sábado, 3 de octubre de 2009

MUSEO DEL AGUA



EL MUSEO DEL AGUA

En la historia de la humanidad el primer elemento que desató la furia, las conquistas y las guerras fue el oro, luego la plata, y más tarde el petróleo. Estas riquezas embarcaron al hombre en sangrientos conflictos y guerras devastadoras, aún hasta la actualidad, hoy con la potencia imperial dominante, los Estados Unidos, como principal protagonista.
Sin embargo, un elemento, abundante en buena parte del mundo que la derrocha, pero escaso en otra que la padece, “el agua”, se está transformando en el recurso estratégico fundamental para el futuro de la humanidad. El agua potable constituye tan solo el 2,5% del agua total, ya que el 97.5% restante lo constituyen los mares y los océanos. Sobre estas aguas la técnica de desalinización es complicada y de alto costo, pero aun pudiendo realizarse está el agravante de que ambas fuentes se encuentran en un lamentable proceso de constante deterioro y contaminación. A esto se suma que una fuente de agua potable que se contamina, se pierde, así como el uso irresponsable e intensivo de la misma produce su agotamiento. Primitivamente se utilizó para el consumo el agua de los ríos, arroyos y lagunas, sin tratamiento alguno. Luego, especialmente en las grandes ciudades, comenzó a extenderse la técnica de filtrado. Queda el recuerdo del Buenos Aires antiguo con la figura del aguatero criollo (litografías de Vidal), que acarreaba agua desde Río de La Plata y vendía en los barrios más alejados de la costa. Este personaje aparece siempre montado en un típico carrito con cencerro o campanilla, adornado con la talla de su santo favorito, aferrado en la cúspide de un palo a un metro de altura del enorme tonel tumbado. Con el tiempo fueron reemplazados por los hispanos, que exteriorizaban su nostalgia pintando sus toneles con colores alusivos a la bandera hispana. En 1828 se estableció un precario depósito de filtrado muy cerca de la costa, cavado en la tosca debajo del nivel de la playa. El agua pasaba por varias capas de arena y sustancias clarificantes, para salir después como un líquido más claro y cristalino; desde allí se elevaba mediante bombas, que proveían a los aguateros de alrededor de 300 toneladas diarias. En el Molino San Francisco, en lo que hoy es Balcarce entre Alsina y Moreno, se erigieron hacia 1860 los primeros depósitos de agua, así como otro depósito perteneciente al Ferrocarril Oeste, ubicado en Recoleta, para uso de las locomotoras de la primera línea ferroviaria argentina. Recién el 4 de abril de 1869 comenzó a funcionar el primer gran depósito de agua de la actual Plaza Lorea, de 43 metros de altura, utilizado hasta la fundación del Palacio de las Aguas Corrientes El agua, como factor decisivo en el desarrollo humano, gravita entre los pueblos, en su costumbre, alimentación y forma de vida, especialmente en la Argentina que se encuentra con el privilegio de estar de cara al río. No por casualidad tanto Pedro de Mendoza como Juan de Garay fundaron dos veces Buenos Aires a la vera de del río color de león, y no fue por inteligencia propia sino por imperio de las precisas instrucciones de las ordenanzas españolas de 1523: “…se ha mirar que sean sitios no anegadizos, y de buenas aguas, y de buenos aires, y cerca de montes y de buena tierra para labranza, e donde se puedan aprovechar de la mar para cargar y descargar…” Se puede afirmar entonces que el agua estuvo siempre estrechamente vinculada al surgimiento de nuestra ciudad. Los primeros cursos de agua que atravesaron Buenos Aires fueron los llamados Terceros, desagües naturales que en días de lluvia corrían de Oeste a Este, produciendo profundas grietas, ondulaciones, cañados y bajíos anegadizos. A ellos se agregan los hoy entubados, Maldonado, Cildañez, Vega, Medrano y otros menores. Aquellos terceros se transformaron en oi las actuales grandes cañerías subterráneas de desagües. En 1886, con la sanción de la ley de adoquinado, éstos corren por debajo de las actuales calles Jean Jaurés, Paso y Lambaré (sectores más bajos de los barrios de Balvanera y Almagro). Así, los iniciales intentos de trazar una red de aguas corrientes, como de servicios sanitarios de desagües, con los años fueron conformando una ciudad debajo de la ciudad, un laberinto invisible de cañerías, ríos subterráneos y desagües que la circundarán perforándola como un queso gruyere. Con el primitivo gran tanque de Plaza Lorea los aguateros irán desapareciendo, también con el agua corriente, a la vez que se alejará el fantasma de las grandes pestes, la fiebre amarilla y el cólera, que habían causado estragos entre los habitantes. Sin embargo, hacia 1891 un censo confirmaba que solo 8.151 casas sobre 30.367 tenía acceso al agua corriente, el resto usaba agua de pozo o de aljibe, hecho que prolongó la vida del simpático aguatero, en especial para los sectores más alejados del casco urbano, que terminaba en la calle de Las Tunas (hoy Callao-Entre Ríos). El agua del río llevada por los aguateros era filtrada en algunos casos en porosos tinajones de barro, y almacenada en grandes recipientes conservados en lugar fresco. El primer aljibe fue instalado en 1759, en la casa de Domingo Basavilvaso, acaudalado comerciante, cuya finca estaba en la actual calle Belgrano entre Colón y Balcarce. El aljibe permitió también el uso del agua de lluvia en forma un tanto más higiénica; hoy se conservan sólo algunos como piezas de museo. Otra particularidad relacionada con el uso del agua fueron las llamadas Casas de Baños, presentes en Buenos Aires hasta casi promediar el siglo XX. Allí concurrían aquellos que no gozaban de agua corriente, sobre todo en invierno, cuando estas casas proveían de agua calentada mediante grandes calderas. Pocos hogares contaban con condiciones para calentar el agua para el baño. Dos siglos más tarde el mundo se encuentra a las puertas de una gran catástrofe humanitaria como producto de la escasez de este imprescindible líquido vital, agravado por el vertiginoso crecimiento poblacional y el uso indiscriminado que hacen de éste quienes no lo valoran suficientemente y además lo contaminan. Si bien en América del Sur el agua dulce abunda –por el momento–, eso mismo representa una tranquilidad y a su vez un peligro futuro, ya que son muchos los intereses internacionales que se mueven tras este invalorado recurso. Argentina, junto a otros países de América, posee el riquísimo Acuífero Guaraní, la codiciada presea al que potencias extranjeras no vacilan en acercarse con diferentes pretextos, especialmente los EE.UU. La llamada Triple frontera, compartida por Argentina, Paraguay y Brasil, está situada en el corazón mismo del acuífero, junto a la cuenca que la circunda, Amazonas-Paraná, un sector de alto valor estratégico que despierta apetitos deglutientes por parte de la potencia del norte.

EL PALACIO DE LAS AGUAS CORRIENTES

Este gigantesco edificio –en el sector más alto de la ciudad, Córdoba y Ayacucho–, escondía en su interior gigantescos depósitos de agua. Fue revestido de una vistosa arquitectura, con puertas y ventanas fingidas, a fin de no deslucir las casas de un sector residencial de la ciudad. Más tarde se construyeron acueductos subterráneos, como grandes brazos que llevaban agua potable a pobladores de los barrios más alejados del centro y del Gran Buenos Aires. Hoy ya no almacena agua, sino oficinas administrativas. Doce gigantescos tanques vacíos que alguna vez guardaron 72 millones de 1itros de agua quedan en pie como patrimonio histórico de la ciudad. Funciona también en el lugar, en la calle Riobamba 750, la Biblioteca Agustín González, que posee importante bibliografía relacionada con el tema y el Archivo Histórico de Planos, del Patrimonio “John Frederic La Trobe Bateman”. La notable colección atesora los planos de las obras más sobresalientes relacionadas con la historia arquitectónica y sanitaria de la ciudad y del conurbano. EL

MUSEO DEL AGUA

El museo del Patrimonio propiamente dicho, ya que casi todo el edificio es un museo, hoy lleva el nombre de Museo del Agua. Reúne gigantescas copias fotográficas del Palacio, como del histórico tanque de agua de Plaza Lorea y piezas de terracota importadas con las que fue revestida la fachada exterior del edificio. También guarda caños y antiguos medidores importados de Inglaterra, Estados Unidos, Alemania e Italia, ya que la industria nacional no se encontraba en condiciones de fabricarlos. Hay, por ejemplo, un modelo de hierro fundido del año 1889 hecho por la firma G. Kent Ltd. de Londres, además de maquetas de los primeros sistemas de desagües utilizados en el área “Radio Antiguo” delimitado por las calles Billinghurst, Bustamante, Sarmiento, Medrano, Casto Barros, México, Boedo, Carlos Calvo La Rioja, San Juan, Alberti, Caseros, Brasil, Paseo Colón y Leandro Alem, un amplio radio de aproximadamente 3000 hectáreas. Entre la grifería y accesorios, importados y nacionales, el Museo cuenta con los que se fabricaron a partir de la segunda posguerra, cuando cobraron impulso las marcas Piazza, La Rural, Franklin y FV. También hay manómetros y relojes, así como instrumental de alta precisión, utilizados desde los orígenes del sistema de provisión, todos ellos importados. Inodoros clásicos destinados a establecimientos carcelarios, que incluían lavabo en un mismo elemento e inodoros a la turca e infantiles de época y modelos especiales, son otras de las curiosidades. Depósitos automáticos de descarga de llamativos materiales, como madera, vidrio y acero cromado, variantes hospitalarios y de hoteles y bebederos, grifería, caños, tazas y palanganas de material vítreo, se suman al cúmulo de reliquias del Museo. Tanto el Museo como la Biblioteca y el Archivo de Planos forman parte de “Fuente Abierta”, programa de integración cultural de AYSA. Todo el complejo ha sido reubicado en Riobamba 750 1º piso y puede ser visitado de forma gratuita de lunes a viernes de 9 a 13 horas, mientras que los días lunes, miércoles y viernes a las 11 se realizan visitas guiadas.

AGUAS ARGENTINAS HOY

Tras haber sido privatizada por el gobierno de Carlos Menem y su ministro de Economía, Domingo Cavallo en 1990, en lo que fue un verdadero remate del Patrimonio Nacional, junto con el resto de las empresas públicas, la vieja Obras Sanitarias de la Nación volvió al Estado en el año 2007, bajo el nombre de AYSA, Aguas y Saneamientos Argentinos, como Sociedad Anónima del Estado.

Miguel Eugenio Germino

Agradezco la colaboración del arquitecto Jorge D. Tartarini – Director del Museo del Agua


FUENTES Bruzzone, Elsa, Las Guerras del Agua, Tomos I y II Capital Intelectual, 2008. Del Pino, Diego, “Allá por la capilla del Carmen”, Cuadernos de BA, 1981. Herz, Enrique Germán, “Historia del Agua en BA”, Cuadernos de BA, 1979. http://www.ceads.org.ar/casos/2003/A%20Argentinas%20- %20Contemos%20en%20el%20Palacio.pdf

No hay comentarios: