domingo, 6 de marzo de 2011

PRIMERA PÁGINA MARZO DE 2011


EDITORIAL (nº 193 marzo 2011)

“…Está envenenada la tierra que nos entierra y que nos destierra.

Ya no hay aire, sino desaire.

Ya no hay lluvia, sino lluvia ácida.

Ya no hay parques, sino Parkins.

Ya no hay sociedades, sino Sociedades Anónimas…”

Eduardo Galeano

Si existiera el manual del Buen Explotador, del Buen Contaminador y del Buen Discriminador, muchas de las empresas multinacionales que ingresaron al país “a invertir” se llevarían el primer premio. Hasta figurarían en el Libro de los Guinness, junto con ciertos “apellidos ilustres” afincados en la Argentina desde la época de la Colonia.

Las mineras a cielo abierto, por ejemplo la Barrik Gold, se llevaría la estatuilla de oro −valga la redundancia− por su excelsa capacidad de hacer grandes negociados sin pagar impuestos, con energía subsidiada y agua a discreción. Por llevarse gratis los minerales sin ocupar casi personal. Porque es mentira que las mineras producen puestos de trabajo, apenas si ocupan entre todas 20.000 trabajadores, muchos de ellos con salarios y condiciones laborales paupérrimos.

El llamado efecto derrame de la minería es otra falacia. En el mundo ningún país salió de la pobreza gracias a la minería. ¿Por qué la Argentina debería ser una excepción?

No olvidemos que la legislación minera viene de la época nefasta del menemismo, que no dejó en el país títere con cabeza. Aunque lo peor aún es que esas leyes no se hayan revisado.

¿Qué le deja la minería al país entonces? Grandes lagos de cianuro que se desparraman a través de ríos y napas, una gran contaminación que se trasmite través de los suelos y de los vientos. ¡Una locura! ¿Hasta cuándo?

Pero no sólo la minería deja huellas perversas. ¿Qué ocurre con el yuyo maldito de la soja? Veamos un poco: se destruye el suelo, se contamina con glifosato, y además se sobreexplota a los trabajadores golondrinas, traídos engañados desde lejanas provincias, que finalmente deben enfrentar condiciones de trabajo inhumanas.

Parece ser que el asunto se descubrió últimamente a raíz de algunas denuncias periodísticas sobre condiciones de semi esclavitud. ¿Acaso éstas no existían desde hace tiempo? ¿Y si no qué otra cosa son los talleres coreanos clandestinos de la avenida Avellaneda?

Según estadísticas del propio Ministerio de Trabajo, desde el año 2008 se pasó del 54 al 59% de trabajadores no registrados (“¡en negro” las cosas por su nombre!). ¿Qué planes implementó y tiene en la actualidad dicho Ministerio para corregir esta situación?

Algo más sobre la contaminación. Son 23.000 las empresas que vierten desechos en la cuenca Matanza / Riachuelo. Sería otro premio para la Argentina, que tiene este curso de agua entre los doce más contaminados del mundo. ¡Felicitaciones!

¿Qué pasa con los jueces que intimaron a sanear el Riachuelo? ¿Qué pasa con las autoridades que están “distraídas”?

Tenemos entonces: trabajo esclavo, contaminación y destrucción del medio ambiente en las mineras y en los campos de soja. ¿Qué dirá sobre el tema la llamada Mesa de Enlace del campo y la Sociedad Rural?

El ocultamiento, la omisión, la información fragmentada son también delitos. Y deben ser contemplados por la ley, por más que “caceroleen” con ollas de teflón los señoritos y señoronas impunes del Barrio Norte.

¿Cómo puede resistir el sistema previsional con tal evasión descontrolada, cómo pueden los jubilados acceder así al 82% móvil?

La discriminación, o mejor dicho la xenofobia, es otro fenómeno preocupante. Se discrimina al “paragua”, al “bolita”, al “cabecita” de nuestro interior y al habitante originario. Es muy grave que se lo haga como algo normal, justificado. En efecto, gran parte de la población, sobre todo de la Ciudad, discrimina impunemente y sin sentir culpa.

Son demasiados los signos de pregunta y escasas o nulas las respuestas.

A todo esto se añade la constante degradación del medio ambiente urbano, producto de las construcciones incontroladas, la falta de espacios verdes, los escapes deficientes de muchos automotores –especialmente del transporte público–, y la falta de arbolado urbano que pudiera oxigenar un poco el aire.

Está también la contaminación visual por voluminosas carteleras, que además son un peligro para el conductor, al distraer su atención.

En este año electoral hay tres realidades que están fuera de control, a saber: contaminación, explotación y discriminación. Señoras y señores:¿quién le pone el cascabel al gato? ¡Mejor, hagamos! y dejemos al felino apaciguado en el silencio.

Hasta la Próxima

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