"se prueban la ropa, que vas a dejar..." Discépolo
Ante la inesperada aceleración de los tiempos políticos, - de descuento -, del gobierno de Milei, jaqueado, desde los cuatro costados, que nunca supo, y tal vez, nunca lo quiso, salvo algunos escasos momentos, sedado artificalmente, y que a las pocas horas renueva su antigua apuesta violenta, de insultos, ajuste y topadora, publicamos ésta nota de Hugo Asch, que esclarece alguna de las posibilicdades que pueden ocurrir.
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VILLARRUEL, SCHIARETTI, PICHETTO, LA CAÓTICA ‘CASABLANCA’ Y EL RÁPIDO Y FURIOSO CASTING DEL ESTABLISHMENT NATIVO PARA REEMPLAZAR A JAVIER MILEI, EL PRESIDENTE NOQUEADO
Algunos proyectos surgen y se arman por casualidad, de manera caótica, juntando piezas que parecen no encajar entre sí. Se elige por descarte, se emparcha, se improvisa sobre la marcha y se deja que el azar, finalmente, ordene las cosas.
Y aun así, todo sale bien.
Por ejemplo: nadie –ni los productores, ni los actores y mucho menos la crítica– daba un centavo por la suerte de la película ‘Casablanca’ (1942). Sin embargo resultó un éxito extraordinario. Una obra icónica, inmortal.
Otras veces pasa exactamente lo contario.
Una película con mucho presupuesto y actores taquilleros, pensada para ser un éxito, puede convertirse en un fracaso estrepitoso. Como ‘Cleopatra’ (1963), una producción descomunal, con gran elenco, Liz Taylor y Richard Burton como estrellas, que casi casi lleva a la quiebra a la ‘20th Century Fox’.
También es posible que un proyecto improvisado, delirante, espantoso por donde se lo mire, empiece mal y termine peor, con resultados parejamente trágicos.
Es el caso del exótico experimento con seres humanos ‘Javier Milei presidente’. Salió como lo que parecía a simple vista: un espanto.
Pero volvamos al cine, por un instante.
Imaginen a ‘Casablanca’ con Ronald Reagan y Hedy Lamarr como pareja estelar. Suena horrible, pero sus nombres fueron las primeras opciones del casting de la producción.
Para el papel de Ilsa Lund necesitaban una actriz europea. Intentaron con Anne Sheridan, una belleza de la época, pero dijo que no. Se lo ofrecieron a la francesa Michèlle Morgan y, luego de un tire y afloje económico, cerraron con la sueca Ingrid Bergman.
El papel de Rick Blaine finalmente fue para Humphrey Bogart, que había deslumbrado con su Sam Spade en ‘El Halcón Maltés’.
El director iba a ser William Wyler, pero como no estaba disponible, el productor Hal Wallis –que había pagado 20.000 dólares por los derechos de ‘Todos vienen al café de Rick’, una obra de teatro que jamás se había estrenado– llamó a su amigo, el húngaro Michael Curtiz.
Si alguien dice ‘Casablanca’, uno ya tararea: “Da dannn, da dada daaannn…”. Dooley Wilson le canta ‘As times goes by’ a Ilsa cuando ella regresa al bar, y por eso se enfurece Rick.
Ese tema ‘es’ la película.
Pero a Max Steiner, el compositor de la música, no le gustaba y decidió reemplazarlo con algo suyo. Tenían todo listo pero debieron suspender las nuevas tomas porque Ingrid Bergman ya se había cortado el pelo para filmar ‘Para quién cantan las campanas’.
La filmación de ‘Casablanca’ fue caótica, el guion fue escrito y reescrito cada día según las noticias del frente de guerra y la censura de Hollywood. Ni siquiera los actores sabían cómo terminaría la historia.
Tanto fue así que en la última escena en el aeropuerto, Ingrid Bergman, desconcertada, le preguntó a Curtiz. “Michael, explíqueme: ¿de quién está enamorada mi personaje, Ilsa?, ¿de su marido Lazlo o de Rick?”.
La respuesta fue involuntariamente perfecta. “Piense que los quiere a los dos”, le dijo. Y así fue.
Mmm… ¿A quién quiere el establishment nativo hoy en la Casa Rosada? ¿A Milei? ¿A los dos Milei? ¿O a ninguno de los dos?
Luego de ser elegido, el presidente fue entrenado ‘full time’ durante dos largos meses en el Hotel Libertador. Entusiasta, goloso, hiperkinético, hizo todo lo que le pidieron, y más.
Algunos pocos ganaron. Mucho. Otros muchos, perdieron. Casi todo.
El optimismo panglossiano de las encuestas que lo mantuvieron cercano al 50% de adhesión durante 20 meses, chocaron de frente con los votos. Terrible nocaut.
Economía estallada. Brutal caída del consumo. Recesión. Cierre de fábricas y comercios. Default. Escándalos de corrupción. Protestas masivas en la calle. Caso $Libra. Coimas. Palizas en el Congreso. Burlas masivas.
A los dueños del capital ya no le sirve un presidente sin Poder.
Con la misma sutileza con la que fingieron confiar en un personaje viscoso como Milei, ahora buscan lo que hace un siglo, en Estados Unidos, llamaban ‘La gran esperanza blanca’. Alguien que ordene las cosas y termine de una vez con Jack Johnson, ese negrazo insolente que, encima, era el campeón mundial de todos los pesos.
Hagamos ficción, por un rato.
Si Javier Milei, abrumado por las derrotas, deprimido, impotente, apretado o fatalmente quebrado, abandona el gobierno, ¿qué sucedería?
En la línea sucesoria aparece el nombre de la vicepresidenta Victoria Villarruel. Una mujer con mucho deseo de Poder y poca estructura para mantenerlo.
Si el imaginario colapso político se desata antes del 11 de diciembre, la vicepresidenta deberá llamar a elecciones.
Si sucede después de esa fecha, Villarruel podrá –si le da la nafta– terminar los cuatro años de mandato.
Si la chica que desayunaba con Videla también queda offside, habrá una Asamblea Legislativa. Vimos ese triste capítulo en diciembre de 2001, durante la semana de los cinco presidentes: De la Rúa, Puertas, Rodríguez Saá, Camaño y Duhalde.
La simpática sugerencia de Joaquín Morales Solá citando en su columna de ‘La Nación’ a Juan Schiaretti, prócer del Estado Libre Asociado de Córdoba, es de todo menos inocente.
Porque Kiciloff hace cuentas para 2027. Lo mismo que Llaryora, el pichón del casiperonismo cordobés. Incluso Gerardo Zamora, el querido por Santiago y alguien más. El tema es cómo llegar, en medio de semejante crisis, hasta 2027.
Schiaretti –a quién nadie imagina desesperado por trabajar de diputado en Buenos Aires– es una buena opción para capear el temporal. Al menos eso creen varios.
Hablamos del pollo del Grupo Clarín, los popes de AEA y la nueva Liga de Gobernadores light.
Es la otra ‘esperanza blanca’. Un peronista ‘ma non troppo’ que supo compartir fórmula con Macri y podría ser apoyado por los habitantes de la delgadísima línea del centro: lilitos, ex-pro, stolbizerianos, moderados naturales o con clonazepam, peronistas de Perón, cosas así.
Es un casting de urgencia a cielo abierto que impulsó la asombrosa impericia de Milei, y la sucesión de ‘horrores no forzados’ del equipo de equilibristas y tahúres que integran el equipo económico.
Tal vez toda esta teoría sea una afiebrada ficción de mi parte y Javier Milei me sorprenda.
Quizá recupere su ‘tempo político’, busque consensos, negocie, dé marcha atrás en decisiones que resultaron ruinosas para la gente, aclare varios temas sobre ilícitos que involucran a familiares, funcionarios y a él mismo, y renueve su equipo de gobierno con gente más capaz.
¿Puede pasar algo así, compatriotas?
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