenerarse al momento de testar y dar lecciones de moral a sus hijos. Pero a poco de fallecido, a los 88 años el 24 de julio de 1843, éstos, lejos comportarse como “buenos hermanos”, comenzaban con los pequeños y los grandes escándalos por “la repartija”.

El grueso de la herencia será administrada por Julián, nombrado albacea (encargado de hacer cumplir el testamento) según la voluntad paterna, “por ser el hijo que se halla más instruido del estado de mis asuntos y negocios, por haberlos manejado durante largo tiempo bajo mi dirección y por el práctico conocimiento y confianza que tengo en su probidad”.

Las disputas y rencillas entre los herederos pronto llegaron a la justicia. Julián ni siquiera dio cumplimiento al reparto del 10% de lo testado para “los pobres de Jesucristo, llamados vergonzantes”.

Toribio Almagro, sobrino de Julián, le inició una ejecución hipotecaria ya que a pesar del deseo del abuelo, su tío realizaba una serie de malos negocios, de manera que rápidamente la gran fortuna de “los Almagro” empezó a evaporarse entre pleitos, demandas, ejecuciones y remates.

En 1880 la casa de Julián (el albacea) se encontraba en Rivadavia 3719, haciendo esquina con Bulnes, y diez años más tarde la entrada era por Bulnes 60, su último domicilio conocido.

Formó pareja con Junta Pastora Díaz de la Guerra, quien lo había cuidado durante una grave enfermedad. De esa unión nacieron cuatro hijos. Ya en 1889, anciano y enfermo desahuciado, manifiesta voluntad de contraer matrimonio, lo que ocurrió el 26 de octubre de ese año. Fallece un año más tarde, el 4 de noviembre de 1890 a la edad de 79 años.

Al término de la historia, no quedaron bienes de “los Almagro”, especialmente de Julián; hasta los gastos de asistencia de su última enfermedad y del sepelio fueron costeados por su yerno, Francisco Lezana.

¿Qué sucedió con la enorme fortuna de la familia? ¿Julián la habrá repartido o dilapidado en vida? ¿Fue presa de sus “malos negocios famosos”?

Todo queda en un halo de misterio; no es fácil que se evaporen gigantescos bienes. Sin embargo y paradójicamente, el apellido Almagro quedó para la posteridad, nada menos que como el nombre de un querido barrio de Buenos Aires. Claro está que la inmensa mayoría de los vecinos ignora estos “pormenores” (no tan “por menores”) de la familia.

Miguel Eugenio Germino

FUENTES:

-Cunietti-Ferrando, Arnaldo J., “Don Julián de Almagro y los orígenes del

Barrio”,Historias de la Ciudad, nº 48, Octubre de 2008.

-Cutolo, Vicente O., Buenos Aires, historia de las calles y sus nombres, Elche, 1994.

-http//Wikipedia.org/Wiki/almagro-(Buenos Aires)

-Ibarguren, Carlos (h), “Los hombres de Mayo y otros Artículos”, Revista Genealogía, nº 13, Buenos Aires, 1961.

-Razzómico, Carlos A., Antiguas Quintas Porteñas, Interjuntas, 1994.

1 comentario:

Susana Marenco dijo...

Buenos días, agradezco su posteo que leo recién en este año. Muy esclarecedor y me entero de algunos casi chismes familiares! Solo quería comentarle que el apellido del yerno de Julián de Alamgro fue Lezona, Francisco Lezona. Era mi bisabuelo, por línea paterna, padre de mi abuela.

Muchas gracias por su aporte
Susana Marenco