lunes, 5 de abril de 2010

JOSÉ BETINOTI


PAYADORES EN ALMAGRO

BETINOTI: EL ÚLTIMO PAYADOR


“Muchacho, con vos se terminaron los payadores.”

(Betinoti a Gardel en sus comienzos

en lo de O´Rondeman)


Entre las múltiples raíces del tango se encuentra el canto criollo rioplatense, ejercitado por los payadores que improvisaban a ritmo de milonga el curioso arte del contrapunto, y hacia el final la trova individual que practicaba Betinoti. Con él se pasa de la payada al tango como música popular en el Río de la Plata.

Gardel y Corsini encarnarán la transición, dado su estrecho contacto con aquellos hombres que marcaron una época, muchos de ellos desde las calles de Almagro: Gabino Ezeiza, Higinio Cazón, Arturo de Nava, José Betinoti, Antonio Romano, Luís Acosta García, Julián Martín Castro, Federico Curlando, Luis García, Evaristo Barrios y tantos otros.

Esos hombres inspiraban su canto en el amor, la soledad, la política, la cuestión social, el comité, el duro acontecer diario del hombre del suburbio, e improvisaban en largos contrapuntos que muchas veces se extendían por horas.

Si entiende por patriotismo callar del pueblo las penas

Y no romper las cadenas

Que ha forjado el servilismo

Si no es por un idealismo

Que haga triunfar el amor

Si no repudia el rencor

Que el hombre hacia el hombre abriga

Que su canto no prosiga:

Que no cante el payador…

Evaristo Barrios

ORIGEN DEL PAYADOR

Si bien el contrapunto no nació en el Río de la Plata –su origen se pierde en la lejanía del tiempo en la provincia francesa de Provenza y en España, donde se gustaba entablar polémicas en verso–, fue en estas playas donde habría de adquirir formas propias, convirtiéndose en el canto popular. Su origen se remontaría a una distante época, a comienzos de 1820, con la realidad o leyenda de Santos Vega, en los pagos del Tuyú, un cantor invencible, perseguido por la justicia y a quien sólo doblegará el mismo Diablo que tomará forma de hombre.

El maestro y propulsor de la historia y las tradiciones del Barrio de Boedo, Miguel Ángel Caiafa, define con precisión al payador: “Es un poeta repentista que canta en forma individual, sobre temas propuestos por el auditorio, o en el contrapunto con otro, pudiéndose referir al mismo asunto solicitado previamente o también formulándose preguntas en forma recíproca, que deben ser contestadas en verso”.

“En el complejo arte del payador hay una estricta metodología del quehacer oral en la que se fusionan mensaje, canto y música. Otros dos elementos la completan y caracterizan son el metro de los versos y la rima empleada.”

“Para estructurar su mensaje el payador debe tener condiciones intelectuales innatas; básicamente inspiración poética y agilidad mental. A ellas tiene que sumarle sus aptitudes de cantor, para volcar oralmente los frutos de su improvisación, y ejecutar adecuadamente la guitarra, que le sirve de acompañamiento, tanto en la parte musical, como de apoyo en la medida de sus versos. En cuanto al metro, los payadores prefirieron el octosílabo, desde los precursores hasta los actuales sostenedores del canto improvisado.”

“El canto del payador estuvo siempre identificado con su entorno, tanto para referirse a un episodio épico, como a una efusión lírica. Además recibió el mandato de Hernández quien en su Martín Fierro, estableció el norte del mensaje, al pedir: `…pero yo canto opinando que es mi modo de cantar’”.

Para Jorge Luís Borges “fueron pastores de hacienda brava, firmes en el caballo del desierto que habían domado esa mañana, enlazadores, marcadores, troperos, hombres de la partida policial, alguna vez matreros; alguno, el escuchado, fue payador.”

Betinoti sería el último de aquellos hombres que cautivaron las preferencias de los vecinos de Almagro, deleitándolos. Su nombre completo era José Luis Betinoti, y su nacimiento, según registra la parroquia de San Carlos (hasta 1888 no existía Registro Civil), fue el 25 de julio de 1878.

Comienza como cantorcito de serenatas, hasta que en 1898 se relaciona con Gabino Ezeiza, quien lo introduce en la payada, a partir de lo cual se lanza a competir con todos los de su tiempo.

Ya en 1909 había publicado dos libros de versos, Ideal de mi esperanza y Lo de ayer y lo de hoy, mientras que en 1912 publicó De mi cosecha. Colaboró con la revista La Pampa Argentina, donde editaba folletos económicos para que estuvieran al alcance de todos y a los que tituló Mis primeras hojas.

Sus canciones más famosas fueron Pobre mi madre querida, Como quiere la madre a sus hijos, Tu diagnóstico, además de Puntana y Adiós que me voy llorando, que incluyen partes de canciones de otros autores.

Si bien su repertorio tenía un alto contenido romántico-sentimental, constituyó en su momento un gran éxito, puesto que el público de entonces acompañaba esas exaltadas concepciones. Llegó a grabar –según diversas fuentes– más de cien placas, especialmente en el sello Atalanta. Fue considerado “el cantor de las madres”, y luego de su muerte, “el último payador”.

En su faceta personal fue un luchador de vida modesta, que pasó por diversos oficios, fue hojalatero, linotipista y hasta zapatero, finalmente se introdujo de lleno en el camino de la trova y el canto, acompañado por sus dos inseparables guitarristas, Avelino Banegas y Vicente Caprino.

Fue un verdadero artista de los barrios de Almagro y otros circunvecinos; en una época habitó la casa de Artes y Oficios 567 (hoy Quintino Bocayuva), y visitó cuanto cafetín, almacén, bodegón y comité político hubiera en los alrededores.

Su vida de artista se desarrolló a partir de una actuación en un circo que funcionaba en Venezuela y Maza, en el que fue presentado por su colega, también payador de Almagro, el negro Luis García, que vivía en México al 3500.

Consciente de los difíciles trances de los trabajadores, en un momento de alto voltaje en las luchas proletarias y movido por su gran sensibilidad social, llegó a apoyar los distintos movimientos que asumían en común la defensa obrera. Pasó por el anarquismo, admiró a Alfredo Palacios, simpatizó también con Leandro N. Alem y con el caudillo local Manuel Aparicio.

Quien fuera su esposa y compañera, María Cacciamatta, habló del payador en un reportaje de la revista Aquí está, del 24 de abril de 1944 (nº 828). Allí contó que lo conoció una noche en un baile de Almagro, en un gran patio criollo alumbrado con dos faroles a querosén. Ella recordó que él la comparó con un nardo, por lo blanca y perfumada, y entonces bailaron toda la noche. A la salida la acompañó hasta su casa, a la vuelta de donde vivía Betinoti, por entonces en la esquina de la calle Segunda Belgrano (hoy Venezuela) y Bayona (hoy José Mármol). Desde entonces nunca se separaron, hasta la prematura muerte del artista a los 37 años. María describió cómo Betinoti acudía a la cita con un clavel entre sus dedos y un verso en los labios.

Fue un gran compañero de todos los payadores con quienes compartía las tertulias hasta que el 21 de abril de 1915 la vida le fue esquiva, cerrándose así casi un siglo del payadorismo en el Río de la Plata, para dejar el paso al tango, que ya venía conquistando las preferencias populares.

En cine, el film El último payador, con guión y dirección de Homero Manzi, quien además escribió la milonga Betinoti, con música de Sebastián Piana, rememoró el género. Se estrenó el 9 de febrero de 1950 y fue protagonizado por Hugo del Carril. El film reconstruye escenas de principios del siglo XX, las luchas obreras, los actos partidarios, y el accionar de los caudillos, temas éstos que también recogió “el circo criollo”, que fue cuna del teatro en el país.

Si bien el tiempo glorioso de los payadores pasó, éstos no han sido olvidados por el cine, la historia y la memoria popular, de igual manera como en su momento no los ignoraban los políticos, escritores, filósofos ni otros personajes de la época. Así lo afirma el profesor y estudioso Ismael Moya cuando dice:

No era aquí un milagro el que José Ingenieros penetrara al café de Los Inmortales, tomado del brazo de Federico Curlando, eximio payador, y que Antonio Lamberte gallardeara en los cenáculos su afición al canto alterno, o que Mario Bravo, poeta y parlamentario, asistiera a una payada en el café La pelada, gozando como criollo genuino del contrapunto.”

Miguel Eugenio Germino

FUENTES

-Coluccio, Felix y Susana, Diccionario folklórico argentino, Tomo 1, Plus Ultra, 1994.

-Historia del Tango, Tomo 10, Las voces, Corregidor, 1978.

-Trueba, Carlos Manuel, Almagro, el pasado que perdura, Fundación Boston, 1989.

-http://www.educand.org.ar/euloco/recursos/archivo/2007/11/09…

-http://www.folkloretradiciones.com.ar/payadores.htm

-http;/www.buenosairestango.com/colec/payada.html

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