domingo, 2 de agosto de 2015

EDITORIAL PRIMERA PÁGINA DE AGOSTO DE 2015





EDITORIAL Nº 242 AGOSTO DE 2015



En infinitas oportunidades se le escucha a la presidenta Cristina Fernández insistir sobre el término lingüístico empoderamiento. Y no le falta razón, ya que los sectores populares fueron en su historia vulnerados una y cien veces desapoderados por las fracciones poderosas, siempre con la astucia del engaño y la mentira o, durante las dictaduras, sin ninguna explicación atenuante.
El tema pasa hoy por garantizarles a estos sectores más vulnerables de la sociedad que no sean nuevamente defraudados por el llamado establishment oligárquico que viene apropiándose del poder económico, político y mediático.
El Diccionario Panhispánico de Dudas(DPD) elaborado por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española define "empoderar" como "conceder poder a un colectivo desfavorecido socio-económicamente para que mediante su autogestión mejore sus condiciones de vida". "El verbo empoderar ya existía en español como variante desusada de apoderar. Su resucitación con este nuevo sentido tiene la ventaja de usarse únicamente con este significado específico", agrega el diccionario.
La expresión empoderamiento humano abarca una extensa gama de significados. Las interpretaciones de este concepto, así como sus definiciones, provienen de distintas disciplinas que van desde la psicología y la filosofía, hasta la industria editorial y comercial de las ciencias de la motivación y automotivación. El origen de la filosofía del empoderamiento se halla en el enfoque de la educación popular desarrollada en los años 60 a partir del trabajo de Paulo Freire (La pedagogía del oprimido). Este enfoque participativo apunta a "un proceso de reducción de la vulnerabilidad e incremento de las propias capacidades de los sectores pobres y marginados, que conduce a promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible.
Aunque el empoderamiento es aplicable a todos los grupos sociales vulnerables o que sean víctimas de la marginación, tanto su origen como su aplicación práctica más extendida se encuentra entre el colectivo femenino. El concepto fue propuesto por primera vez a mediados de los 80 por una red de grupos de mujeres e investigadoras del Norte y del Sur, para referirse al “proceso por el cual las mujeres acceden al control de los recursos (materiales y simbólicos) y refuerzan sus capacidades y protagonismo en todos los ámbitos”. Ampliado su campo de aplicación, el empoderamiento ha pasado a referirse también al conjunto de colectivos vulnerables, y los estudios relacionados a ello incluyen el desarrollo, el trabajo comunitario y social y la cooperación para el desarrollo. Para estos dos últimos ámbitos de aplicación, el término empoderamiento es “un proceso multidimensional de carácter social en donde el liderazgo, la comunicación y los grupos auto dirigidos reemplazan la estructura piramidal mecanicista por una estructura más horizontal, en la que la participación de todos y cada uno de los individuos dentro de un sistema forman parte activa del control del mismo con el fin de fomentar la riqueza y el potencial del capital humano que posteriormente se verá reflejado no solo en el individuo sino también en la propia organización”. Significa además que las personas se concienticen de sus propios derechos, capacidades e intereses, y de cómo éstos se vinculan con los intereses de otras personas, con el fin de participar desde una posición más sólida en la toma de decisiones y estar en condiciones de influir en ellas.
Así, desde el campo teórico se traslada al práctico, y es el resguardo social de los oprimidos contra el abuso de los opresores.
En concreto, en nuestro país es el resguardo social para no caer nuevamente en la trampa de gobiernos embaucadores que, como el de Menem, con su “síganme…” logró desmovilizar al ciudadano y aplicar las recetas liberales del FMI, justamente opuestas al empoderamiento del pueblo. El término nos remite a la idea de “todo el poder al pueblo”, para que a su vez se produzca el “nunca más” en materia de derechos humanos y justicia social como uno de esos derechos.
Tampoco vale dejarse embaucar con tardíos profetas, con un falso giro copernicano de quienes siempre apostaron al campo oligárquico y que hoy ante la caída en las encuestas, apuestan a cambiar su discurso en medio del río. ¡¡¡Se los va a llevar la correntada!!!
Nunca más campañas de prensa difamatorias. Nunca más desprestigio gratuito de la gestión de gobierno cuando ésta es en beneficio de los más humildes, nunca más el FMI, nunca más el desguace de las empresas nacionales, nunca más la jubilación privada, nunca más la rebaja de sueldos, en una palabra, nunca más el liberalismo económico-social… por todo ello, “empoderamiento popular”.

                                                         Hasta la Próxima








 

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